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viernes, 14 de octubre de 2016

INFIERNO TERRENAL.




“A veces, los mayores piensan que los niños somos tontos. Y no somos tontos, solamente no sabemos lo que los mayores sabéis. Pero no por eso mis padres deben de pensar que ignoramos todo lo que ocurre a nuestro alrededor.

Papá y mamá no paran de discutir en todo el día, y mi hermano y yo estamos siempre tristes. Papá siempre le dice a mamá que no lo amenace con dejarlo, porque las consecuencias pueden ser terribles. Y mamá ante estas palabras llora sin parar. Con eso me parece entender que mamá quiere dejar de vivir con mi papá, y yo creo que es lo mejor. ¿Porque nadie nos pregunta a nosotros? Están todo el día discutiendo y llorando. Y después papá la emprende con nosotros. Nos grita y nos insulta. Nos dice que todo es por nuestra culpa y nos llama pequeños idiotas e inútiles.

 De mayor yo quería ser médico, para enseñarle a papá que no soy inútil, y así poder ayudar a mamá para que deje de llorar.

Cuándo mamá se va a trabajar, papá nos riñe mucho y nos pega. Nos dice que si se lo decimos a mamá nos pegará mucho más y después lo hará con ella. Por eso siempre estamos callados, en silencio. Y nunca diremos nada. A mi hermanito pequeño le tengo muy enseñado a que tenemos que guardar silencio y andar siempre escondidos por la casa, para que papá no nos vea. A veces, cuándo estamos solos con él, si nos ve pasar a su lado, nos tira la zapatilla a la cara y nos da pellizcos en los brazos o en las piernas. ¡Duele mucho! Pero nos callamos por mamá.

Un día, la discusión fue muy grande. Mamá decía que no podía más, y que tenía que marcharse de casa. Papá la empujaba y cayó al suelo varias veces. Nosotros nos escondimos debajo de la cama, y yo le daba la mano a mi hermanito. Veíamos a mamá como caía al suelo y gritaba que se marchara, y papá estaba tan nervioso que no paraba de chillar. De su boca salían insultos y amenazas. Era peor que otras veces. Pero de pronto todo se calmó. Mamá nos vino a buscar. Nos abrazó llorando y nos dijo que esto iba a terminar muy pronto, y que no volveríamos a ver como papá y mamá se peleaban. Nos dio besos y nos preparó la cena. Nos metió en cama y nos leyó un cuento como todas las noches. Esa noche quisimos dormir los dos juntos. Yo quería estar con mi hermanito porque sabía que mamá se iba a ir a trabajar y papá la emprendería con nosotros de nuevo.

Y la emprendió. Y juró que mamá nunca lo dejaría solo. Y que se iba a acordar de todo lo que le había dicho. Y después de gritarnos y pegarnos como siempre, nos dijo que nos acostáramos y que lo dejáramos en paz. Pero antes nos dio algo para beber a los dos. Eran unos polvos que sabían muy mal. 

Nos acostamos juntos temblando y esperando que no volviera a la habitación y que pronto se hiciera de día, para que llegara mamá y cumpliera lo que nos dijo. Que esto pronto se acabaría."

El fumaba un pitillo en el porche de su casa. Miraba al cielo sin ningún tipo de sentimiento. Cogió la lata y fue derramando poco a poco gasolina por toda la casa. En especial en la habitación de sus hijos. Ahí hizo hincapié en que no quedara ningún rincón sin rociar. Y prosiguió derramando el líquido por toda la casa. Después entró en la habitación de sus hijos y comprobó que no respiraban. Y tiró su pitillo en uno de los charcos de gasolina. Pronto la casa comenzó a arder y él contemplaba desde fuera como el fuego iba destruyendo lo que en algún momento fue su vida. Y comenzó a alejarse.

No hay más infierno para el hombre que  la maldad de sus semejantes.
Marqués de Sade (1740-1814) Escritor francés.

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