Ella era todo corazón. Se había brindado desde el primer momento
para todo lo que le hiciera falta y Eduardo le estaría eternamente agradecido.
Era una mujer muy dispuesta y agradable y Eduardo, no estaba en situación de
decir que no necesitaba ayuda. Claro que la necesitaba. Su mujer se había
marchado de casa y lo había dejado con sus dos hijas de corta edad. Le había
dejado una nota diciéndole que se iba, y que se quedara con sus hijas. Y
Eduardo puso manos a la obra en intentar organizar su vida, en poner en orden
de preferencia las cosas y el llorar por su ex, lo dejaba de último. Compró un
adosado en las afueras, donde las niñas podrían tener tranquilidad y casi
ningún peligro. Tenían una zona ajardinada y cuándo el trabajara en casa podía
verlas en el jardín desde su ventana del despacho. Y un buen día llegó una
vecina nueva a la urbanización. Compró el adosado pegado al de el. El se brindó
para ayudarle en los primeros momentos. Se llamaba Susana y estaba divorciada
al igual que el, y llegaba a la nueva urbanización.
Los primeros meses
los pasaron ayudándose mutuamente. Susana se quedaba muchas de las tardes con
las niñas de Eduardo, pues como ella decía "yo no tengo hijos, y mi
trabajo no me impide cuidar de las niñas cuándo a tú te haga falta". Y fue
surgiendo una amistad muy fuerte. Susana entraba en casa de Eduardo como si
fuera las suya propia y cuidaba de las niñas como si de sus niñas se tratara.
Eduardo estaba encantado con ella, y aunque no estaba enamorado de ella, no
podía negar que sería la mujer perfecta para él.
Pero un día tanta
felicidad se torció. Eduardo comenzó a encontrarse mal y comenzaron las idas y
venidas al hospital. No sabían lo que tenía y fueron unos meses muy difíciles.
Susana se hacía cargo de las niñas y de la casa y de hecho pasó a vivir a casa
de Eduardo porque así las cuidaba mejor. Cuándo Eduardo llegó de alta a su
casa, vio que Susana era la que cuidaba de sus hijas y se sintió orgulloso de
tener una amiga así. Ella dormía en el suelo de su habitación para poder
cuidarlos, pues Eduardo estaba realmente muy mal, y lo peor es que no se sabía
el diagnostico. Las idas y venidas del hospital a casa comenzaron a ser muy
constantes y Eduardo cada día que pasaba estaba peor. Había adelgazado mucho y
tenía unos fuertes dolores de barriga entre otros muchos síntomas. Pero por más
que ingresaba y le hacían todo tipo de pruebas no encontraban que era lo que
realmente estaba poniendo tan mal a Eduardo.
Mientras susana
ejercía de madre para las niñas. El vecindario le decía a Eduardo que tenía
mucha suerte de que hubiese aparecido en su vida Susana, pues en sus ausencias
ella cuidaba a las niñas como si fueran sus hijas, y él se sentía agradecido y
en deuda con ella por todo lo que estaba haciendo por su familia.
Dentro de lo mal
que Eduardo estaba, le pidió en matrimonio a susana. Decidió que era una forma
de agradecerle todo lo que por él estaba haciendo. Ella arreglo toda para que
en un espacio de tiempo muy corto se pudiera casar por el juzgado. Querían algo
sencillo porque él no estaba para mucho más. Milagrosamente él comenzó a
mejorar y se pudieron casar sin agobios. Celebraron una boda por lo civil en la
que asistieron sus niñas y esos días Eduardo parecía que estaba mejor.
Aprovechando que comenzaba a sentirse bien, programaron un viaje y organizó
todos los papeles de banco y juzgado. Fue al notario y cambió su testamento, pues
estaba a nombre de su mujer anterior. Puse el chalet a nombre de Susana y las
cuentas corrientes las puso conjuntamente.
Hicieron un viaje
a Viena y lo pasaron muy bien. Susana estaba feliz con sus dos niñas y Eduardo
pensaba que en algún momento se enamoraría de ella. Al llegar a casa, de nuevo
comenzó a sentirse mal y empezaron los dolores y el ir y venir de casa al
hospital.
Eduardo comenzó a
desmejorarse mucho en poco tiempo y tenía unos dolores terribles. El médico le
dijo a susana que se moría y no sabían a qué se debía pero que los órganos
estaban empezando a fallarle.
Esa noche, Susana
llegó a casa y lo primero que hizo fue ir a mirar el testamento. Lo leyó con
calma y fue a la cocina, cogió unos yogures líquidos y metió una cucharilla en
unos polvos que había debajo del fregadero donde ponía MATARRATAS, PELIGRO. Los
echo en el yogur, lo ajito y lo volvió a meter en la nevera. Mañana se lo
llevaría a su marido.
Todo hombre es como la Luna: con una cara oscura que a nadie enseña.
Mark Twain (1835-1910) Escritor y periodista estadounidense.
Que brujaaaaa!!!! Y los médicos que malos, serán los recortes.
ResponderEliminarHay cada interesad@ que asquito da. No todo el mundo va matando, pero la palabrería falsa y barata, también jode lo suyo.
Besotes!
Hay que desconfiar de tanta amabilidad
ResponderEliminarMuy bueno
Un abrazo
Oye Midalita, no sé si ha hbaido mucho bestia suelto por ahí con hachas y pistolas pero está claro, como acostumbras a demostrar con tus relatos, que hay inmensa cantidad de lagartas "sesinas".
ResponderEliminarUna historia oscura, Midala, de acuerdo con el género negro.
ResponderEliminarLo siento por Eduardo y por la niñas. Haber caído en las redes de esa viuda negra.
Buen relato, sin duda.
Un abrazo,
LAS APARIENCIAS ENGAÑAN. UN BESAZO
ResponderEliminarBastante macabro, a lo LOvercrafth o Poe. Buen cuento. Carlos
ResponderEliminarNo te puedes fiar ni de tu sombra, por eso sigo soltero...un encuentro o dos como mucho, y a otra cosa mariposa...me ha gustado, y muy bien escrito...Un besote preciosa.
ResponderEliminarUn excelente relato, que interesa hasta el final!
ResponderEliminarSaludos
Mark de Zabaleta
Entre tanto escritor jactancioso y letras presumidas festejo la elección de este relato de Twain. Por la sencillez y coloquialidad de sus palabras, y una vuelta magnífica.
ResponderEliminarT felicito.
Salud
!!Hola,midala!!
ResponderEliminarLa ambición y la avaricia destruyen al ser humano,pero q grandes somos y generosos en seguir confiando.Una buena moraleja y un buen texto midala.Me ha gustado mucho.Muchísimos besitos,midala.
Que maja es Susana...
ResponderEliminarY que peligro tiene.
Besos.
Por desgracia esas cosas suceden, de verdad que si. Un buen relato Midala.:)
ResponderEliminarUn beso.
!Vaya con la Susana!Buen relato, pero chica...qué maldad más bien calculada, hasta el final.
ResponderEliminarGracias por gustarte mi seguidilla.
Mil besos para ti
Sor.Cecilia