Ana caminaba de prisa para su trabajo. Se sentó en un banco a atarse los
botines y había un sobre. Lo abrió y ponía " Siempre alguien necesita tú
ayuda. Ayúdalo. “Arrugó el papel y directamente lo tiró al suelo. Sin más
miramientos. Continuó su camino hacia su trabajo y olvidó enseguida la tontería
de la ayuda. "El que necesite ayuda que se autoayuda, o acaso no es
autosuficiente para hacerlo" fue lo primero que pensó al leer el papel.
El camino hacia la oficina era largo y como hacía un día de sol radiante iba
Ana más contenta de lo normal. Se cruzó con un perrito que iba corriendo y lo
miró como el que mira a un sillón, sin darle más importancia. Y prosiguió su
camino. Al poco rato se cruzó con ella una mujer de mediana edad, iba sofocada
y corriendo. Le preguntó si había visto a un perro de color canela de tamaño
mediano, que se le había escapado, a lo que Ana contesto secamente que no.
¿Para qué le iba a dar más explicaciones? ¿Para qué le contara su vida? No le
interesaba nada. Que corriera detrás de su perro que a ella, poco le
importaba.
Cruzó varias calles y al entrar en el parque se encontró con un señor mayor
que intentaba agacharse para recoger el bastón que le había caído al suelo. Ana
lo miró y giró su rostro hacia otro lado. Así era ella. Sin más explicaciones
ni miramientos. "Que lo agarrara bien el bastón veras como no le hubiese caído".
Ella siempre encontraba este tipo de explicaciones fáciles y banales. El
abuelo, la miró con ojos tristes, que parecían decirle que quizás...algún día
ella se encontraría en la misma situación. Pero ella no perdía el tiempo en tonterías.
Atusó su larga melena, agarró su bolso y siguió como si nada hubiera pasado,
dejando al abuelo intentando agacharse para recoger su bastón.
De frente venían dos jóvenes que lo habían visto todo. Cuándo se acercaron a
ella, uno de ellos le tiró del bolso con tanta fuerza que Ana cayó al suelo y
al no soltar el bolso, el joven la fue arrastrando. Sus medias se rompieron e
iba sangrando por las rodillas y la cara, pero no soltaba su preciado bolso
con sus pertenencias. Pero llegó un momento en el que el asa se rompió y
el joven comenzó a correr con el bolso en la mano. Al llegar a la altura del
abuelo, este, que ya había recogido su bastón sin la ayuda de Ana, la emprendió
a golpes con el joven mientras pedía auxilio.
Ante los gritos del abuelo, acudió una señora de mediana edad con su perro
que a las órdenes de su ama, corrió hacia el joven ladronzuelo y le comenzó a
morder el pantalón. El compañero lo dejó solo y se marchó a carreras por el
parque, pero este estaba inmovilizado por el perro.
Ana desde la distancia, contemplaba todo lo ocurrido llorando y preguntándose
porque la habían ayudado si ella no lo había hecho. Le habían respondido como
ella jamás hubiese hecho con ellos. Las lágrimas le caían y se mezclaban con su
sangre. Y por primera vez en su vida, se dio cuenta que eran lagrimas sinceras,
lagrimas de pena. El abuelo, el perro y la mujer tenían agarrado al muchacho
mientras se oían a lo lejos las sirenas de la policía. Ana era incapaz de cesar
en su llanto, toda su vida se había comportado de una forma egoísta y hoy le
habían demostrado que la bondad existe.
Haz bien y no mires a quién.
Bien planteado...
ResponderEliminarmuy bueno
ResponderEliminarSi es muy bueno para dar se cuenta de que así sea lo muy apurado que uno tiene que ayudar a los demás porque puede ser que ese momento que tu no ayudas a alguien te puede pasar algo por eso dios atrás a a uno
ResponderEliminarVivimos en un mundo demasiado egoista, vivimos demasiado pendientes de nosotros mismo sin importarnos nada más. Ojala...fueramos de otra forma!!No ya por el que mañana te pueden ayudar a tí, si no por la experiencia de ayudar y sentirse...bondadoso.
EliminarPor nuestros errores aprendemos pero debemos actuar así por mas prisa que tengamos debemos ser bondadosos con nuestros semejantes
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