"La vejez no es un impedimento para ver la crueldad de los seres humanos. A mi edad puede decirse que mi vida fue plena y llena. Viví una guerra civil, dos guerras mundiales, el nacimiento de mis ocho hijos y la muerte de tres, el fallecimiento de mi esposa y el nacimiento de mis nietos. Vi de cerca la cara del diablo ya que, uno de mis hijos era drogadicto. Lo vi descender al mismísimo infierno, vi su dolor y el dolor ajeno, vi como se hundía la familia y como con su muerte resucitábamos. Esos remordimientos eran peores que el infierno. Creía que todo estaba visto y todo vivido.
Pero me faltaba por ver una última jugada. Tan doloroso como las ya vividas.
Guardo gratos recuerdos de mi niñez y de mis padres. Mi padre era un trabajador incansable. Comenzó arreglando máquinas que los vecinos usaban para arar los campos o las bicicletas de los niños, él tenía mano para eso. Iba de puerta en puerta día tras días. Hasta que un día dijo que iba a poner una tienda para vender maquinaria agrícola. En aquel entonces eran cosas básicas pero con el tiempo la maquinaria se convirtió en grandes tractores, en los que papá invirtió un dineral. La tienda se convirtió en dos tiendas y con el tiempo en una gran fábrica con todo tipo de maquinaria agrícola, montaje de instalaciones para granjas...construcciones de naves para almacenes e industrias...sembradoras....trituradoras...en fin, una gran empresa es la que hoy está en manos de mis hijos.
Yo vivo solo, pero tengo mi asistente personal, que es quién me ayuda en mis tareas diarias, independientemente del personal de servicio de la casa. Mario, es como se llama la persona que pasa a mi lado más horas al día, y quizás una de las que mejor me conoce. En él tengo plena confianza ya que llevamos juntos 20 años. Mario antes de ser mi asistente, trabajó para mí en la empresa. Éramos íntimos amigos desde pequeño. Sabíamos que el estatus social era distinto pero no era motivo de distanciamiento entre nosotros. Mis hijos solían venir a verme con frecuencia y mis nietos también. Ellos eran los encargados de llevar todo el peso de la fábrica ahora. No tenían problemas entre ellos, cada uno ejercía su trabajo, y su meta era abrir más fábricas, importar al extranjero, en fin, metas muy claras de prosperar y mejorar cada día más.
Mi herencia estaba muy clara. A partes iguales para mis cinco hijos. Para mis nietos una cantidad de dinero igual para cada uno de ellos y para los empleados de mi casa, entre los que está Mario, otra cantidad nada despreciable de dinero. Creía que era una herencia justa para todos. Pero había alguien que no pensaba lo mismo...
Uno de mis hijos pensaba que él tenía más derechos que los demás. Creía que no era justo que todos heredaran la misma parte. El tenía que ser el eje principal de la herencia, porque él era el que más trabajaba, el que más horas pasaba allí y el que según él, se había dejado la piel en ello. Ese fue el planteamiento que me hizo, y mi cara de estupor lo dijo todo. Lo eché de casa después de ciertos improperios que soltó por su boca que me dejaron perplejo. Pensé que se le pasaría y que volvería a pedir perdón. Pero pasaban los días y no aparecía. Llamé a sus hermanos para reunirnos a cenar y comentar lo que había ocurrido. El mediano, después de mucho tira y afloja, soltó la gran bomba. Su hermano había estado robando dinero y él lo había descubierto y tapado pensando que así lo ayudaba, hasta que se dio cuenta, de que su hermano, era drogadicto. Estaba enganchado a las drogas como lo había estado su otro hermano, y no nos habíamos dado cuenta ninguno, o mejor dicho, no habíamos querido darnos cuenta. Había ido dejando señales las cuales habíamos ignorado, y la más clara había sido el robo de dinero en la empresa. Se habló de nuevo que íbamos a hacer y como íbamos a solucionar esto y decidimos hablar con él para que ingresara en un centro. Nos