El, que lo tenía todo.

Mario, era un tipo encantador. Siempre sonriente, alegre y dicharachero. En las reuniones, era siempre el centro de atención. A todo el mundo le caía bien, daba igual la edad, él tenía la capacidad de hablar y escuchar, de ponerse en el lugar de los demás. Tenía mucha empatía . Era capáz de ponerse en el zapato del contrario, y escuchar horas y horas. Para algo, Mario, era comercial. Los  cursos que impartía su empresa, le servían para aprender a vender. Y parte de la venta, consistía también en saber escuchar y ponerse en la piel del contrario.

Mario, era un todo terreno en su trabajo y con sus compañeros. Era todo optimismo y vitalidad, alegría y diversión. El, lo tenía todo.

Cuándo llegaba a su casa, Mario, se transformaba. Dejaba de ser ese hombre alegre y divertido, y pasaba a ser una persona gruñona y malhumorada, apática y sosa .Parecía que todo su derroche de energía lo dejaba por las escaleras de su casa. Teresa, su mujer, estaba cansada de que todo el mundo le dijera lo gracioso y alegre que era Mario.Su vida era aburrida, insulsa, falta de emoción, falta de cariño...Mario, se tumbaba en el sillón, y solo gruñia. No había conversación. No había diálogo. No había alegría.

Ese día, Mario iba especialmente cansado a su casa. Sus esfuerzos para parecer la persona más agradable del mundo, lo habían dejado agotado. Ya subía gruñendo las escaleras, buscasdo un tema de discusión. Cualquier cosa le servía para empezar a discutir. Pero cuándo abrió la puerta, vió una nota en el suelo que decía : Me voy,Teresa.

La confianza da asco.

Existen dos maneras de ser feliz en esta vida, una es hacerse el idiota y la otra serlo.