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jueves, 4 de noviembre de 2021

TU O YO

Tú o yo...esa era la cuestión. Solo tenía que tomar una decisión, y estaba tomada desde el momento cero. Todo había sido un fatídico accidente. Un fatal accidente...algo con lo que nadie cuenta. Creemos que jamás nos pasarán esas noticias que aparecen en los periódicos, esas cosas solo les ocurren a los demás. Pero no es así. Nosotros también somos los demás.

 Yo esa mañana me había levantado como cualquier otra. Organizado la casa y vestido a los niños preparadas sus meriendas de media mañana y sus ropas, era todo corriendo por no variar. Las mañanas eran muy ajetreadas, ellos entraban en el cole y yo a trabajar. Nos montamos corriendo en el coche. Vosotros llorabais y os peleabais, también algo habitual. No os llegaba lo que dormíais y el coche era un suplicio. Eran gritos y peleas. Yo iba en mi mundo. Tenía una reunión muy importante e iba casi sin dormir. Agotada. Me había acostado muy tarde preparándola y había dormido muy poco. Todo tenía que salir perfecto. Nos jugábamos mucho. Demasiado. Yo quizás hasta mi trabajo. Todo tenía que salir a la perfección este día. Y parecía que iba como siempre...un caos mañanero. De cuándo en cuándo escuchaba vuestros gritos, pero yo seguía conduciendo absorta en mi problema. No había mucho tráfico, algo también normal ya que yo iba por atajos y aunque recorría más kilómetros, iba más rápido. Faltaba poco para llegar a la mitad del trayecto, en el que había un paso de tren. Pedí silencio gritando. Me estabais poniendo nerviosa. Comenzaba a hacerse tarde. No venía ningún tren y comencé a pasar por los rieles del tren, como todos los días. De pronto, el coche se paró en seco. En el medio y medio. Todos mis miedos de la famosa reunión aumentaron pensando en que llegaría tarde. Apague el coche y volví a encenderlo. Nada. Silencio total. El coche no emitía ningún sonido. Se escuchaba un silencio aterrador.  Ahora sí que comenzaba a ponerme histérica pero no pensando en mí trabajo. No sabía lo que hacer. De pronto escuche un pitito muy a lo lejos. Era el tren. No podía ser real. Era el tren que venía a nuestro encuentro. No podía ser real lo que nos estaba ocurriendo. Bajé corriendo del coche y bajé a la niña de su silla y la puse en uno de los laterales. Grité con todas mis fuerzas que no se moviera de ahí. Me miraste asustada. No solía gritar de esa forma, nunca perdía los estribos. Si por algo me caracterizaba era por mi calma y paciencia, pero...en este momento estaba histérica. Tenía que quitar ahora a Hugo de su silla y el silbido del tren cada vez se escuchaba más cerca. Con los nervios se me atascó el cierre de la sillita, no era capaz de abrirlo. Tú gritaba mi amor, y a la vez tenía que gritarle a tú hermana que no se moviera. ¿Cómo podíais entender mi desesperación con 2 y 3 años? ¿Cómo podíais saber que estábamos ante un peligro de vida o muerte y que teníais que obedecer? Logré desabrocharte de la silla, pero nada pudo salir peor. Mi zapato se metió en el raíl del tren. Tiré y tiré pero no salía. Los nervios me la estaban jugando. No sabía qué hacer y el tren se acercaba. El pitido ya era seguido y desesperado. El maquinista nos estaba viendo pero no le daba tiempo a frenar. Lo único que podía hacer era soltarte y que fueras con tú hermana. Te puse en el suelo y te grité que te fueras, que cuidaras de ella. Tú no te movías. Yo te gritaba "Vete, vete" pero tú con ojos como platos mirabas mi desesperación. La verdad, y voy a ser sincera, nunca habíais sido demasiado obedientes, pero ese no era el momento de desobedecer. Miré hacia donde venía el tren y...casi podía ver al maquinista. Tú seguías a mi lado y yo tiraba de mi pie con todas mis fuerzas. Te di una patada con todas mis fuerzas, y te moviste. Respiré, la patada había sido lo suficientemente fuerte como para alejarte de las vías del tren. Estabas con tú hermana. Llorabais, tú quizás porque te había dado una patada y bien fuerte o porque no entendíais la situación. Yo seguía tirando de mi pie y de pronto, el zapato y mi pie salieron del raíl, justo cuando veía al maquinista llevarse las manos a la cabeza desesperado. Escuchaba chirriar al tren que intentaba frenar a tiempo pero era imposible. Yo salté temblando a vuestro lado y os apreté con todas mis fuerzas. El tren poco a poco iba perdiendo velocidad pero aún así al llegar a nuestro coche....lo machacó como si fuera un juguete. Un día cualquiera se puede convertir en una gran tragedia. Para nosotros, fue un susto. Un trauma..Un shock. Pero no ocurrió nada más. Mi instinto de madre, de fiera de amor, me había impulsado a intentar manteneros con vida, y la mía...poco importaba al lado de la vuestra. Pero la suerte había estado de mi lado y estábamos todos juntos.

 

“Las desgracias son la salsa de este plato atroz que es la vida.”

 

  


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