“Mi
madre siempre me lo había avisado. Existen ciertas cosas a las que nunca una
persona debe de jugar. Y yo opte por jugar. ¿Inocencia infantil?...puede ser. ¿Querer
saber a qué sabe el riesgo? También puede ser. Insensatez...lo desconocido
llama...nombraría tantas cosas que no se cual fue la que me incitó a jugar a
ello.
Todo
comenzó a la salida del colegio cuándo mis amigas dijeron si jugábamos a la
ouija. Teníamos el fin de semana libre, ya que los exámenes los habíamos
terminado y por cierto...con notas muy buenas. Éramos un grupo muy variopinto.
Nuestros colores de piel eran lo primero que nos diferenciaba. Pasábamos del
negro al blanco dejando por el medio varios tonos. Formábamos una pandilla increíble.
Siempre estábamos juntas, éramos inquietas y con ganas de aprender, pero
a la vez con ganas de pasarlo bien.
Esa
tarde quedamos en jugar a la ouija al día siguiente. Aminata, de origen
senegalés, tenía un tablero que había encontrado a un lado de un contenedor de
la basura. Le había llamado la atención porque estaba metido en una bolsa y sobresalía
una tabla de madera extraña, que ella jamás había visto. Y decidió llevársela a
casa y buscar en internet que podía ser eso. ¡Encontró hasta las instrucciones
para jugar! Estaba todo organizado para jugar.
A la
hora señalada ahí estábamos las siete aterradas y muertas de miedo, pero con
ánimo de comenzar nuestra sesión de espiritismo. Nos sentamos alrededor de la
tabla entre risas aterradas e histéricas, pero unas por las otras ahí nos íbamos
a meter, en un mundo donde ninguna de nosotras sabíamos las consecuencias. Nos
sentamos alrededor del tablero y comenzamos con nuestra experiencia a la que le
teníamos respeto y miedo pero no lo suficiente como para parar en ese mismo
momento. Colocamos el vaso como Aminata había leído y colocamos nuestros dedos
encima después de haber colocado las letras. Las primeras veces nos reíamos sin
cesar por que una u otra movíamos el vaso diciendo cosas para asustarnos entre
sí. Pero de pronto todo cambió. Las luces de las velas empezaron a oscilar como
si alguien soplara. Todas pensábamos que había sido la que teníamos a nuestro
lado y Ladi quiso dejar de jugar pero entre todas la convencimos de que era una
tontería. De pronto, comenzaron a rodar dos pelotas pequeñas por el suelo y ahí
ya entramos presas de pánico. Comenzamos a gritar pero estábamos solas en la
casa. No había nadie más y nuestros gritos no llegaban a ninguna parte. Acto
seguido, comenzamos a escuchar unos fuertes golpes en las paredes, pero eran
tan fuertes que parecía que iban a tirar las paredes. Un frio helado comenzó a
recorrer la habitación y una voz de hombre nos comenzó a hablar. Intentamos salir
de la habitación pero algo o alguien nos cerraba la puerta y nuestros gritos
eran terroríficos. Ainara entro en una crisis de pánico en la que ninguna de
nosotros le pudimos ayudar. Ladi se desmayó y yo me oriné del miedo. Todo un
caos del que no podíamos salir. Cuándo pensábamos que más miedo no podíamos
tener estábamos muy equivocadas. Un viento helado y terrible se adueñó de la
habitación. Ainara gritaba que no podía respirar...Ladi estaba tirada en el
medio de la habitación sin que ninguna se percatara de ella...Solo podíamos luchar
contra nuestro terror...el viento y la voz...que parecía de ultratumba.
De
pronto todo se calmó y nos dimos cuenta de la situación. Ayudamos a las que
peor estaban y salimos de la casa. Estábamos despeinadas y golpeadas y nuestros
semblantes desencajados. Fuimos de la mano por el bosque hasta llegar al camino
que nos conducía a nuestras casas. Respiramos aliviadas y nos prometimos no
volver a repetir la experiencia nunca más. Pero la vida ya nos había cambiado.
Ainara sufrió crisis de pánico a menudo el resto de sus días. Aminata ingreso
meses después en un centro de salud mental del que nunca saldría. Y yo...vivo
aterrada. No lo logré superar al igual que el resto de mis amigas. Éramos muy jóvenes
y el miedo nos paralizó y condicionó nuestras vidas para siempre. Si pudiéramos
dar marcha atrás...si supiéramos donde nos metíamos...jamás habríamos tocado
aquel tablero. Nuestra vida sigue y....el miedo nos aterra.Lo qué vivimos aquel día...lo seguimos viviendo . Abrimos una puerta al mal y lo dejamos penetrar en nuestras vidas, que se convirtieron en un infierno."
Aprendí que no se puede dar
marcha atrás, que la esencia de la vida es ir hacia adelante. La vida, en
realidad, es una calle de sentido único.
Agatha Christie
(1891-1976) Novelista inglesa.
Ciertamente bien tratado ...
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