despedimos y me quedé con Mario hasta altas horas de la madrugada llorándole mis penas. Mario escuchaba con cara compungida. Volvía a repetirse la historia, pero esta vez me cogía demasiado mayor para poder pelear. Esa misma noche, cuándo nos íbamos a acostar, apareció mi hijo. Venía desencajado. Quería dinero...necesitaba dinero urgentemente. Gritó, me insultó. Cuándo Mario le quiso parar los pies, lo empujó y subió las escaleras hacia la habitación. Gritaba que cogería las joyas de su madre y las vendería. Mario subió detrás de él para impedirle que tocara nada. Yo estaba apoyado en el sillón del salón, me estaba superando la situación. Estaba cogiendo una cafenitrina de mi bolsillo, ya que las llevaba siempre en el pastillero, mi corazón estaba gastado y era demasiada presión. Oía gritos arriba y vi subir y bajar a mi hijo varias veces enloquecido. Necesitaba su dosis e iba a hacer todo lo posible para conseguir dinero. De pronto, los gritos se acercaron a la escalera y mi hijo empujó a Mario. Rodó escaleras abajo mientras él entraba en mi habitación. Mario quedó tendido en el suelo con un hilo de sangre por la boca. No se movía. Mi hijo bajó desesperadamente las escaleras con su botín en las manos. Saltó por el cuerpo de Mario y se marchó. Mario estaba delante de mí con los ojos abiertos y muerto. Mi hijo había matado a mi fiel compañero.
Hice lo que tenía que hacer. Antes de llamar a mis hijos llamé a la policía. A los pocos días apareció el cuerpo de mi hijo. Había muerto de una sobredosis. La historia se había repetido de una forma más dramática que la primera. Lo teníamos todo en esta vida, él lo tenía todo y nos arruinó el futuro. No me interesaba ya vivir. La vida me había mostrado su cara más amarga y cruel. Ya nada tiene sentido. Tendré que vivir los años que me queden pensando en que me equivoqué para que dos de mis hijos fueran drogadictos, tendré que sobrevivir pensando en cómo le arrebató la vida a Mario y destruyó nuestro futuro. "
Este Relato Corto no tiene nada que ver con mi vida. Es invención.
La vida consiste no en tener buenas cartas, sino en jugar bien las que uno tiene.
Josh Billings (1842-1914) Humorista estadounidense.
Opino y hablo y con gusto MIDALA. No hace falta atrevese después de leer tu narración tan bien lograda, todo lo contrario. Has hecho un relato fuerte y muy de nuestra época. Y tienes razón, basta con jugar bien las propias cartas.
ResponderEliminarUn abrazo, ROBER
yo padre yabuelo doy mi opinión hay que criar bien ha la familia educarlos darles amor y orientarlos yo también tengo 7 hijos todos de bien pero el diablo mete la cola nos ase sufris pero tengo el apoyo de mi mujer junto lo superamos aunque el dolor sigue dentro
ResponderEliminaryo creo que es tu caso personal y que no has sabido educar a tus hijo, inutil.
ResponderEliminarPuedes entrar en mi casa y expresarte,pero nunca insultarme. Esto...es un relato inventado. Ni tengo hijos, ni fabricas ni un Mario en mi vida. Sin embargo,no creo que los padres no sepan educar a sus hijos, a veces...l8s hijos tambiėn tienen su raciön de culpa. Y con esto, sal de mi casa y no vuelvas a entrar. Es un tema muy duro y no creo que debas de insultar gratuitamente. Un saludo
EliminarUn relato que sabe hacernos reflexionar...
ResponderEliminarSaludos
Excelente relato, para reflexionar mi hermano menor se suicido pero era alcohólico a pesar de todos los esfuerzos de la familia , así que salvando la distancia de tu cuento se algo de lo que expresa tu relato saludos afectuosos
ResponderEliminarMuy bueno Midala, como siempre :-)
ResponderEliminarUn beso.
Holaaaa Midala! Me ha encantado el relato! Es un verdadero placer poder leerlos....
ResponderEliminarUn abrazo muy, muy fuerte :-)
El final es un poco naif. Pero construyes muy bien los relatos. Te seguiré leyendo. Saludos!
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