"Siempre
fui una niña tímida y asustadiza. Mi historia parecería la de otra niña
cualquiera pero quizás más triste. Me robaron mi niñez, me despojaron de mi
pudor, de mi virginidad. Mi cuerpo se llenó de odio y ansiedad, de angustia y
llantos. Y también de moratones...tapados siempre debajo de las mangas de la
camisa...ocultos de la vista de la gente. No recuerdo ya muy bien cuándo
comenzó esto, pero era muy pequeña. Comencé en el colegio y al poco tiempo
comenzó la peor pesadilla que cualquier niño pueda vivir. Mi tutor de clase era
un hombre muy religioso y bondadoso. Se preocupaba de que hiciéramos nuestras
tareas diarias y de enseñarnos educación y saber estar. Un día, que
estaba en el jardín, ya que era el recreo, y esperaba a que salieran todos mis
amigos, él se acercó y me dijo que me llevaba a la cocina a darme un vaso de
leche. Yo me puse contenta, pues le había dicho que mamá se había olvidado de
meterme mi bocadillo para el recreo. Me dio la mano y fuimos andando.
Mientras andábamos él saludaba amablemente a los demás niños y profesores. Yo
me sentía grande a su lado, crecida, importante. Las niñas me miraban con
envidia, ya que me iba a dar ¡un vaso de leche con galletas un profesor! Pero
por los caminos de la escuela, nos desviamos de la cocina y entramos en su
despacho. Yo me senté en una silla, pensando que él iría a la cocina a por la
leche y yo esperaría allí. Y esa fue mi primera vez. Mi primera bajada a los
infiernos. Cuándo todo terminó, me amenazó con que si lo contaba algo muy malo les
ocurriría a mis padres y a mi hermanita. Yo estaba muy asustada y ese día me
puse muy mal. Era la temida ansiedad que me estaba devorando. No comprendía
como mi profesor podía hacer esas cosas, que a mi no me gustaban, conmigo. Esa
noche y muchas más...lloré mucho a escondidas de mis padres. Pasaron los días y
las semanas y eso se hacía ya asiduamente. El me miraba y yo sabía que tenía
que acudir a su despacho. Y volvíamos a bajar a los infiernos. Días y
meses...años. Años muy duros, en los que mi familia decía que era retraída, una
niña apagada, triste, sin vida. Y es que ellos no lo sabían, pero yo estaba
muerta. Mi vida era ansiedad más pánico....no querer encontrar esa mirada que
me decía "vamos". Mi vida se reducía a esperar...esperar a que esos
ojos que yo creía bondadosos...me dijeran "vamos pequeña" y con
ese vamos...yo iría al infierno...estaría con el mismísimo demonio en la misma
habitación, sus manos velludas y asquerosas me acariciarían el cabello y
comenzaría así otro día de infierno inolvidable.
Me iba
haciendo mayor y los abusos no paraban. Ya era como una rutina asquerosa, una
bajada a los infiernos sin luchar, un vivir en este mundo sin estar presente.
Pero también fui comprendiendo que eso no era lo normal, que él no tenía
derecho a hacerme esas cosas ni a amenazas continuas. Me tenía atemorizada.
Cuándo mi hermanita comenzó el cole, él se acercaba a ella y sonreía mirándome.
Y con eso ya bastaba para saber lo que tenía que hacer. ¡¡ Basta ya!! No iba a consentir
que me tocara una sola vez más. No iba a consentir que le hiciera lo mismo a mi
hermana. Incluso... ¡a saber si se lo hacía a otras niñas!
Todo
fue muy rápido a partir de esa decisión. Esa misma noche hablé con mis padres y
les expliqué lo que llevaba años pasando. Fue un drama. Mamá y papá lloraban
sin cesar. Papá solo daba vueltas diciendo cosas terribles. Llamaron a mis tíos
que enseguida tomaron la iniciativa en todo. Primero a la policía. Y ya fue
todo encadena. De allí al hospital donde se confirmó que yo no mentía. Y ese
fue casi mi final de estos abusos que rompieron mi vida en ese momento. El
profesor fue juzgado y declarado culpable de los abusos. No era yo sola, había
más alumnas, y cuándo yo lo denuncié, las demás niñas hicieron lo mismo. Fue un
autentico bombazo en la ciudad y en el colegio, fue un autentico drama para
todas. Pero hicimos lo que teníamos que hacer. Pararlo.
Hoy se
puede decir que soy una mujer que vive feliz pero no olvida. Me dedico a dar
charlas en los colegios de forma altruista. Intento que nadie se calle ni un
solo día cuándo ocurren estas cosas, y os animo a las personas que veis o vivís
algo similar...que denunciéis. Esos mounstros merecen su castigo. Su bajada a
los infiernos."
'En
cada niño se debería poner un cartel que dijera: Tratar con cuidado, contiene
sueños' (Mirko Badiale).
"Ante las atrocidades tenemos que tomar partido. El silencio estimula al verdugo". (Alie Wiesel)
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"Un niño no es un
juguete, es la más grande manifestación de la naturaleza, la divinidad y
la inocencia en todo su noble esplendor… ámalo, cuídalo, cultívalo; NO
lo violentes, pues no merece sufrir por tus falencias". (Anónimo)
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"Un niño no es un
juguete, es la más grande manifestación de la naturaleza, la divinidad y
la inocencia en todo su noble esplendor… ámalo, cuídalo, cultívalo; NO
lo violentes, pues no merece sufrir por tus falencias". (Anónimo)
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"Un niño no es un
juguete, es la más grande manifestación de la naturaleza, la divinidad y
la inocencia en todo su noble esplendor… ámalo, cuídalo, cultívalo; NO
lo violentes, pues no merece sufrir por tus falencias". (Anónimo)
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Por desgracia, estas historias ocurren a menudo.
ResponderEliminar¿Y dónde estaba la familia que no se percató nunca de nada?
ResponderEliminarLos niños siempre dan señales de los que les pasa.
Saludos,
J.