Seguidores

jueves, 27 de octubre de 2016

ACOSO ESCOLAR, TODOS CONTRA ÉL.




 El  rompe todos los cánones de belleza masculinos, es gordito y tiene granos en la cara. En principio solo tendría que preocuparle a él, pero está visto que no es así. A mis compañeros y compañeras del colegio parece que incluso se molesta más que a él mismo. O simplemente esa es la disculpa para sacarlos del aburrimiento. Cualquier cosa les vale con tal de romper su monótona vida. Y la emprenden con él. Si lo ven por el patio, le meten la zancadilla y si va al baño... ¡para que contar! Los golpes llueven por todas partes. La cosa era pegarle. Y él, Dani, solo se tapaba la cara con sus manos regordetas y lloraba. Y eso parecía que hacía más gracia y provocaba más rabia. Cuánto más blandengue fuera el rival, más fuertes se hacían los acosadores.

Recuerdo el día que salió Dani de clase y en una cuesta empinada lo fueron empujando cuesta abajo a base de patadas e insultos. Al llegar al final de la cuesta y verlo levantarse...cojeando y lloroso...decidí que ese era su último día de sufrimiento. Si ellos y ellas eran fuertes nosotros también lo seríamos. Corrí con mi mochila y le dije adiós al miedo que sentía. No podía consentir lo que estaba ocurriendo. Algo que todo el mundo sabía. Incluso profesores. Pero pienso que jamás pensarían que era hasta estos extremos. Dani había sufrido mucho por su gordura o más bien por su debilidad. Era su punto flaco...pero lo que no sabían es que a partir de hoy Dani no iba a estar solo. Ayudé a Dani a levantarse y creyó que le iba a pegar. Lo agarré del codo y le dije que nos fuéramos. El venía a mi lado en silencio y murmuró un gracias muy bajito. Yo le enseñé mi puño para que chocará con él su puño. Y fue el comienzo de nuestra amistad.

Nuestro mundo esta vacio de valores y es cruel. Yo iba a intentar demostrarle a Dani que tenía que ir tranquilo al colegio a estudiar. Quería ser siquiatra. Y yo iba a ayudarle. Tenía esa responsabilidad por haber mirado siempre en silencio y acojonado, como lo maltrataban, como le pegaban e insultaban, como lo vejaban. Yo, tenía la obligación de ayudarle. Y eso hice. Por la tarde me junté con mis compañeros más cercanos y hablamos de lo que se podía hacer. Nosotros haríamos por Dani  y a todos les daríamos una lección. Vosotros...tenéis que poneros manos a la obra y hacer por los "Danis" que tenéis en vuestros colegios. Es injusto que alguien tenga que ir a estudiar con miedo. Es injusto que a alguien se le pegue por ser gordo o tener granos o ser flaco. La mano nunca se levanta. Eso me enseñaron mis padres. Y dani iba a estar orgulloso de sus nuevos amigos.

Al día siguiente lo fuimos a buscar al portal de su casa. Todos. No faltaba nadie. Cuando Dani nos vio agachó la cabeza y lloró. Lo acorralamos en el medio y gritamos "por ti Dani. Nunca más". Y Dani lloraba y me miraba con ojos de agradecimiento. Cuando llegamos al instituto éramos una piña y no íbamos a consentir que nadie se metiera con él. Íbamos a ser sus guarda espaldas a todas horas. Pero íbamos a demostrar que la unión hace la fuerza. Y que a Dani lo iban a dejar en paz. Estábamos cansados de ver esas situaciones idiotas en la que el acosado muchas veces termina trágicamente porque se ve incapaz de aguantar a una pandilla de inútiles.

Pasaban los días y Dani se sentía cada momento más feliz. Hablaba...e incluso jugaba con nosotros al futbol. En ningún momento estaba solo. Incluso para ir al baño. Íbamos con él a su casa y en su clase cada día, había más gente que lo apoyaba a él y miraban por él. Se había convertido en nuestro objetivo. Salvar a Dani. Y lo salvamos. Vaya si lo salvamos. Dani se convirtió en otro chico, alegre, divertido y bueno. Era ya muy buen estudiante, y lo siguió siendo. Bajó de peso porque jugaba con nosotros a todo, a futbol, a baloncesto, a cualquier cosa que hiciéramos los demás él venía feliz con nosotros. Y se convirtió en una persona fuerte y delgada, a base de ejercicio.
Todos estábamos orgullosos de él. Habíamos sido una gran piña y lo habíamos logrado. No habíamos dejado ni un solo resquicio por el que ellos pudieran acercarse a Dani. Ahora ya podíamos dejarlo volar solo a ver cómo reaccionaba. Y cuándo se acercaron a llamarle "tirillas" (delgado)... pensando que ya no tenían por donde atacarlo...él con sus palabras los espantó. Ya no era gordo ni con granos. Era fuerte y atlético. Y sobre todo, sabía que tenía amigos, amigos de verdad, que estaban a su lado, no como ellos, que se dedicaban a meterse con él más débil y poco a poco iban quedando menos en su pandilla. Y así era, varios de sus componentes estaban ya en la nuestra. Y la bondad de Dani les demostró que todos cabían en su corazón siempre y cuando se respetasen.

Nos dio una lección a todos y ganamos un amigo. Un gran amigo. Hoy Dani es siquiatra y sicólogo. Atiende a nuestros hijos. Y dos días a la semana atiende gratis a niños que se sienta acosados. Va por los colegios dando charlas. Es un ejemplo a seguir. Y si no hubiésemos participado nosotros en parar su acoso...hoy igual Dani no estaba entre nosotros. ¡¡¡Levantaros y uniros contra el acoso escolar!!! Ni uno más debe de sufrir. Ni uno más debe de morir.


Buscando el bien de nuestros semejantes encontraremos el nuestro. Platón

2 comentarios:

  1. La solidaridad debe brotar en los corazones como lo hizo con los amigos de Dani. Es tan culpable el que golpea como el que no interviene para sacarlo de esa dura situación.
    Cuando no intervienen los padres, los compañeros pueden ayudarlo a levantar su autoestima.

    Un abrazo Midala.

    ResponderEliminar
  2. Excelente relato...y gran epílogo !

    Saludos

    ResponderEliminar

Deja tú opinión, me ayudarás a mejorar. Habla ahora...es tú momento y tú espacio. Te estaré muy agradecida sea cual sea tu opinión. Adelante!!!Atrévete!!!