Robert miraba hacia atrás y comprobaba que su vida estaba patas
arriba. Y todo por estar en el momento que no debía y escuchar lo que nunca en
su vida debió de haber escuchado.
El era un hombre de pocos recursos Su padre siempre le decía de
pequeño que nunca iba a ser nada en la vida. Se había equivocado. Pertenecía al
personal de limpieza del presidente del gobierno de su país.. Eso sí, siempre
decía orgulloso que limpiaba en la casa del Presidente de su nación, no en una
casa cualquiera. El día en que comenzó todo, Robert estaba limpiando el
despacho del Presidente. Eran las cuatro de la madrugada y estaba limpiando la
plata, como hacía todos los días. Ordenó todas las cosas y las limpió con
esmero y pulcritud. Limpió cristales y sacudió cortinas. Vació ceniceros, el
señor presidente siempre tiene su cenicero lleno de colillas. Robert sonrió
ante este hecho y pensó en cuantas cosas sabía él de su Presidente que jamás
contaría...Lo que él no sabía, es que las cosas estaban a punto de cambiar.
Después de pasar el aspirador y dejar todo impecable, comprobó con una
mirada que todo estaba en orden. Salió del despacho y llevó todos sus
utensilios de limpieza al cuarto. Robert estaba obligado a limpiar con guantes
y siempre llevaba un paño colgando de su pantalón, por si en algún momento se
veía necesitado de él no tendría que acudir al cuarto a coger las cosas. Saludó
a su compañero Mikel, un joven muy eficiente que siempre iba con los cascos
puestos. Robert comprobó toda su zona y vio que todo estaba inmaculado. Cerró
las ventanas del despacho y una de las cortinas, cuándo iba a cerrar la otra
vio que el zócalo no estaba como debía de estar. Por lo que se agachó a
limpiarlo.
En ese momento se abrió la puerta de golpe y unos pasos apurados se
acercaron al teléfono. Robert quiso decir que él estaba allí limpiando, pero el
miedo a que le dijeran algo lo paralizó. Se echó hacía el lado donde la cortina
estaba más encogida y allí se quedó agachado. Alguien entró de nuevo en el
despacho. No era normal que a esas horas el Presidente estuviera trabajando, sí
es que era el Presidente...porque por ahora...se había descolgado el teléfono
pero todo era silencio. De pronto las voces se pusieron a hablar. Era la voz
del Presidente de la nación y de su vicepresidente. Y comenzó la terrible
conversación.
Robert sabía que lo que estaba escuchando era malo y si se daban
cuenta de que él estaba detrás de las cortinas, su vida correría peligro.
Hablaron cerca de media hora y Robert intentaba recordar todo lo que estaban
diciendo aunque sabía que debería de olvidarlo todo. Su jefe, su amo, era el
Presidente, y a él le debía fidelidad. Pero.... ¿a cualquier precio? Cuándo se
marcharon, siguió agazapado, muerto de miedo y temblando, pensando en cómo iba
a salir de allí sin que nadie se percatara de que él había escuchado todo. Su
padre siempre decía que la política era sucia, y estaba llena de mentiras.
Robert ahora de pronto recordaba esas conversaciones con su padre, en las que
él discutía y defendía a sus Presidentes. Ahora se daba cuenta de que su padre
sabía más que él, quizá más por zorro que por viejo...y él aún era joven y
creía que el mundo era hermoso.
Permaneció agazapado pensando en la conversación y que debía de
hacer...mucha gente podría morir si él callaba...pero... ¿a dónde iba? ¿Qué
hacía? Su cabeza daba vueltas mientras intentaba buscar una solución. Cuándo
había pasado media hora desde que la habitación había quedado vacía, Robert,
salió de entre las cortinas...despacio...inspeccionando todo, aterrado de que
alguien lo viera. La estancia estaba vacía. Se acercó lentamente a la puerta y
la abrió. Miró a ambos lados y salió. Se dirigió hacía su cuarto para cambiarse
y marcharse cuantos antes de allí.
En la sala de los ordenadores, Pierre, estaba vigilando las pantallas.
Vio como salía el señor Presidente de su despacho y como al rato, Robert, salía
de detrás de las cortinas. Toda la maquinaria se puso en funcionamiento en ese
momento. Robert nunca llego a entrar en su cuarto, y jamás nadie supo que había
escuchado detrás de las cortinas.
Nadie puede adoptar la política como profesión y seguir siendo
honrado.
Sin duda una gran historia, me hace pensar en cuantas historias así habrá en el mundo y nunca sabremos nada, en cuantas personas sospechan de cosas así y los desacreditan como conspiranoicos...
ResponderEliminarBesos Midala :)
Me alegra mucho cada vez que reapareces, Midala.
ResponderEliminarEste relato tiene el punto justo de cocción que deja al lector barajando todos los secretos posibles.
Un abrazo,
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