“Si os dijeran...que hoy os moriríais... ¿sería distinto a otro día cualquiera?
Me llamo Elena y tengo 25 años. El 4 de noviembre de 2011 me levanté a las 7 de la mañana como todos los días. Me había enfadado el día anterior con mi madre y con mi novio. Arturo quería que nos fuéramos a vivir juntos. Llevamos cinco años de noviazgo pero a mi aún no me apetecía. Trabajaba hasta muy tarde y muchas horas, el sueldo no era muy alto y en mi casa mi madre me lo daba todo hecho. Yo no me tenía que preocupar de planchar, ni de cocinar...ni de pensar en que hacer de comer etc. Sencillamente me parecía que para él quizás fuera seguir con su vida de siempre, pero la mía, se vería muy modificada y no me apetecía. Para rematarla, se lo conté a mi madre por la noche y le dio la razón a él. Decía que con 25 años ella ya tenía dos hijos y que esas cosas no se piensan, te vas a vivir con tú novio, después te casas, te vienen los hijos y punto. Qué es lógico que Arturo quisiera vivir ya conmigo porque llevábamos muchos años y todo llega a su fin, y el noviazgo estaba llegando ya a él. Yo me enfadé con ella y discutimos, al igual que lo hice con Arturo. Papá me dio la razón y me dijo que me dejara de rollos y que viviera la vida, que en casa no me faltaba de nada y que no me complicara, que tenía tiempo para hacerlo. Terminé enfadada con mi madre ¡pero de verdad! parecía que le molestaba en casa.
- Oye mamá si te molesto o si soy un estorbo dilo a las claras, pero no me digas con 25 años que ya es hora de que me vaya a vivir con él. Papá es mucho más razonable que tú, parece que tienes pájaros en la cabeza y que las cosas no las piensas si es que ya te vale.
- Ningún hijo mío me molesta Elena, solo te digo que es razonable que te diga que se quiere casar.
-¡¡¡¡ Y daléese!!!!
Me encerré en mi habitación para zanjar la discusión. Parecía que tenía a todo el mundo en contra. Me acosté sin cenar y me quedé dormida. Al día siguiente, como cualquier día de diario, me levanté a carreras, entré en la ducha y a carreras me vestí. Salí apurada de casa, como todos los días. Miré mi móvil y tenía varias llamadas perdidas de Arturo. Quizás tenía razón, era hora de que me fuera pensando en ir a vivir con él. Y mamá, la pobre de mamá ¡vaya cabreo que me agarré con ella por defender a Arturo! Al medio día hablaría con los dos y empezaría a pensar en serio lo de irnos a vivir juntos.
La calle estaba mojada pues por la noche había llovido. Hacía mucho frío y Elena transitaba por un callejón estrecho para atajar unos cinco minutos en su camino al trabajo. De uno de los portales, salió un chico con una capucha puesta. Elena aceleró el paso y el joven la agarró por el plumífero.
- Dame lo que lleves o te rajo- le dijo el joven
Elena temblorosa, abrió su bolso y le dio la cartera.
El joven miró el dinero, vio que solo tenía 20 euros y preso de rabia comenzó a gritarle
- Pero tú eres idiota o te lo haces!! A donde te crees que voy yo con 20 euros - gritó nervioso el joven.
Elena se dio cuenta de que estaba drogado o peor aún, necesitaba su dosis.
- Toma, te doy mi reloj y mis anillos- dijo Elena nerviosa.
Pero en cuánto terminó la frase, el hombre, sacó una navaja de su bolsillo y sin pensarlo dos veces fue derecho al corazón.
Elena cayó en al suelo con los ojos muy abiertos. Ni aún muerta salía de su asombro. Se vio a si misma tirada en el suelo y gritaba desde otro plano desesperada. ¡No podía estar muerta! Tenía toda una vida por delante, se iba a ir a vivir con Arturo e iban a comenzar una nueva etapa. Gritó desesperada y vio que venía un hombre a socorrerla.
- Por dios escúcheme, no me deje aquí por favor, no estoy muerta, lo estoy viendo, lo estoy oyendo, no me deje por favor.
Pero Elena, vio desfilar a todo tipo de personas por allí. Llegó una ambulancia y medico y enfermera se pusieron a su alrededor. La contemplaron con pena y la taparon. Mientras ella no paraba de gritar. Era todo tan real...la gente que estaba a su lado....ella podía sentirlos y verlos...los oía y sin embargo.....estaba muerta. La gente se apiñaba a su alrededor mientras ella desesperada intentaba tocar a la gente en vano. De pronto oyó unos gritos y vio a sus padres.
