Nací en un pueblo donde el lujo, no existía. El lujo era tener
lavadora o poder ir al supermercado que estaba a cinco kilómetros de distancia.
Aún así, eso lo considerábamos un lujo, pues por lo menos teníamos un
supermercado "cerca". Desde muy pequeña supe que tenía que salir de
ahí, que el mundo me esperaba fuera y que tenía que encontrar cosas mejores que
mi pueblo, que cada día envejecía más. Me fui a la ciudad, a estudiar una
carrera, Geografía e Historia, me gustaba el arte y todo lo relacionado con la
pintura. Primero me fui a casa de una tía a vivir, pero pronto, mi tío me abrió
los ojos hacia otro mundo. Mis largas piernas y mi hermoso cabello parecían ser
el foco de atención de todos los hombres. Mi cara tenía unos pómulos muy pronunciados,
y unos labios carnosos, y gracias a la genética de mi madre, los dientes los
tenía perfectamente alineados. Y a mi padre, le debo la delgadez, por mucho que
comía nunca engordaba. Mi estatura y mi peso eran perfectos y pronto comencé a
llamar la atención, tanto en la universidad como en la calle. Yo era una
pueblerina que no sabía qué hacer con esa belleza mía. Pero...pronto me
salieron "ayudantes" que me fueron guiando por el camino del lujo,
que en realidad, era lo que a mi me gustaba. Adoraba lo que nunca había tenido.
Me gustaba usar perfume, y tener mucha ropa, moverme en ambientes caros donde
olías lujo y dinero con una sola mirada. Mi tío...cuánto tengo que agradecerle
a mi tío. Fue el primero que me dijo que era inmensamente guapa y estaba muy
desperdiciada, que él iba a enseñarme a vivir la vida y a disfrutar de ella. Un
día que mi tía se había ido a trabajar, mi tío me llevó a la cama y me enseñó
sus artes como amante. Fue mi primera vez y en mi contra debo de decir que me
dejé ir, quería saber qué era eso y pronto lo aprendí. No me gustó. Por lo
menos con él. Olía a sudor y a naftalina. Enseguida supe que eso no era lo mío.
Pronto aprendí que tenía que juntarme con otro tipo de gentes más
apropiadas a mis deseos. Mi compañero de universidad era el ideal. Era el hijo
de un político, y vivían en una zona residencial. No me hizo falta nada para
que se hiciera inseparable, tan solo unas miradas y unos coqueteos que había
visto en una de las películas de mi tío. Tenía a Daniel Echegorrí en mis manos.
Mi aspecto, cuidado a la perfección, era muy llamativo por mi inmensa belleza,
pero nada provocativo. Tenía que intentar pasar por una niña bien. Los señores
de Echegorri, nunca estaban en casa, por lo que Daniel y yo estábamos todo el
día con el mayordomo y las sirvientas. Vivía a mis anchas en una casa que no
era mía, con todo tipo de lujos. Comíamos juntos en su casa y prácticamente
hacíamos nuestra vida allí. Yo seguía estudiando mi carrera, pues comprendía
que tenía que acabarla para poder moverme con facilidad por ese mundo. Daniel, les
dijo a sus padres que tenían que conocerme, que llevábamos unos meses saliendo
y que era su novia. Quedamos de ir a cenar una noche. Yo estaba muy nerviosa
por si hacía algo mal o si mis modales pueblerinos podían delatarme. Iba
vestida muy sencilla, un vestido largo, con unas sandalias planas, pues ya era
lo suficientemente alta como para usar tacones. Ese día quería pasar
desapercibida. Unos pendientes largos y brazaletes en los brazos. Un bolsito de
mano haciendo juego con mis complementos y punto. Por supuesto, me lo había
regalado Daniel. Los señores Echegorrí, eran unas personas muy amables y me
acogieron con mucho cariño. El señor Echegorri, parecía que solo tenía ojos
para mí y yo intentaba que su mujer no se diera cuenta, prestándole todo tipo
de cariños a su hijo. Daniel era un chico muy agradable pero a mi solo me
importaba dar el paso adelante hacia un mundo mejor. No me fijaba en nada más
que en mi meta. Vivir como vive los ricos, sin importarme nada más. Pronto el
señor Echegorrí comenzó a aparecer más por casa cuándo antes no lo hacía. Tenía
largas conversaciones conmigo, donde hablábamos de lo que él quería. A Dani le
hacía mucha gracia que me llevara tan bien con su padre, pues era un hombre
serio y nada dado a las conversaciones largas. Pero el señor Echegorrí, tenía
en mente unos planes muy distintos a los que parecía tener. Una noche, se me
acercó por la espalda y suavemente me dijo al oído
- Mañana, dormiré
solo. Ven aquí. Te espero.
Daniel me había
dicho que tenía que irse unos días con su madre a casa de su abuela y que
estaría fuera 3 días.
Por supuesto, esa
noche aparecí allí. Iba vestida de una forma....exageradamente sexy. El señor
Echegorri, era un buen amante en la cama. Me trataba con dulzura y delicadeza y
la naftalina de mi tío había pasado a ser esencia de Loewe. Tomábamos champan
en la cama y me traía bombones. Al segundo día me regaló una pulsera de
brillantes. Este era mi mundo. Aquí me sentía cómoda y bien. Y al señor Echegorri
lo tenía muy atrapado. Con mi hablar dulce y meloso y mis artes en la cama,
aprendidos con mi tío y con sus videos y por supuesto, con su hijo y mis otros
amantes, fui metiéndome al señor Echegorri en el bolsillo. El segundo día me
dijo que tenía que dejar a su hijo, que no podría saber que él me estaba
tocando. Qué yo era suya. A lo que yo le decía que sí, que yo lo quería a él.
