Dicen que la mentira tiene las patas muy cortas. A mí nunca me hizo
falta tirar de refranes para saber que me mentías. Tú mirada lo decía todo. Era
dubitativa, esquiva, nerviosa. Tus manos se entrelazaban de una forma peculiar,
en la que los dos dedos meñiques se frotaban y parecían dispuestos a emprender
un pequeño baile por la mano. Esa noche supe que era mentira todo lo que me
estabas contando, esa noche supe que me estabas mintiendo. Quizás para no
hacerme daño, quizás para no verme sufrir, pero todo lo que me estabas contando
no era cierto. Tus ojos y tus manos te delataban. Toda una vida trabajando
juntos te da ciertos privilegios que otros no tienen. Me estabas diciendo que
las cosas no iban bien en el trabajo, que había que comenzar a hacer recortes,
que sobraba gente...y yo sabía que no era como lo estabas diciendo. Las cosas
no iban bien, era cierto, pero nos podíamos arreglar, no hacía falta que nadie
se fuera de la empresa. No hacía falta que la gente se quedara sin trabajo,
había más formas de arreglarlo. Pero no me estabas preguntando. Ya estabas
dando por sentado que había gente que se iría al paro. Dijiste de comenzar por Alexia.
A mi me chocó ya que sabía de vuestra buena relación. Sabía que erais buenos
amigos, y comenzar por ella no me pareció normal. Te pregunté cómo te habías
decantado por ella y tú contestación fue cuánto menos alucinante. Porque sí. Y
así...me mandaste al despacho de Alexia y como pude le trasmití tus palabras,
pero con más tacto. Alexia no se lo podía creer. Tú estabas escuchando y
mirando desde la puerta de enfrente. La sombra te delataba. Lentamente Alexia
se levantó, pasó el brazo por su mesa y tiró con todo lo que había en ella,
incluido el portátil. Abrió la puerta y llamó a tu despacho. Los gritos se
oyeron en toda la planta. Todos nos enteramos de porque se iba Alexia. Una
noche de juerga, te había propasado con ella. Y ella no dijo nada, hasta que
seguiste con el temita y decidió ese mismo día ir a recursos humanos. No le dio
tiempo. Te encargaste de que tú artimañas quedaran ocultas bajo un despido.
A las dos semanas me llamaste a mí al despacho. Ahora me tocaba a mí, eso me
dijiste. Y me pregunté enseguida el porqué. Conmigo...¡¡.no te habías
sobrepasado nunca!!¿Cuál era tu motivo oculto? Mi cara era un poema, tampoco lo
esperaba, pero me imagino que como Alexia. ¡¡Estaba resultando que no te
conocía querido amigo!!Detrás de cada despido había una causa que nada tenía
que ver con el trabajo. Te estabas sacando a la gente de encima que te
molestaba, y yo no sabía que tenías en mi contra. Éramos compañeros desde hacía
muchos años, nuestras mujeres eran amigas, nuestros hijos hacían deporte
juntos, salíamos muy a menudo a cenar juntos y de viaje. ¿Y me hacías esto? No te
supliqué, solo te miré fijamente y recogí mis cosas. Era un adiós definitivo.
No quería volver a verte, pero si quería saber el motivo de mi despido. Lo
primero que hice fue ir a tú casa, a preguntarle a tú mujer. ¡Fui el último en
enterarme! Habías tenido una aventura con mi mujer de varios años, y ahora ella
pretendía que vivierais juntos. Ibais a preparar el divorcio para poder
casaros. ¡Alucinado me quedé! ¿Y por eso pretendías despedirme?...para quedarte
con mi mujer...¡¡No hacía falta tanta parafernalia hombre!! ¡¡En cuánto ella me
hubiese pedido el divorcio yo le hubiese dicho que sí inmediatamente!! ¿Y sabes
el por qué? Porque yo también tenía una aventura con tú mujer desde hacía unos
años!!!!
Al final te demandé, demostré que mi despido no tenía nada que ver con el
trabajo y fui readmitido. Tú y mi mujer ya vivíais juntos, pero tú te fuiste al
paro y yo volví al trabajo. ¡¡¡Yo me quedé con tú mujer y tú con la mía!!!
Una mujer que huye con su amante, no abandona a su marido. Le libra
de una mujer infiel. – Sacha Guitry
Muy unteresaninteresante
ResponderEliminarGracias!!
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