- Dios mío mamá....papá...estoy aquí mirarme, necesito que me escuchéis - gritaba Elena en su desesperación.
Vio como a su madre la daba una crisis de pánico y la metían en la ambulancia. Su madre estaba con un médico que le daba la mano y ella....mientras le tocaba la cara susurrándole al oído
- Mamá, te quiero. Me fui enfadada de casa, no te día el beso cuándo me acosté y no puedo irme así. Os quiero a todos, soy tan joven que no tenía que pasarme esto a mí...os dejo a todos tan tristes...pero estaré a vuestro lado. Dile a Arturo que lo quiero, que me iba a ir a vivir con él, pero que ahora tiene que aprender a vivir sin mí. Mamá...... ¿me oyes?
Su madre, se levantó de golpe y con los ojos como platos, miró al médico
- ¿Usted la oyó? Era ella quién me hablaba. Aún está con nosotros...me está hablando. ¿Usted la oye?
Su madre vivió el resto de su vida, diciendo que oía hablar a su hija. Elena, la contemplaba desde otra dimensión, desde otro plano y los protegía a todos. Cada noche, hablaba con sus padres y sus padres…parecían oírla.
Mí querida más fiel fue la esperanza
que me suele engañar y no me deja.
que me suele engañar y no me deja.
Ramón de Campoamor (1817-1901) Poeta español.
JODÓ, Midalita, qué cosas nos traes. Menos mal que se leen pronto porque si llega a tener una treintena de páginas más en el mismo estilo, aquí quedamos pajaritos muchos de la purita emoción.
ResponderEliminarEres una maestra en relatos de interés. De éste me voy a acordar muchísimas veces porque es estupendo y muy de aplicarlo a uno mismo viéndote en ese trance.
Más felictaciones sinceras para Doña Midala.
Muchísimos besos galegos para tí de un vasco.
¡Que historia más entrañable y, a la vez, tan triste!
ResponderEliminarDecisiones sin definir, que se quedan al filo de la navaja.
Vidas jovenes que se truncan. Revivir desde otra dimensión lo que había sucedido y que ya no se puede solucionar.
Maravilloso Relato, Midala.
Un abrazo.
Uyyyy, que emocionante, tan bien escrito como nos tienes acostumbrado
ResponderEliminarUn abrazo
Un relato de dramatismo profundo, Midala.
ResponderEliminarSiempre hemos de vivir como si mañana no dispusieramos de más oportunidades. Dejaríamos muchas tonterías en el camino.
Un abarzo.
Eres buena escribiendo, pero entiende tu vida era muy buena. un besazo
ResponderEliminarSi uno sabe que se va a morir, no tiene porqué ser diferente el resto de su vida, aunque probablemente el hecho de pensar que va a suceder de un momento a otro hará que piense las cosas de otro modo. Lo que sí es cierto es que a todos nos va a tocar algún día, y eso sí hay que tenerlo presente. Mientras tanto, hay que vivir lo mejor que se sepa y se pueda.
ResponderEliminar¡Biquiños!
Carmen
Un texto muy emotivo realmente; lo que ocurre suele dar la medida exacta de las prioridades de un alma a la hora de vivir... sería bueno que siempre que eso pase no sea demasiado tarde,
ResponderEliminarcomo en este caso, quizás.
Me gustó, me gusta todo aquello que lleve a reflexionar sobre lo que tenemos (más allá de lo que no tenemos).
Un fuerte abrazo, besos.
Paradójico, irónico. La vida no tiene lógica. Un abrazo. Carlos
ResponderEliminarTenemos que vivir nuestra vida, no la que quieren que vivamos los demás, porque si no, no sería nuestra, sería la de ellos y cuando te llegue la hora de partir, antes o después, te vas a gusto y no con ese disgusto que se llevó la muchacha, lo bueno, que desde arriba lo controlas todo aunque a tí no te vean. Somos energía, nos transformamos, nada más y nada menos.
ResponderEliminarBesotesss!!
Mucho me temo que cuando llegue ese día, ya no se pueda uno arrepentir ni solucionar nada. Carpe Diem.
ResponderEliminarBesos, Midala.