El tercer día era
el día en el que íbamos a intentar arreglar el problema en el que "estábamos"
metidos, cuando en realidad yo no tenía ningún problema. El problema...era
suyo. A mí me daba igual Daniel que su padre que Julián. Hicimos el amor dos
veces y el pobre hombre estaba desesperado. No sabía cómo arreglar este asunto
y no quería que me acostara con nadie más. Quería que fuera de él. Para toda la
vida. Y yo...para compensarle sus palabras, comencé de nuevo a hacer el amor
con él, primero dulcemente, diciéndole palabras tiernas y después salvajemente,
como sabía que a él le gustaba. Y....forcé la maquina. Al señor Echegorrí le dio
un infarto fulminante. Y ese fue el principio del fin, de mi historia. Se
enteró todo el mundo, salí en toda la prensa como la zorra que se había cargado
al señor Echegorrí.
Termine mi carrera
en otra ciudad y....volví a poner mis ojos, en Pascual, un joven empresario
adinerado.
Todo el mundo quiere ir contigo en la limosina, pero lo
importante es tener a alguien dispuesta a coger el autobús contigo cuando la
limosina se estropea. (Oprah Winfrey)
Excelente la cita del final; la velocidad del brillo confunde lo duradero de la vida con lo efímero. Siempre digo que cada cual encare su vida como más le plazca,,, pero a veces es difícil combinar los caminos pantanosos con la conciencia de donde se está caminando.
ResponderEliminarLa ambición desmedida combinada con la falta de prudencia es un coctel de perdición.
Fuerte abrazo de la Argentina.
Cada arribista de este mundo tiene sus armas para trepar. Si yo pudiese elegir, creo que me quedaría con un buen escote, pues me parece una buena arma.
ResponderEliminarUna chica provinciana que se deja llevar por los lujos artificiosos de esta vida, sin tener mayor reparo en hacer cosas que hacen perder su integridad. Esta historia promete, Midala.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola, Midala
ResponderEliminarMenuda historia. Consiguió lo que quería, salir del pueblo y vivir mucho. Pero al final, tuvo que huir. No se si le mereció la pena, aunque claro no sabemos cómo le fue con Pascual.
Besotes.
Uhmmmmm, me huelo, Midalita, que con tu retranca galega y tu capacidad de reproducir lo más real de la vida, tenemos historia de tragedia cantada.
ResponderEliminarDesde luego los ingredientes son estupendos : chica ambiciosa sin escrúpulos, parientes pervertidos pervertidores, ricos babasos y de Bilbao, y una huída primera de la serie. Me da pena el "probe" Pascual y su futuro.
Consiguió lo que queria gracias a tus letras, nos has llevado atrapadas hasta el final
ResponderEliminarUn abrazo
Si no tuvo problemas con el tío, por supuesto que siguió volteando lo que obstruya su camino ambicioso.
ResponderEliminarPor ahora me da pena Pascual pero no sabemos que acontecerá. Realmente atrapante este relato. Un abrazo
Vaya que tenía arte esa tía...
ResponderEliminarDefinitivamente cierras el relato con una frase inmensa.
En las buenas es muy fácil querer, hay que ver cuánto se quiere en las malas.
Buen realato Midala, te dejo un besito y una linda semana.
Midala, un relato magnífico y la frase del cierre... profunda reflexión
ResponderEliminarBuen día
Un abrazo
Al menos aún estudió...
ResponderEliminarBesos.
La avaricia rompe el saco, menuda ambiciosa y menudos personajes masculinos has creado.
ResponderEliminarUn beso
Un gran relato que sabe mantener al lector atento hasta el final...
ResponderEliminarMark de Zabaleta
Yo pienso que hemos pasado de matarnos por honor, a desconocer el significado de esa palabra, y... ni tanto ni tan calvo. Al fin y al cabo, como decía uno, el mundo es una cesta de caracoles, y cada uno que saque los cuernos por donde pueda, jejeje. Saludos guapa ;)
ResponderEliminarHola, saludos, excelente día, buen blog el tuyo, te felicito mucho, te invito a que visites el Blog de Boris Estebitan y leas un escrito mío titulado “Diluvio eterno”, es un escrito triste y hermoso al mismo tiempo, te espero ahí, ha sido un gusto pasar por tu blog.
ResponderEliminarComo diríamos por acá, no ha dejado títere con cabeza... ¡Y va por más! Excelente narración, amigaaaaaaaa! Nos has mostrado una vida y una personalidad, con lujo de detalles.
ResponderEliminarP.D. Ahhh me preguntabas por el libro... Me dijeron que hubo un problema con la editorial y que están buscando otra. En cuanto salga a la luz te aviso. Muchas gracias por acordarte, Midalaaaaaaaaaaa!!! Un beso enormeeeeeeeeeeee!!!
Las hay de armas tomar...
ResponderEliminarBesos, Midala.