Egbert y Hagen habían permanecido unidos
toda una vida. Les unía un gran secreto que hacía que su amistad estuviera por
encima de todo, y Hagen, cuidaba esa amistad, quizás por interés, quizás por
conveniencia, quizás porque realmente se consideraba amigo de Egbert. Ahora, en
su vejez, aún permanecían unidos, unidos por un vinculo, por una historia...por
una tragedia...y por un gran secreto.
Fueron detenidos por las SS el el 11 de
febrero de 1.942. Egbert era homosexual desde que su memoria ya ni recordaba.
Lo había tenido que ocultar toda su vida, como se hacía en aquellos tiempos.
Pero él tenía una vida sexual activa. Su compañero, Hagen, pertenecía al
partido nazi. El sencillamente era alemán, un alemán en tiempos difíciles donde
el era realmente consciente de que no militaba en "el partido" porque
no estaba de acuerdo con las ideas que el señor Hitler proclamaba a todas
horas, a pesar de que la gente hacía oídos sordos a tanta brutalidad. La
población, parecía vivir tranquilamente, la alemana por supuesto, pero las
injusticias....la muerte....la miseria...los asesinatos en masa....la
brutalidad...se cebaba con la población no alemana. No solo eran
judíos....gitanos...homosexuales....deficientes mentales.....prisioneros
rusos...gente que incumplía las normas del partido...mataban a destajo sin
importarles la raza humana. Egbert era muy consciente de todo lo que ocurría y
Hagen, era su amigo. Pero había un tema tabú entre ellos. Hitler y su política
de exterminio. Sus encuentros eran asiduos y los dos lo guardaban en secreto.
El 11 de febrero de 1942 fueron detenidos en
casa de Hagen por realizar prácticas homosexuales. No importaba que fueran
alemanes ni que Hagen fuera militante del partido. Había sido detenido
"con las manos en la masa" por un chivatazo de algún vecino.
Ingresaron en Auschwitz I recién construida. Allí sus ojos vieron como
castraban a los hombres y azotaban a las mujeres, vieron como los experimentos
con gemelos y enanos se realizaban sin los ningún tipo de escrúpulos ni
remordimientos. Ante sus ojos pasaron todo tipo de atrocidades. Hagen,
contemplaba impasivo todo este sufrimiento humano. Conocedor de las "leyes
hitlerianas" decía que "esta gente" se lo merecía....que era
mejor hacer una limpieza étnica en el mundo. Según él, hay gente que nunca debe
venir al mundo, y si lo hace, es para que ellos puedan experimentar y aprender
con sus cuerpos. Aunque Hagen había sido detenido con Egbert, estaba claro que
el trato que tenía el primero, no era el mismo trato que recibían el resto de
los presos. Hagen compartía con Egbert todo lo que él recibía del resto de sus
compañeros de las S.S. Los carceleros, por llamarlos de alguna forma,
simpatizaban con Hagen, ya que había cometido "un gran desliz" pero
era uno más de los suyos, por lo que lo proveían de alimentos y tabaco que él
compartía con Egbert. La amistad estaba por encima de todo, incluso por encima
de muchas de sus ideas.... ¿O...no? Egbert era alemán como él. Rubio esbelto y
de gran atractivo. Nada que ver con los judíos ni gitanos. Además ellos no
hablaban de las teorías hitlerianas.
El 8 de Mayo de 1945 dio por terminada la
segunda guerra mundial. A pesar de ser alemanes los dos, Hagen, con la ayuda de
sus amigos de las SS, se hizo pasar por judío. El le decía a Egbert, que él no
tendría problemas, pues no estaba afiliado a ningún partido, pero si se
enteraban de que él pertenecía a las SS le harían un juicio injusto y lo
matarían. Ahora ya no tenía la ayuda de los suyos y tenía que buscarse la vida.
Le dieron un pasaporte falso, perteneciente a un judío fallecido en Birkenau. Y
esa fue la forma en la que Hagen, salió airoso del final de la segunda guerra
mundial. Egbert pasó unos años recluido, a pesar de demostrar que no pertenecía
a las SS fue apaleado torturado y encarcelado, por ser alemán.Egbert no
acudía a verlo ya que tenía miedo de que se dieran cuenta de su gran mentira.
