Tú forma de ser es arrolladora, se ve a leguas. Estábamos en la misma
habitación para presentarnos a una entrevista de trabajo, y allí mismo pensé
que sería tuyo. Lo tenías todo. Pero todo lo que abarca la vista, lo demás por
supuesto no lo sé ya que ni nos dirigimos la palabra. Eras atractiva,
impulsiva, tenías don de gentes y estabas muy segura de tú misma. Cuándo yo
había llegado de primera a la entrevista no me podía creer que fuera la única y
pensé que no tendría rival. Pero llegaste tú y me empequeñeciste, me hiciste
invisible con tú taconeo y contoneo. Tú sonrisa pintada de rojo y rímel para
pintar un cuadro. Yo simplemente...me encogí....desaparecí ante ti. Yo tengo
mis títulos, mi experiencia y por eso sabía que no iba a ser yo la escogida, a
pesar de toda mi experiencia. Cuándo entró la secretaria primero te llamó a ti
pese a llegar yo de primera. Al rato saliste y me mandaron pasar a mí. Escuché tu
taconeo saleroso por todo el pasillo y supe que el trabajo era tuyo. Había
mucha prisa por despacharme pronto y que me marchara, no importaba ni mis títulos
ni nada. Solo decirme que el puesto ya estaba ocupado. Y me comí mis lágrimas y
mi rabia y me dije a mi misma que lo importante era lo que yo sabía y tenía. El
resto...se puede lograr muy fácilmente. Cuatro pinceladas, unos tacones y aires
de seguridad en una misma. El resto ya lo tenía, era cuestión de practicar. En
eso...no tenía experiencia. Jamás me había maquillado ni puesto tacones. La
persona que me mirara vería a una joven pequeña, delgada, poca cosa, sosa. Pero
eso había llegado a su fin. Parecía que era lo que le faltaba a todos mis títulos
universitarios. Me había costado mucho trabajo llegar hasta donde había
llegado. No es muy normal en estos tiempos que una mujer tenga estudios
superiores y si vives lejos de la ciudad menos posibilidades...pero yo lo había
conseguido y estaba muy orgullosa de ello. Esto no iba a estropear mis expectativas
de futuro. ¡Seguro que dentro de 50 años las cosas no serían así!
Fue más complicado de lo que yo pensaba. Fui a la peluquera del
pueblo y sencillamente le dije..."arréglame por favor". Me pinté las
uñas de rojo y me teñí el pelo. Ni yo me reconocía. Me miraba al espejo y
pensaba "te convertiste en un cisne...te tienes que pulir aún un poco
más". Salí de allí sintiéndome otra mujer. Me veía hermosa y atractiva.
Mis manos estaban impecables y mi pelo era sencillamente espectacular.
Tenía" un tupé como los que se llevan ahora" me dijo la peluquera. De
allí fui a comprarme unos tacones y un traje de chaqueta. Y ya era una mujer
nueva. Los guardaría para ir a las entrevistas de trabajo. Ese tenía que ser mi
"uniforme" para encontrar trabajo. Pero me sentía extraña, no
sabía andar con los tacones, la falda era demasiado ajustada y corta aunque
elegante, eso también tengo que reconocerlo. Pero era sencillamente algo falso
a lo que tendría que acostumbrarme para cumplir mi objetivo.
Al día siguiente pasé de esta guisa vestida por el trabajo del día
anterior. Sencillamente quería darle las gracias a ese hombre que me había
rechazado por ser "sosa" y me había abierto los ojos. Ahora tenía
unas expectativas mucho más altas. Ese trabajo no era para mí. Yo era mucho más
inteligente y merecía algo mucho mejor. Entré contoneándome como un pavo real
por el pasillo. Todas las miradas se volvían hacia mí y yo sonreía con mi
"sonrisa roja" que era como tener un pegote en los labios. La nueva
secretaria me miró de arriba abajo, mascaba chicle y su mirada parecía decir
"Yo te conozco de algo....". De pronto con tanto salero que iba yo,
uno de mis tacones se dobló y caí al suelo. La falda se me subió hasta allí
donde no está permitido ni mirar y la carcajada fue ensordecedora. Solo era
capaz de ver caras riéndose de mí mientras me saltaban las lágrimas y juraba
tirar toda esa porquería a la basura. No quería oír hablar más de tacones ni de
barras de labios. Si me cogían tendría que ser por lo que yo sabía. Salí de
allí gimoteando y entristecida, y tengo que decir que dejé de lado los pegotes
en los labios y los tacones de cuatro pisos, los trajes que te impedían andar y
los tupes que llegaban hasta el cielo. Estaba muy atractiva pero no era
yo.
Esta es la primera parte de aquel día...en el que aprendí que las mujeres
en aquel entonces éramos aun invisibles. No solo yo...éramos todas. Nunca
encontré trabajo de lo que yo había estudiado. Me casé, fui ama de casa toda mi
vida y tuve cuatro hijos. Cumplí con lo que la sociedad quería de una mujer.
- “Creo que será verdaderamente glorioso cuando las mujeres sean personas realmente auténticas y tenga todo el mundo abierto a ellas”. Karen Blixen.
UN relato realista. Nuestra sociedad siempre ha sido injusta con las mujeres. Un abrazo. Carlos
ResponderEliminarAsí es y lo peor es que queda mucho trabajo por delante.
ResponderEliminarMuchas gracias Carlos. Un saludo