"Aquel día era como otro cualquiera, el cabreo permanente de
Emilio siempre estaba ahí. Era el hombre del rictus enfadado. Cualquier excusa
era buena para poner mala cara y que se apoderara de él un cabreo que le
invadía desde lo más profundo de su ser, avanzando desde las palpitaciones
aceleradas de su corazón, pasando por su garganta con un gruñido y terminando
en su boca con todo tipo de palabrotas y gruñidos, pasando después al estado de
enfado continuo. Y no es que la vida le tratara mal. Tenía dos hijos pequeños
preciosos y llenos de salud y una mujer maravillosa, con una sonrisa permanente
en sus labios. El refrán de que los polos opuestos se atraen en el caso de la
vida de Emilio era cierto. Sabía que era un hombre agraciado en todos los
sentidos, pero por más que intentaba quitar de su alma ese sentimiento de
amargura no lograba arrancarlo de su ser. Su mujer siempre le decía que nunca
le había ocurrido nada demasiado grave y por eso estaba siempre enfadado, ese
enfado con el mundo era por no saber apreciar su vida lo suficiente. Quizás
fuera cierto o no, pero le cabreaba mucho esa frase. Y... ¿es que había algo
que no le cabreara?
Ese día había cogido el coche y tenía que acercarse a hacer unos
papeleos en el banco. Ya le iba invadiendo ese enfado característico en él, y
todo porque le parecía escaso el horario que tenía el banco para él poder
arreglar sus finanzas. Quiso aparcar y no había sitio. El parquin estaba lleno.
Por lo que comenzó el periplo de dar vueltas en redondo hasta encontrar un
aparcamiento. Se metió por una calle de un carril y a lo lejos vio que salía un
coche. De pronto se dio cuenta de que detrás venia una ambulancia y parecía que
tenía prisa porque lo estaba dejando sordo. Pero Emilio se tomó las cosas a su
manera, siempre con gritos y gruñidos. Discutió con un anciano que estaba
cruzando por un paso de peatones y no iba lo demasiado rápido que él deseaba, y
no es que la ambulancia fuera con las luces encendidas y haciendo señales de
desesperación. Eso se le daba exactamente igual. Los conductores de las
ambulancias siempre tienen prisa. Siempre llevan las luces encendidas para
molestar al personal. El conductor de la ambulancia le gritó por la ventanilla.
La sirena pululaba y parecía hasta gritar, pero Emilio seguía discutiendo con
el anciano a pesar de las protestas de los viandantes. El conductor se bajo
angustiado y le grito que sacara su coche, que llevaba a un niño muy grave. El
siguió discutiendo con el anciano hasta que consideró que ya había expulsado su
ira. Miró al hombre y retrocedieron unos pasos hasta entrar en su coche,
mientras el conductor le gritaba que habían perdido un tiempo que era vital. Aparcó
su coche y la ambulancia pasó. La sirena era ensordecedora y el conductor iba
haciendo gestos de desesperación cuándo pasó a su lado, mientras Emilio miraba
con indiferencia y desagrado. Si total el hospital ya estaba a dos manzanas, no
sería para tanto.
Entró en el banco y sonó su móvil. Escuchó el mensaje y comenzó a
palidecer. Sus piernas flojearon y fue resbalando hasta caer de rodillas
en el suelo, gimiendo y retorciéndose de dolor. El anciano que momentos antes
había discutido con él entraba en ese momento en el banco y se acercó a
ayudarlo. Acto seguido se fue acercando la gente. Gemía en el suelo y se
agarraba la cabeza con desesperación. El anciano se acercó a su oído y le
preguntó con dulzura qué era lo que le dolía, a lo que él le respondió que le dolía el
alma, porque acababa de matar a su hijo. Iba en la ambulancia que él no dejó
pasar."
El cuerpo humano es el carruaje; el yo, el hombre que lo conduce; el
pensamiento son las riendas, y los sentimientos los caballos.
Un relato genial...
ResponderEliminarSaludos
lo comparti publicamente, me parecio un relato aleccionador para aquellos inconsientes que no se apartan del camino cuando viene la ambulancia, muy lindo.
ResponderEliminarAleccionador, siempre hay que ser amables y sonreir,
ResponderEliminarBuenisimo
ResponderEliminarOjala quienes lo lean entiendan lo ques el karma o " no hagas a los demas lo que no quieres que te hagan a ti"
Cariños
la vida nos da ejemplos hay que ser humanos con el prójimo
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