Tres
horas despierta eran demasiado para cualquiera dando vueltas y más vueltas en
la cama. Decidí levantarme y pintarme las uñas. Mientras la uñas no me secaban
me fume un pitillo en la ventana. No me gustaba que quedara el olor a tabaco en
toda la casa, después gastaba en ambientadores lo que no hay en los escritos.
Todas las luces de las casas de la ciudad estaban apagadas. Parece que la única
loca en el mundo con insomnio soy yo. El parque que tenía enfrente de casa
tenia las luces encendidas y se veía muy bonito, con sus árboles y palmeras
relucientes, en plena ebullición primaveral. Los rosales comenzaban a dar rosas
y las flores chiquititas salían por todas partes, como palomitas en un
microondas, saltaban por todas partes del jardín. A lo lejos vi venir a una
pareja y pensé en la envidia que me daban. Yo a mis 34 años aun vivía sola y
pensaba que sería así siempre. No tenía yo madera de casada. Me gustaba mi
privacidad y sobre todo mi espacio. No tenía ninguna gana de compartir cama y
baño, y menos de tener que planchar doble.
La
pareja parecía que iba discutiendo y a medida que se iban acercando fui
comprobando que la discusión era muy fuerte. Yo vivo en un segundo por lo que
no me era difícil ni ver a la parejita ni el oírlos.
Y todo
ocurrió muy rápido. Yo me di cuenta de que la chica era la hija de la señora
del 5º, era Bea, y yo me disponía a gritar su nombre y levantarle la mano, pues
las cosas se estaban poniendo muy feas. Justo en el momento en que abría la
boca, el hombre sacó del bolsillo del vaquero algo y apuñaló a la chica. No una
ni dos ni tres veces. Muchas. Yo grite su nombre con todas sus fuerzas. Y él
paro. Paró de apuñalarla y miró hacia mi ventana. Inmediatamente comenzaron a
encenderse luces por todos los edificios cercanos y en el mío propio. La gente
se asomaba y yo pedía auxilio. El comenzó a correr. Le vi perfectamente la
cara. Corrió y desapareció. Cogí la cajetilla de tabaco y salí de mi piso
corriendo, llamando a mi vecina y bajando las escaleras como alma que lleva el
diablo. Corrí hacia Bea y le tomé el pulso. Aún latía. Muy lentamente pero
latía. Yo ya estaba rodeada de gente en bata y zapatillas y con los teléfonos
móviles ya estaban llamando a una ambulancia. Nos juntamos allí yo creo que
todos los de la manzana. Unos hablábamos encima de otros y yo estaba histérica.
A lo lejos vi venir a Ana y su marido. Venían en pijama y alarmados por el
griterío. Yo me acerque a ellos corriendo y avisándoles de que no se acercaran.
Pero ya se imaginaron algo y empujaron a todo el mundo hasta hacerse un hueco
en donde Bea estaba tirada en el suelo. El charco de sangre cada vez se hacía
más grande y sus padres gritaban y lloraban a su lado. Pronto llego la
ambulancia y nos separamos para que hicieran su trabajo. También vino la policía.
Se llevaron a Bea al hospital, diciendo que estaba muy grave. Sus padres fueron
detrás, en el coche. Los que allí estábamos declaramos lo que vimos, pero en
realidad, la única que había visto todo era yo. Por lo que se centraron en mí.
Les conté todo lo que había visto y lo que había oído. Les día la descripción
exacta de la persona que la había apuñalado. Era un hombre de unos 22 años,
pelo claro, alto y atletico.Vestía vaquero y sudadera de capucha de color verde
militar. Los coches patrullas de la policía decidieron hacer una búsqueda por
la zona, no podía estar muy lejos, ya que todo había sido muy rápido. Quedamos
en que a primera hora de la mañana me presentaría en la comisaría para hacer un
retrato del hombre pero con lo que tenían era suficiente por ahora para
comenzar la búsqueda.
Nos
quedamos hablando en el portal los vecinos y fumándonos algún pitillo que otro.
Todos decían que gracias a mi insomnio igual lo cogían. Maldita sea. No quería
que Bea fuera otra de la victimas que saliera en el periódico al día siguiente.
Era una niña muy maja. Estudiosa, buena...cariñosa. Estaba estudiando
periodismo y le iba muy bien. No podían truncarle la vida de esa forma. Ojalá
lo cogieran esa misma noche y Bea se recuperara.
Ya
empezaba a amanecer cuándo nos fuimos retirando todos a nuestras casas. Yo
pensaba subir a la mía, ducharme y ya marcharme a la comisaría. Si apuraba aún
me daba tiempo a desayunar. Me despedí de mis vecinas y me di cuenta de que me
había marchado de casa dejando la puerta abierta. Menos mal porque no había
cogido las llaves. Entré, y cerré con llave. La verdad es que aun estaba
asustada. Encendí las luces de casa. Por donde iba pasando las iba encendiendo.
Al llegar al salón y encender la luz, lo vi. Estaba sentado en el sillón. Era
él. El que había apuñalado a Bea, y se había quedado dormido. Me di la vuelta y
muy despacio me intenté escabullir por donde había entrado. De pronto alguien
me agarró por detrás y me tapo la boca, diciéndome "si gritas te mato
ahora mismo". Parecía que esto no me estaba pasando a mí, que era toda una
película, pero sentía la presión de su mano en mi garganta. En un principio el
susurraba en mi oído que quién me había mandado estar en la ventana mirando.
Después comenzó a elevar el tono de voz, llamándome cotilla asquerosa,
reprochando el haberlo visto todo, y acto seguido, noté un pinchazo en la
yugular. Sentí que sus manos aflojaban mi garganta y que las piernas se me
doblaban...noté como me caía...y como salía la sangre a borbotones de mi garganta.
Quise gritar pero no pude. Él, desde arriba me miraba. Miraba como me iba
muriendo. Y yo sentía la muerte muy cerca...cada vez más cerca...tenía frio...y
los ojos se me cerraban. La muerte se apoderó de mí.
Hoy se fue el mejor escritor de los últimos tiempos. Descanse en Paz.
Gabriel García Márquez
(Aracata
- Colombia1928- ). Escritor, periodista.
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