A veces, me tengo preguntado cómo reaccionaría ante la situación de que mi
pareja tuviera un amante. Vamos a ser francos y decir la verdad. Nunca
acertaremos. Una cosa es decirlo en frío y otra encontrarte con el problema y
reaccionar en caliente. Si, lo mejor es no reaccionar. Lo sé. Lo mejor hubiera
sido pensarlo dos veces y no dejarse llevar por la furia momentánea, pero...las
cosas son como son y a veces...no lo pensamos y reaccionamos de una forma que
quizás no fuera la correcta o sencillamente que nunca nos imaginamos que reaccionáramos
así.
Éramos un matrimonio como todos, con altos y bajos y buenos y malos
momentos. La monotonía se había instaurado en nuestras vidas, pero también
porque era en parte lógico. Los niños...los deberes...las actividades...el
trabajo. Era normal. Casi ni nos veíamos y cuándo lo hacíamos era entre pañales
y mocos, muñecas y puzles, toses y clínex. Nuestra vida era un ajetreo
continuo, donde para ser justos, diré que la peor parte me la llevaba yo. Yo
era quién corría a todas horas, quién se marchaba a trabajar con cereales pegados
en las mangas de las camisas y quién en medio de una reunión recibía las
llamadas de los niños para decirme si podían jugar a la play o ver tal serie.
Papá era mágico. Cuando llegaba por la noche, ya todos estaban duchados y
cenados, y con un pie en la cama, pero...él llegaba y tenía el don de
revolucionarlos a todos en un minuto. Pero...a los dos minutos, ya estaba
diciendo que venía agotado y que tenía que descansar para que al día siguiente
fuera "fresquito" a trabajar. Y así fueron transcurriendo los días y
los meses, con esa monotonía que se iba adueñando de nuestras vidas. Hasta que
apareció ella. Ella era la nueva vecina. Soltera, sin hijos, y nada mejor que
hacer que contemplarse a sí misma y su belleza. Olía a perfume y yo a
meriendas...inmaculada y pulcra en su vestimenta, y la mía siempre con algún
que otro estropicio de última hora, uñas perfectas, largas y esmeradamente
cuidadas. Las mías...de aquella manera! Pero que ni en eso me fijaba hasta que
fue todo muy evidente! El me hablaba a veces de ella, que si la había
encontrado en el ascensor...que si habían subido juntos... ¡pillín! Ahora sé lo
que hacías subiendo con ella en el ascensor. ¡Lo que no hacías conmigo! Calma,
lo iré contando poco a poco. El plato fuerte...¡¡¡siempre para el final!!!
Una mañana vine a casa antes de tiempo y me pareció que hablaban de una
forma muy cercana. Yo abrí el portal y ellos se sobresaltaron, pero tampoco le
día mayor importancia. Hablamos del tiempo y de los niños y ella subió andando,
ya que dijo que así fortalecía las piernas. Yo...en ese momento miré las mías y
pensé "ay dios mío... ¿que hago yo con las mías?". El me fue diciendo
que era muy agradable y yo ya pensando en que por la tarde tendría que llevar
al niño al médico.
Otro día, fui a buscar a mi marido a su trabajo, ya que mi madre se había
ofrecido a quedarse con nuestra gran tropa de niños, para que pudiéramos ir a
tomar algo juntos y solos. Y sola fui, pero yo sola. El estaba en la cafetería
de cerca de su trabajo con ella tomando un café. Me quedé mirando para los dos
a través del cristal y ya pensé que había algo raro. ¿Qué hacía ella por esa
zona? Por fin comenzaba yo a desconfiar. ¡Y decidí ese día poner en prácticas
mis artes detectivescas! ¡Madre mía lo que acabé descubriendo! ¿Como había
estado tan ciega? Sus momentos libres eran para él y para la vecinita. Por las
noches cuándo me decía que iba a bajar la basura, y tomarse una caña en el bar
de enfrente...jamás desconfié. Pero...ahora sí. Y...lo espiaba. ¡Claro que
bajaba la basura! No la iba a dejar tirada en el portal...faltaría más.
Pero...se iba a toda prisa a dar su último besito de buenas noches... ¿sabéis a
quién? A la vecinita. Y cuando salía tarde de casa para ir a trabajar, y no me
podía llevar a mi en el coche... ¿sabéis a donde bajaba?¡¡¡¡ A casa de la
vecinita!!!! Comenzaba a estar de la vecinita muy harta. El era su perrito
faldero, todo el día detrás de ella pero...yo ya había trazado mi plan.
