El banco de niebla

Había tenido un mal día, demasiado trabajo y demasiada responsabilidad. Me dolía la cabeza y todos los huesos del cuerpo, no sabía si estaría cogiendo una gripe. Daba igual, tenía que salir pronto, antes de que anocheciera. No me gustaba conducir por esas carreteras tan oscuras y solitarias. Me monté en el coche y puse la música, era el ritual de siempre, cinturón...música y santiguarme. Trabajaba dando clases en un pueblecito marinero de la costa y un día a la semana, me acercaba a mi ciudad, para estar con los míos. Esa noche no tenía nada de particular, era como cualquier otra noche de invierno del norte. Fría y lluviosa. Mis hijas se alegrarían de verme y pediríamos una pizza. Vería una película con ellas,  y hablaría con mi marido de los problemas del trabajo. El se hacía cargo de las niñas, aunque ya eran mayorcitas. Era un padrazo. No lo podía negar. Siempre había estado tan pendiente de las niñas o más que yo. Incluso a veces llegaba a sentir celos de él, pues las niñas estaban muy unidas a él. Pero era lógico, yo me pasaba toda la semana fuera, y tan solo las veía los fines de semana.

Tomé la curva despacio y a lo lejos vi un banco de niebla inmenso. Acababa de pasar por el pueblo de
 Muía hacía un ratito, eso quería decir que aún me faltaba para llegar a casa la mitad del camino. Me vi inmersa en el medio de la niebla. Era tan espesa que no veía nada. Aparqué el vehículo en el arcén de la carretera e intenté tranquilizarme, puse las luces largas y arranqué de nuevo. Nunca me había cruzado con un banco de niebla tan espeso a pesar de los años que llevaba haciendo ese recorrido. De repente, el coche se me paró y se apagaron todas las luces. El pánico se apoderó de mí.  A lo lejos, divisé mucha luz, por lo pensé que llevaba un buen rato conduciendo y había llegado al siguiente pueblo. Tenía que atravesar el banco rápido porqué estaba al borde de una crisis, pero el coche no encendía. La niebla comenzó a disiparse y mi   sorpresa fue mayúscula. Era de día y hacía sol. No comprendía nada. Miré para atrás y el banco de niebla había desaparecido y con él parecía que se había llevado la noche de mi tierra y su lluvia. . Pasó un coche por el carril contrario pero no me dio tiempo ni a reaccionar. ¿Qué pensaba decirle? ¿Que había entrado en un banco de niebla de noche y salía de día? Me estaba volviendo loca. Arranqué de nuevo el coche y esta vez sí funcionó. Me fijé que el paisaje era distinto. De pronto, vi un cartel, Arrecies, 2km. Yo no sabía qué pueblo era ese, pero decidí ir hacia allí a ver qué estaba pasando, porque realmente pensaba que todo era un sueño. Llegué a un pueblo hermoso pero desconocido para mí. Había gente por la calle, por lo que aparqué de nuevo y me dirigí a un señor que iba con un niño de la mano.

- Oiga por favor, ¿me puede decir donde estoy?

- Claro señora, está usted en Arrecife

Su acento no tenía nada que ver con el mío y me empecé a poner muy nerviosa.

-Sí, pero... ¿a que ciudad pertenece este pueblo?

- Señora, esto es Arrecife, provincia de Buenos Aires, Argentina señora.

Casi me desmayo allí mismo. Imposible. Tenía que estar soñando. Mi respiración empezó a agitarse y mis manos comenzaron a sudar. Me senté en la acera y comencé a llorar  sin comprender nada. El buen señor, no salía de su asombro y le pregunté por una comisaría de policia. El pobre hombre intentaba explicarme como llegar pero yo no paraba de llorar. Comencé a notar que se me dormían las manos y la mandíbula, por lo que intuí que me volvía una crisis de pánico. Y sin poder frenarla todo se desencadenó. Estaba tirada en el suelo y a mi lado estaba lo que parecía un enfermero. Yo había vomitado y me había desmayado. La gente estaba a mí alrededor hablando con acento argentino! y cuanto más lo oía yo más nerviosa me ponía. Me inyectaron algo y me fui tranquilizando. Cuando desperté estaba en el hospital. Me explicaron lo que me había ocurrido y yo pedí hablar con un policía. El acento...seguía siendo argentino! eso era una pesadilla, no tenía otra explicación.

No, no había sido una pesadilla. El banco de niebla en el que había penetrado, me había transportado de Galicia a Buenos Aires. Era la cuarta vez que ocurría esta misma historia. Nadie supo darme una explicación de lo ocurrido. Yo en dos minutos había aparecido en Buenos Aires. Se investigó mi caso y científicos me dieron algún tipo de explicación totalmente incoherente para mí. Regresé a mi tierra en avión y deje mi puesto de profesora. Nunca más volví por aquella carretera, pero sé que mi historia se volverá a repetir.Algo pasa en esa carretera, yo era la cuerta persona a la que le había ocurrido semejante historia.Salí en todos los periódicos nacionales y extranjeros. Se investigó, nadie me creía por supuesto, pero yo tenía una coartada muy sólida. Mis compañeros de trabajo me vieron salír a las 5 de la tarde y a las 5,30 estaba en Buenos Aires. Hay cosas, que se escapan de la lógica humana y esa experiencia marcó mi vida para siempre. Nunca más volví a ser la misma.

 ALGUNOS ESTÁN DISPUESTOS A CUALQUIER COSA, MENOS A VIVIR AQUÍ Y AHORA.

John Lennon (1940-80).