"No escogí esta soledad que me embarga a diario. Es como una
nebuloso que te envuelve y te va quitando la vida poco a poco. Sé que mis ojos
denotan tristeza y cansancio. El cansancio que conlleva vivir...el cansancio de
una vida con 85 años...sus achaques...sus vivencias...sus alegrías y tristeza.
Cada surco de mi cara es una experiencia. Me presento. Soy Roberto y quiero compartir
mi experiencia con la vejez.
Estoy contento de cumplir años...estoy
contento de llegar hasta donde llegue. Viví con mi mujer una vida larga y
plena. Pero también la vi partir. Y con ella partió parte de mi ser y de mi yo.
No tuvimos la suerte o la desgracia de tener hijos, por lo que vivimos nuestra
vida solos en amor y compañía. Cuándo ella se fue el esquema de la vida se me
rompió y de pronto me vi sin saber qué hacer en este mundo. No tenía nada por
lo que estar aquí. Mil pensamientos me abordaron y la lucha fue constante y
continua durante muchos meses. La suerte estaba de mi parte. Una noche de
tormenta y frío, asomado en la ventana, vi como alguien dejaba al lado del
contenedor de la basura, un bulto. Me extraño que no lo metiera dentro pero esa
persona echo a correr y mi sorpresa fue mayúscula cuando vi que el bulto se
movía. Decidí bajar a ver qué era lo que esa persona allí había dejado, con
miedo y recelo. Había una manta de cuadros en el suelo, empapada de la lluvia.
La fui abriendo con mucho cuidado y vi una carita que me miraba desde el frio y
la soledad. Era un perrito. Lo cogí en mis brazos y lo subí a casa. Lo sequé
con toallas y con el secador. No sabía qué hacer con él ni cómo empezar a
cuidarlo. Le día un plato de leche y lo tomó. Y unos trozos de pan... El perro
se quedó acurrucado a mi lado en el sillón mientras yo veía los deportes,
mientras yo le hacía caricias y pensaba que iba a hacer con él.
Por la noche le puse una manta en el suelo
de la habitación y durmió allí toda la noche. No se despertó a
pesar de que yo encendía la luz para saber si estaba bien. Era una perrita y
comencé a llamarla Sole, de Soledad. Estaba sola como yo. Pronto Sole comenzó a
hacerse con la casa y era una alegría constante. Era como un cascabel
serpenteando por las habitaciones, con pequeños ladridos. Allí donde iba yo
venía Sole. Y decidí quedármela. Y aprender a cuidarla. La vejez tiene un
grado, y es que ya no tenemos miedo.
Aprendí a cuidar a Sole y fue un revulsivo
para mí. Fue como un cañonazo de vida, optimismo y alegría. Dependía de mí para
todo y yo era su cuidador. La bajo todos los días de paseo y estamos los dos ya
muy integrados. Es un aliciente enorme y la vejez me enseñó que tenemos que
agarrarnos a cualquier salvavidas que nos ayude a vivir esta época mejor y de
forma más agradable. Sole cuándo me ve enfermo no se separa de mi lado y sus
lametazos son agradables de sentir. Pero yo por ella me levanto todos los días
y la paseo...me relaciono con gente y la vida es más agradable.
La vejez es dura de vivirla, muy dura, y
más en soledad. Mis años de soledad fueron forzosos, yo no deseaba que mi mujer
se fuera antes que yo, mi deseo, como sueño, era irnos juntos, pero la vida
sorprende cada día, unas veces para bien y otras para mal. Nunca debemos
dejarnos ir...nuestra obligación es pelear contra los problemas, hacerles
frente y luchar. A mi me vino muy fácil con Sole, tengo que reconocerlo.
Quizás....fue mi mujer que influyo en algo para que la dejaran
allí....quizás....."
El arte de envejecer es
el arte de conservar alguna esperanza. André Maurois
Precioso relato, eternecedor, emotivo y muy ilustrador sobre quién cuida a quien.
ResponderEliminarCariñoso saludo
hola, soy un chico de unos 16 años, quería agradecerle esta escritura, ya que ah sido un placer para mi poder disfrutar de este relato, cuando llege ah casa indagare mas por su blog. ah sido un honor.
ResponderEliminarEl placer siempreeee es mío. Es una satisfacción que os guste lo que escribo y siempre...un honor que paséis por mi casa, que es vuestra también!!!. Besito!
Eliminarme gusta,pero pienso que tenían que ser mas cortos tus relatos
ResponderEliminarse lee muy pòco