"Lo cierto es que siempre me cuidé mucho. Mis padres se
murieron cuando yo aún era joven y por ello sufrí muchísimo. Crecer, sin tener
a los padres cerca es algo que no se lo deseo a nadie. Yo me casé muy
joven y enseguida tuve dos hijos que llegaron para colmarnos de alegrías. A mi
marido, lo mandaron a trabajar a un pueblecito pequeñito, cerca de un río. ¡Nos
fuimos tan felices! Pensamos que allí, los niños crecerían sanos y fuertes.
Lejos de la contaminación de las grandes ciudades, con el río cerca de casa y
los árboles, la naturaleza es signo de vida sana y eso mismo hacíamos nosotros.
Practicábamos una vida sanísima. Las verduras, las plantábamos nosotros en
nuestros ratos libres, aprovechando el río que teníamos al lado, nos resultaba
muy fácil ver crecer los tomates y las lechugas...los pimientos y mis hierbas
aromáticas. Nos íbamos a bañar al río con frecuencia y hacíamos muchas veces
barbacoas. El clima era muy bueno y los niños iban al colegio cercano a casa.
Todo era perfecto. Y nada dura mucho tiempo siendo tan perfecto...
Un fin de semana,
cogimos una tienda de campaña y allí nos fuimos con los niños río arriba a
investigar qué es lo que había. Fue un fin de semana fabuloso, nos vayamos, nos
reímos y disfrutamos muchísimo del sol y del ambiente que nos rodeaba. Llegada
la primera noche, yo comencé a sentir fuertes picores por el cuerpo, no le día
más importancia de la que tiene, pues pensaba que me había tostado al sol. La
noche me la pasé rascando y al día siguiente emprendimos la búsqueda hacía la
nada, a ver qué encontrábamos. Llegamos hasta lo que parecía ser una mina
antigua y abandonada. Entramos y estuvimos indagando por todos los rincones.
Los niños lo pasaron maravillosamente bien. Parecía que no había nadie pero no
era así. Cuándo nos íbamos, vimos a dos personas, que bajaban de un camión
varios contenedores que vertían en el río. Les rogamos a los niños que
guardaran silencio y tanto mi marido como yo comenzamos a sentir miedo.
Esperamos a que se fueran y nos acercamos. Había un líquido verdoso y espumoso.
No sabíamos de que se trataba pero intuimos que estaban realizado vertidos de
cualquier cosa. Seguimos nuestro camino hacia casa pero nosotros íbamos un poco
preocupados. Mis picores seguían y yo como buena hipocondríaca, me tomaba
un antiestaminico y no iba al médico, pues ir al médico era enfrentarse al
diagnostico. Pasaron los meses y los años. Estábamos muy integrados en el
pueblo y éramos muy felices. Hasta que llegó el día en que yo empecé a
encontrarme realmente mal y conmigo uno de mis hijos. Encontraron en nuestro
cuerpo altas concentraciones de uranio. Y en el de mi marido y mi otra hija lo
mismo. Mis picores eran debidos a que la piel había absorbido pequeñas
concentraciones de uranio. Lo que peor teníamos eran los riñones. Habíamos
ingerido altas dosis de uranio y no sabíamos dónde. Nos acordamos que recién
llegados al pueblo, hacía ya varios años, habíamos visto a aquellos hombres
haciendo unos vertidos al río. Mi marido y mi hijo, que eran los que mejor
estaban volvieron a hacer el mismo recorrido y acamparon allí a la espera. La
operación se seguía efectuando. Un día a la semana, llegaba un camión con
varios tanques y vertía algo al río. Sacaron fotos de todo y llevaron muestras
del agua. Fue un revuelo en el pueblo, porque el agua del rio, estaba contaminada
con uranio. Para mí, fue muy tarde, yo ya estaba muy grave. Habíamos sido muy
felices en el pueblo y la insensatez de unos pocos nos terminó matando a muchos
de los habitantes del pueblo. Por supuesto que se cogió a los que hacían los
vertidos, gracias a mi familia. Pasarían unos años en la cárcel. Pero yo no
volvería nunca más a estar con mis hijos"
Contemplábamos la
casita donde habíamos sido tan felices. Papá estaba ingresado en el hospital
desde hacía un mes. Mamá había muerto hacía dos años. Y nosotros, íbamos
trampeando la enfermedad. Hoy vinimos al pueblo para no volver nunca más. Donde
creímos encontrar la felicidad, encontramos la muerte. Le prometimos a papá y
mamá seguir adelante con la demanda, y en eso estábamos. Estaba implicada mucha
más gente de la que nos suponíamos eran muchos los que estaban enfermos o como
mamá se murieron. Lucharemos para que todo se esclarezca y que por fin se haga
justicia. La gente que había realizado esos vertidos, tenían que pasar 30
años de su vida en la cárcel. Pero presentíamos, que todo iba a realizarse de
una forma demasiado lenta para que nosotros llegáramos a verlo.
