El día estaba lluvioso y
triste. El tranvía lleno de gente, los privilegiados tenían un sitio para
sentarse, y los que no, estábamos agarrados a las barras de pie. Olía a sudor
rancio y a toses a pesar de los sombreros y los pantalones con la raya impecablemente
planchada. Mi mente comenzó a divagar y a pensar en las vidas de las personas
que tenía delante. Cada cual estaba absorto en sus pensamientos y no se
percataban de que mi mirada se clavaba en ellos intentando escudriñar su vida,
sus vivencias, sus emociones. Por ejemplo, la señora del sombrero grande y
guantes negros, parecía ser una mujer adelantada en el tiempo. Llevaba
sus guantes en la mano. El bolso y el sombrero parecían ser caros y estaba la
mujer de compañía a su lado. El tranvía se paró y agradecí que abrieran las
puertas y entrara aire fresco. Era irrespirable, o quizás yo soy muy
escrupuloso,.. La señora que estaba pegada a mí comenzó a toser y me separé fulminándola
con la mirada. De pronto el tranvía se lleno de olor a flores frescas y jabón.
Y entraste tú. Miraste hacia todas partes y te pusiste a mi lado. Nos clavamos
la mirada y yo te salude con un movimiento de mi sombrero y tú agachando la
cabeza. Miramos hacia la calle. Llovía torrencialmente y el cielo estaba
oscuro. Pero yo veía luz y claridad. Todas las mañanas entraba con la esperanza
de verte, de que me alegraras el día. Llevábamos semanas coinciendo y eras aire
en mi monótona vida, eras campanas en mi mente y mariposas en mi estomago. Eras
la razón por la que todos los días cogía ese mismo tranvía, aunque después tuviera
que andar un kilometro para llegar a mi oficina. Me pasaba de mi parada y
bajaba en la misma que tú y cuándo desaparecías de mi vista, comenzaba a correr
hasta llegar a mi trabajo. Tus manos iban enfundadas en unos guantes con
encaje, delicados como tú. Y tú pelo recogido en un moño. Me miraste con
ternura, como si nos conociéramos de toda la vida y supiéramos que tendríamos
que controlar esos pensamientos... esos sentimientos...algo a lo que yo no
estaba dispuesto a sacrificar. Me gustaba esa sensación y no hacía mal a nadie.
Ya estábamos llegando a tú parada y nos íbamos adentrando entre la multitud de
gente. Yo me puse hacia un lado para dejarte pasar a ti primero. Me sonreíste y
tú mano rozó la mía. Nos miramos y tú no apartaste la mano. Abrieron las
puertas y el tranvía se paró dando un salto hacia atrás. Mi vida se paró en ese
momento. Miré a mí alrededor. ¡¡¡Otra vez con mis ensoñaciones en el tranvía!!!
No había manera de que me bajara en mi parada, ¡siempre me ocurría lo mismo!
Soñaba despierto para evadirme de mi realidad. Ahora me tocaba comenzar a
correr. Pero al mirar hacia la acera, me pareció ver a la mujer de mis sueños.
Me paré en seco y la miré. No se parecía....pero también podría ser la mujer de
mis sueños...
"El que juega con
muchas....con ninguna se queda"
Me encanta la surrealidad de este cuento. Un abrazo. Carlos
ResponderEliminarque bello es poder soñar, aun estando despierto. un saludo.
ResponderEliminarGracias a ti por pasarte Carlos!!!!!Me alegro que te guste!!
ResponderEliminarExacto...aunque sea..despierto!!!Gracias Maruja.
ResponderEliminar¡Hola Midala! Un relato estupendo, esperaba el desenlace con ansias, pensando que al final se acercaría a la chica, se conocerían y todas esas veces que retrasaba su parada servirían para algo, y resulta que el muchacho era un soñador!! ¡Buenísimo! Me ha sorprendido bastante, siempre sabes jugar con la imaginación del lector, ¡Me encanta!
ResponderEliminarUn besazo enorme, espero que estés bien, ¡Cuidate!
Quién no es soñador Bastet? Qué levante la mano!!!!. Gracias gracias!!!!!Te mando besito grande y....correo!!!!! Creo...que tienes algo que contarme!!!!!!!!!!!!!!!
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