Una noche, decidí bajar yo la basura. Convencerlo...imaginaros lo que me
costó. Y dije lo mismo que decía él. Iré a tomar una cañita para despejar la
mente. Su cara de sorpresa fue mayúscula. Le había chafado el plan. Pero...más
se lo iba a chafar, ya que los niños estaban despiertos, tendría que acostarlos
y yo tenía pensado llegar muyyyyy tarde. Pero antes de ir a tomar la cañita...paré
en casa de mi vecinita. Abrió la puerta y se sorprendió. Y...yo más. Iba con un
camisón de tirantes muy escotado. Yo uso pijamas gordos y calcetines. Le
pregunté si esperaba a alguien. Me respondió que no muy nerviosa, pero...antes
de abrir...ya había oído su voz que decía "ya voyyyy cariñooo". Le
dije que hoy había tenido un día muy malo y si no le importaba, necesitaba que
me dejara un litro de leche que me había quedado sin ella. La escusa exacta
para me abriera las puertas de su casa y yo comenzara a hablar y parlotear como
una loca. Le hablé de él, de lo desastroso que era en casa, de las muchas
amantes que había tenido, de su falta de higiene y del hijo que había tenido
fuera del matrimonio. Por supuesto....falso todo. Bueno...lo de desastre en
casa...¡¡¡¡¡eso sí!!!!!!!!! La vecinita ansiosa me miraba con ojos que le
salían de las cuencas. Yo me hacía la desesperada, quejumbrosa y llorosa. Lamentándome
de ese bebé que él había tenido fuera de nuestro matrimonio. Realmente viéndole
la cara resultaba hasta irrisorio todo el tema. Me marché muy tarde de su casa,
dándole las gracias por lo amable que había sido al escucharme. A partir de ese
día, las cosas fueron muy distintas. La basura la bajaba yo e iba de
"tertulia" a su casa. Mi misión estaba ya cumplida. Mi marido estaba
triste y apagado. Pasaron las semanas y la vecinita se dejaba ver con su nuevo
acompañante, al que mi marido le ponía cara de perro, pensando que yo no me
percataba del asunto. Pero la función no había terminado. Quedaba el plato
fuerte.
Una noche le dije que había enamorado de otro hombre, que no quería seguir
con él, que el amor se nos había terminado. El balbuceo nervioso sin saber qué
hacer. Le conté que era un compañero de la oficina. ¡Había mezclado el amor con
los negocios! El hombre hasta me llegó a dar pena, ahí demuestro lo estúpida
que fui siempre, pero oírle decir que no sabía que haría sin mi me rompió en
mil pedazos. Pero no el corazón. Rompió en mil pedazos mi paciencia. Le hice
las maletas y le dije que se fuera de casa. También le dije que sabía de su
historia con la vecinita, y sabía que al final ella se había cansado de él.
Omití mi mano negra...
Ese fue el final de nuestro matrimonio. Yo me quedé con mis hijos, que son
lo más importante que tengo. El, volvió con sus padres, ya que su padre se puso
muy enfermo y necesitaban tener a alguien cerca. Yo me volví a casar, y tengo
un hijo más. El...sigue en casa de sus padres. Su papá falleció hace unos
años. Ahora le toca cuidar a su mamá. Yo soy una mujer feliz y...creo...que él
¡¡¡¡¡un hombre amargado!!!!!
"Lo peor del pícaro es que las picardías que inventa son jocosas,
parecen simpáticas y parecen perdonables."
Gregorio Marañón.
Ameno y divertido. Me gustó mucho.
ResponderEliminarEntonces, la venganza es la solución.
ResponderEliminarExcelente enseñanza. Habrá que ponerla en práctica más seguido.
Saludos!
J.
Un artículo interesante ...
ResponderEliminarCaballero, esto es un blog de Relatos.Los Relatos son inventados, y por supuesto sus desenlaces no son siempre del gusto de todo el mundo. Recuerde, relatos..ficción..yo no enseño. Escribo. Un saludo y muy buen día.
ResponderEliminarMe encanta la literatura y más estos relatos tan bien contados que parecen casi reales sn dudas más de uno se asemeja
ResponderEliminarMe encanta la literatura y más estos cuentos que parecen casi reales
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