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lunes, 22 de mayo de 2017

JUEGO DESCONOCIDO




“Mi madre siempre me lo había avisado. Existen ciertas cosas a las que nunca una persona debe de jugar. Y yo opte por jugar. ¿Inocencia infantil?...puede ser. ¿Querer saber a qué sabe el riesgo? También puede ser. Insensatez...lo desconocido llama...nombraría tantas cosas que no se cual fue la que me incitó a jugar a ello.

Todo comenzó a la salida del colegio cuándo mis amigas dijeron si jugábamos a la ouija. Teníamos el fin de semana libre, ya que los exámenes  los habíamos terminado y por cierto...con notas muy buenas. Éramos un grupo muy variopinto. Nuestros colores de piel eran lo primero que nos diferenciaba. Pasábamos del negro al blanco dejando por el medio varios tonos. Formábamos una pandilla increíble. Siempre estábamos juntas, éramos inquietas y con ganas de aprender,  pero a la vez con ganas de pasarlo bien.

Esa tarde quedamos en jugar a la ouija al día siguiente. Aminata, de origen senegalés, tenía un tablero que había encontrado a un lado de un contenedor de la basura. Le había llamado la atención porque estaba metido en una bolsa y sobresalía una tabla de madera extraña, que ella jamás había visto. Y decidió llevársela a casa y buscar en internet que podía ser eso. ¡Encontró hasta las instrucciones para jugar! Estaba todo organizado para jugar.

A la hora señalada ahí estábamos las siete aterradas y muertas de miedo, pero con ánimo de comenzar nuestra sesión de espiritismo. Nos sentamos alrededor de la tabla entre risas aterradas e histéricas, pero unas por las otras ahí nos íbamos a meter, en un mundo donde ninguna de nosotras sabíamos las consecuencias. Nos sentamos alrededor del tablero y comenzamos con nuestra experiencia a la que le teníamos respeto y miedo pero no lo suficiente como para parar en ese mismo momento. Colocamos el vaso como Aminata había leído y colocamos nuestros dedos encima después de haber colocado las letras. Las primeras veces nos reíamos sin cesar por que una u otra movíamos el vaso diciendo cosas para asustarnos entre sí. Pero de pronto todo cambió. Las luces de las velas empezaron a oscilar como si alguien soplara. Todas pensábamos que había sido la que teníamos a nuestro lado y Ladi quiso dejar de jugar pero entre todas la convencimos de que era una tontería. De pronto, comenzaron a rodar dos pelotas pequeñas por el suelo y ahí ya entramos presas de pánico. Comenzamos a gritar pero estábamos solas en la casa. No había nadie más y nuestros gritos no llegaban a ninguna parte. Acto seguido, comenzamos a escuchar unos fuertes golpes en las paredes, pero eran tan fuertes que parecía que iban a tirar las paredes. Un frio helado comenzó a recorrer la habitación y una voz de hombre nos comenzó a hablar. Intentamos salir de la habitación pero algo o alguien nos cerraba la puerta y nuestros gritos eran terroríficos. Ainara entro en una crisis de pánico en la que ninguna de nosotros le pudimos ayudar. Ladi se desmayó y yo me oriné del miedo. Todo un caos del que no podíamos salir. Cuándo pensábamos que más miedo no podíamos tener estábamos muy equivocadas. Un viento helado y terrible se adueñó de la habitación. Ainara gritaba que no podía respirar...Ladi estaba tirada en el medio de la habitación sin que ninguna se percatara de ella...Solo podíamos luchar contra nuestro terror...el viento y la voz...que parecía de ultratumba.

De pronto todo se calmó y nos dimos cuenta de la situación. Ayudamos a las que peor estaban y salimos de la casa. Estábamos despeinadas y golpeadas y nuestros semblantes desencajados. Fuimos de la mano por el bosque hasta llegar al camino que nos conducía a nuestras casas. Respiramos aliviadas y nos prometimos no volver a repetir la experiencia nunca más. Pero la vida ya nos había cambiado. Ainara sufrió crisis de pánico a menudo el resto de sus días. Aminata ingreso meses después en un centro de salud mental del que nunca saldría. Y yo...vivo aterrada. No lo logré superar al igual que el resto de mis amigas. Éramos muy jóvenes y el miedo nos paralizó y condicionó nuestras vidas para siempre. Si pudiéramos dar marcha atrás...si supiéramos donde nos metíamos...jamás habríamos tocado aquel tablero. Nuestra vida sigue y....el miedo nos aterra.Lo qué vivimos aquel día...lo seguimos viviendo . Abrimos una puerta al mal y lo dejamos penetrar en nuestras vidas, que se convirtieron en un infierno."


Aprendí que no se puede dar marcha atrás, que la esencia de la vida es ir hacia adelante. La vida, en realidad, es una calle de sentido único.
Agatha Christie (1891-1976) Novelista inglesa.




1 comentario:

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