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viernes, 6 de diciembre de 2019

VIVE Y DEJA VIVIR

No había un solo momento de nuestras vidas que te perdieras, estabas al quite de todo. Lo tuyo no era curiosidad, era morbo. Te encantaba mirar por la mirilla de la puerta y ver todo lo que pasaba por delante de ella. ¡Y corriendo ibas a la habitación a asomarte a la ventana y ver cómo iba fulana o zutana vestida! El edificio entero sabíamos que nuestras vidas las convertías en las tuyas, estabas falta de entusiasmo y completamente sola. Al principio hasta nos hacías gracia y nos reíamos. Cuándo pasábamos delante de tú puerta muy "prudentemente" te saludábamos con mucho entusiasmo. Al final...nos agachábamos para que no nos vieras. Habías perdido toda la gracia que en un principio encontramos en tus boberías y cotilleos. La cosa no quedaba ahí, cuándo te encontrabas con alguien siempre nos ponías verdes a todos los inquilinos. Qué si vestíamos así...o gritábamos en casa...o la del cuarto era amiga de la tercero pero enemiga de la del primero...Así eras tú. Inventando lo que te entraba en gana. Si me veías pasar a mí, me decías a voz en grito desde detrás de la puerta que mi hijo había salido a las 8 de la mañana para ir al colegio pero muy bien acompañado. En fin...no tenías nada más que hacer.

Pero nos cansaste. Mi hijo llegó una tarde a casa muerto de la risa. Había subido las escaleras con su compañero de clase para hacer los deberes en nuestra casa como todas las tardes. Pero ese día pensaron que te la iban a jugar. Y se pararon delante de tú puerta. Tú estabas mirando pero ellos simulaban no enterarse. Se abrazaron, simularon darse besos, mimos...todo entre risas apagadas. Cuándo te diste cuenta de lo que ocurría, chillaste y escupías sapos por la boca. Los niños venían muertos de la risa y pensaban que a partir de ese momento se acabarían tus cotilleos continuos. Lejos de eso...comenzó una batalla contra mi hijo. Dejaste a todos casi de lado para atacarlo a él a todas horas. Subía o bajaba lo insultabas, le gritabas. Comenzaste a publicarlo por todas las esquinas. Todos los vecinos "sabían" que mi hijo "no era normal" como decías tú. No hacíamos mucho caso ya que nos daba un poco igual, las palabras hacen daño depende de quién vienen. Y de tú...no tenían ningún valor. Pero viendo que no conseguías lo que querías, te fuiste al colegio del niño y solo te faltó llevar una pancarta para que se enterara todo el mundo. Demostraste que eras muy mala. No tenías corazón, era un crio que te había gastado una broma y tú te sentiste ofendida y...no sé el motivo. No te tendría que importar la vida de los demás pero a tú si te importaba, y querías dañar. Los niños se sintieron observados, criticados. Eran motivo de mofas de burlas e incluso de insultos. El director del colegio nos llamó y tuvimos que explicar lo que había ocurrido ya que no querían pervertidos en el colegio.

Pero lo mejor estaba por llegar.

Estábamos tristes y apagados. Allá donde íbamos nos criticaban. Intentamos hablar contigo pero no podíamos ni acercarnos a la puerta ya que gritabas como si no hubiese mañana. Decías que nos iríamos al infierno, que éramos unos pervertidos y nuestros hijos eran iguales. Te dejamos por imposible esperando que te cansaras pronto pero lejos de eso cada vez ibas a más.

Una tarde que venía yo de la tienda me paré a hablar con una vecina. Hablamos de lo que ocurría, de cómo nos encontrábamos y todo por una broma. Entonces ella soltó la bomba.

- Aunque fuera verdad, ella es la menos indicada para criticar. Antes de venir a vivir a este edificio, vivía en el otro extremo de la ciudad, y tenía una novia. Si, lo que oyes. Tú vecina tuvo una novia durante  muchos años. Les hicieron la vida imposible, y ella se vino a vivir aquí. Fin de la relación.

Nos diste pena, estabas haciendo lo mismo que te hicieron a ti. No habías aprendido nada. En vez de aprovechar la experiencia, lo habías dejado pasar por tú mente sin analizar, sin meditar...y devolvías a los demás la crueldad que tú habías sufrido. Como no nos consideramos como tú, sencillamente te metí una nota por debajo de la puerta diciéndote esto mismo, ya que en persona era imposible, tus gritos e improperios levantaban dolor de cabeza. Y...cosas de la vida...a los pocos días subiste a casa a pedirnos perdón. Te escuchamos en silencio, realmente estabas avergonzada y eso...en parte me alegraba ya que se te veía arrepentida. Esta vez...habías sacado partido de la experiencia.  Podría ser el comienzo de una amistad...Pero por lo de pronto, sería el comienzo de una seria conversación.

 La única manera de salir del laberinto del sufrimiento es perdonar. John Green

1 comentario:

  1. Muy buena reflexión, estoy contigo de la importancia de saber perdonar, aunque haya gente que le sea imposible. Un gran relato.

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