Andrés contempló su casa en el silencio de la noche. Sus dos hijos
dormían ya....y él se quedaba a contemplar sus sueños de niños, sus
caras de esperanza y alegría ante las penurias. Miraba sus caritas y
solo veía ternura y amor. Sus dos hijos eran su vida y por ellos
lucharía hasta el final. Andrés siempre se consideró un buen fontanero,
pero la desgracia se había cebado con él. Primero su mujer enfermó. Un
día se levantó y dijo que no se encontraba bien. Y ahí comenzó su
calvario. Ana tenía 36 años cuándo los dejó. Ahora él era el responsable
de su familia, de sus dos hijos que tanto les habían dado a ellos como
pareja y como padres. Esos dos niños que ya habían sufrido más que
cualquier otro niñó a su edad. Habían conocido a una familia feliz, con
dinero para pagar sus deudas y algun capricho...habían conocido a una
familia unida y que se quería. Y ahora estaban solos, sin su madre...su
padre en el paro y en el mes de diciembre, se le terminaba ya el
subsidio de desempleo. En estos momentos estaban sin nada en el
bolsillo. Y andrés tenía que plantearse que iba a hacer. Que iba a hacer
para sacar a sus hijos adelante. Qué iban a comer a partír de ahora y
como iban a celebrar las fiestas. Si fuera otro año le daría igual, pero
precisamente este año que su madre los había dejado...quería que sus
hijos tuvieran lo mismo que los demás niños...una cena...como les hacía
su madre...y unos regalos debajo del arbol el dia de reyes.
Ya
amanecía cuándo Andrés salió de la que aún era su casa. Llevaba por
primera vez un cartel. Un cartel de cartón para pedír limosna. " Soy
fontanero en paro. Mis hijos no podrán celebrar las navidades". Fue
andando sin sentido por las calles, llevaba el cartel colgado al cuello,
como si de un perro se tratara. Ya estaba dispuesto a todo, a pedir en
la calle...a acudir a cáritas...lo que sea con tal de que sus hijos
comieran. Atravesó calles en silencio, con su mano estirada. El agua lo
estaba empapando y la nieve comenzaba a caer. Pero Andrés ya no sentia.
Su dolor era tan inmenso que no llegaba a sentír el frío de la nieve
sobre su mano estirada. Pasó muchas horas dando vueltas sin saber que
hacer. Miro su recaudación del día. Siete euros. La gente que le daba
dinero también tendrían sus problemas, pensaba Andres, bueno hasta la
médula. Era todo bondad y buen corazón. Y al pasar delante de una
Iglesia cayó rendido a los pies de la escalera. Lloró de rabia e
impotencia, de miedo y angustia. No sabía que iba a ser de la vida de
sus hijos. No sabía como afrontar esta nueva prueba que el Señor le
ponía.
Un anciano que pasaba por allí lo vió llorar y
se acercó a él. Le acarició la espalda y leyó su cartel. Le ofreció
tomar un café caliente y así comenzó una nueva amistad para Andres. Dios
había puesto en su camino a un buen hombre, Manolo. Manolo lo llevó
hasta su casa y le presentó a su mujer, Alicia. Alicia era una mujer
entrañable, buena de corazón como Manolo. Alegre y dicharachera
enseguida se hizo cargo de la situación. Le ofreció un plato de caldo y
unos filetes que habian sobrado de la comida. Mientras todos cenaban
juntos, Alicia preparaba unas bolsas para la cena de los niños. Hoy
había echo caldo de verduras y tenía una pota grande. Lo repartiría para
todos a partes iguales. Para su nuevo amigo y sus hijos, para ellos, y
para su hija. Alicia sabía lo que es compartír. Cuándo Andrés salió de
la casa de los dos ancianos, era otro hombre, lleno de optimismo y
alegría, esa alegría que la anciana le había contagiado y ese optimismo
que Manolo le había inyectado. Le habían dicho que todo pasaría, que era
una mala racha pero que de todo se sale. Que no perdiera la esperanza. Y
Manolo no la iba a perder. Repartió la cena entre sus hijos que la
tomaron contentos y alegres, preguntandole a su padre que le contara que
había echo en el dia de hoy y que les contara de sus nuevos amigos.
Sus
vidas habían cambiado. Manolo y Alicia, eran de esas personas que solo
creemos que existen en los cuentos, pero que las hay.Nunca se debe de
perder la esperanza. Andrés cenó en casa de sus amigos, y sus hijos
tuvieron unos regalos, unos cuentos, unos puzles y mucho cariño. Alicia
cocino coliflor con bacalao para todos y una carne. Era una mujer muy
trabajadora y muy buena cocinera a pesar de tener ya 83 años. Fueron
días muy felices para Andrés. No sabía como iba a poder pagarles todo lo
que estaban haciendo por él. Y de pronto...la luz se encendió. Alicia
había comentado que su ilusión era poder cambiar su bañera por un plato
de ducha. Y se puso manos a la obra. Ahí fue donde comenzó su nuevo
cambio de vida. Trabajo sin descanso para dejarles preparada su ducha.
Cómoda y a la vez económica. Como ellos querían. Les puso un asiento
incorporado ya. Pegado a la pared. Especial para gente mayor y con
problemas. Alicia se encargó de hacer propaganda por el edificio,
enseñando su nueva ducha a sus amigas vecinas. Y de pronto....llovieron
las ofertas de trabajo. Andrés tenía más trabajo del que en realidad el
solo podía realizar. Eran cuatro edificios unidos, haciendo un cuadrado.
Estaba habitado por gente mayor que ya necesitaba adecuar las casas a
sus necesidades. Y el boca a boca es lo que fue haciendo que de nuevo
Andres pudiera sonreir.
La esperanza es lo último que debemos perder.¡¡¡¡ Felices Fiestas!!!!. Midala.
Llevas toda la razón, la esperanza no deberíamos perderla nunca. Lo malo es que a veces es muy difícil.
ResponderEliminarMuchos besos y muy felices fiestas también para ti.
FELICES DIAS NAVIDEÑOS
ResponderEliminarUn abrazo, Midalita.
Deseo que pases unas felices navidades, y, que la magia, la ilusión y la esperanza, siempre estén en tu vida, no sólo en navidades, sino todos los días del año.
ResponderEliminar¡Felices fiestas!
Un beso.
Para ti y todos los tuyos ¡Paz y Bien!
ResponderEliminarAndré
Siempre hay algún alma buena que nos devuelve las ganas de volver are pesar. Felices fiestas
ResponderEliminarFeliz Navidad.
ResponderEliminarCiertamente la esperanza y una dosis de ilusión nos mantienen erguidos...ante tanta desgracia!
ResponderEliminarFelices Fiestas
Mark de Zabaleta
Como siempre... espectacular el relato. Gracias por no olvidarme. Lo mejor para tí y los tuyos, ahora y siempre.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Y qué razón tienes, sin esperanza no somos nada.
ResponderEliminarUn abrazo, Feliz Navidad y que el Año Nuevo nos traiga cosas buenas.
Abrazos.