Sin embargo, mandaba siempre a alguien en representación de él y le daban
comida y dinero. Le decían siempre que Egbert lo estaba esperando en Brasil y
le prometían todo tipo de ayudas.
Y así fue, cuando Egbert fue liberado, lo
fueron a buscar y lo llevaron a Brasil. Allí lo estaba esperando Hagen como
había prometido. Y la vida continuó. Vivían juntos, la gente pensaba que como
amigos, cuando en realidad eran amantes. Hagen se ocupaba de los menesteres de
la casa, y las múltiples reuniones que Egbert hacía en su casa, él era el
encargado de organizar todo y de que sus invitados se sintieran a gusto. En un
principio, él pensó como bien le había dicho Egbert, que eran compañeros que
los habían ayudado, a los dos, porque el también se había beneficiado. Y Egbert
no quería llevarle la contraria ni discutir de temas ya pasados. Su relación
funcionaba y realmente a él no le faltaba de nada. Hasta que un día, en una de
esas reuniones, oyó algo que nunca debió de oír. El movimiento Hitleriano se
estaba levantando de nuevo, con antiguos militantes del partido. «Soy de
la opinión de que el completo exterminio de los judíos en
Europa, y fuera de ella, en todo el mundo si es posible. Ese fue el momento en
el que Egbert pensó que no debía de guardar más su gran secreto. Su amigo, no
era judío. Y estaba levantando de nuevo su partido.
Sabía que había una organización que se
dedicaba a buscar antiguos militares nacis. Comenzó buscar información, a
frecuentar los suburbios de Brasil, a preguntar a los judíos…La angustia de
Egbert era cada vez mayor por encontrar a alguien a quien delatarlos, que
pudieran parar esa barbarie de nuevo. Escribió en un cuaderno todos los datos
de la gente que entraba en casa, con sus actuales nombres, y las palabras
justas que había oído. Ese cuaderno vivió con él muchos meses, y por supuesto,
su compañero nada sabía de él.
Una noche conoció a un anciano, judío, que le
prometió ponerle en contacto con la persona adecuada. Esa misma noche, un ángel
cuido de que lo que él pretendía, llegara a su fin. Entrego el cuaderno a ese
hombre judío. No podía llevarlo tanto tiempo oculto. Envuelto en una tela roja,
sucia y gastada del roce de sus ropas, se lo entregó al anciano diciéndole que
él era el encargado de dárselo a la persona adecuada. Ese cuaderno era la llave
para encarcelar a personas de las SS, que actualmente estaban preparando de
nuevo el exterminio de los judíos en el mundo. El anciano, con la libreta en la
mano, puso en movimiento la maquinaria para que esa libreta llegara a su
destino.
Egbert, esa noche, llegó a casa tranquilo y
por fin respirando. Hagen estaba reunido, por lo que no habían notado su
ausencia. Pero Egbert lo mandó pasar al salón. Sumiso, entró y pensó en grabar
en su memoria todo tipo de rostros nuevos que estaban hoy reunidos. Lo único
que pudo grabar en su memoria Hagen, fue una pistola que su amigo desenfunda y
le apuntaba a la sien.
La maldad vive entre nosotros…habita en
nuestro entorno…la maldad…somos nosotros. Midala
ESte tema hoy, es bastante discutido, ante la legalización de sus uniones que buscan los homosexuales, y la oposición de los integristas, que no reconocen que las minorías también tienen derechos; pero yendo al meollo del cuento, muestras la condición humana,que es pérfida y traicionera, en la conducta de uno de los personajes liminares de tu relato. UN abrazo. Carlos
ResponderEliminarUn gran relato que sabe tratar un tema siempre complicado...
ResponderEliminarSaludos
Mark de Zabaleta
Abordas un tema eterno, Midala y lo transitas con pericia. Buen trabajo para un tema oscuro.
ResponderEliminarUn abrazo.
Te expresas con una facilidad envidiable. Realmente se te da muy bien escribir.
ResponderEliminarLo haces con una soltura...
Me gustaría que te pasar por mi blog. Tu opinión sería de gran ayuda.
Un besazo!