La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal,
sino por las que se sientan a ver lo que pasa.
Albert Einstein (1879-1955) Científico alemán
nacionalizado estadounidense.
Un Paraje tranquilo y Feliz, que se convierte en un auténtico Infierno a causa de unos desalmados sin ningún tipo de escrúpulos ni conciencia.
ResponderEliminarMuy buen Relato, Midala.
Un abrazo.
Ese final, es la historia del universo y sobre todos del comienzo de todos los conflictos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Buen relato y muy interesante denuncia de barbaridades que se hacen permanentemente en cualquier parte. Es atmbién habitual en zonas fabriles concretas por el tratamiento de determinadas sustancias peligrosas.
ResponderEliminarConozco una empresa de la que sus operarios fueron mueriendo en un trienio de años con tumores cerebrales. Estaban todos envenenados.
Ay Midala que miedo me da este relato de hoy.
ResponderEliminarEs sin duda realista y desgraciadamente el fantasma de los vertidos está presente en multitud de lugares anónimos.
Y como cuentas los culpables pagan con la cárcel y los inocentes con sus vidas, que horror!!!
La frase final es digna de un genio.
Besitos :)
Muchos grandes pleitos a lo largo del planeta se han interpuesto a causa de esos vertidos incontrolados...les resulta más baratos llegar a acuerdos amistosos que proceder a su eliminación a traves de lo establecido...sin pensar en las muertes o daños acacionados a miles de personas...un buen relato-denuncia contra esos desalmados...un besote preciosa.
ResponderEliminarUn interesante relato que destaca la "contaminación" de la que somos objeto por muchos desalmados...
ResponderEliminarUn cordial saludo
Mark de Zabaleta
Callar una maldad es lo peor que hay, es un acto cobarde y ruin. Lo de los vertidos no tiene ni nombre.
ResponderEliminarBesotes, cómo va todo?
El mes que viene estreno aparato nuevo sin pinchos!!!
EliminarBesotesss!!!
Muy buena denuncia de la contaminacion que estamos sufriendo bajo la mano de inescruoulosos
ResponderEliminarUn abrazo
Eso es una imprudencia que no tiene sentido, pero esto es, hago lo que quiero mientras no me pillen. un besote
ResponderEliminarTerrible que algo inocente como un baño en el rio pueda causar tantos daños, y no por el agua precisamente, sino por la inconsciencia de algunas personas que no piensan en el daño que hacen, y si lo piensan, simplemente cierran los ojos, y no se bañan en esas aguas que antes contaminaron y a conciencia.
ResponderEliminarMe recordó la pelicula de Julia Roberts en la que hace de abogada improvisada para salvar a un pueblo de la ingesta de aguas contaminadas.
En fin... cierto que hay muchas personas que hacen el mal con o sin conciencia pero otras, las que se quedan mirando y siguen sin mover un dedo son tan culpables como las primeras.
Gracias niña por tus palabras siempre en mi casa.
Últimamente estoy algo autista, todo a mi alrededor pasa a cámara rápida y yo sigo tan lenta como siempre... ya se me pasará.
Besitos mediterráneos.
Una maravilla de relato que en realidad es el tema pocas veces frecuentado de la ecología. Son pocos los que se hacen eco de este tema. Es tal cual lo dijo Einstein.
ResponderEliminarEnhorabuena que lo hayas encarado como narrativa.
Un abrazo
Qué triste tu relato, y al mismo tiempo, cuánta rabia provoca!!
ResponderEliminarUn beso!
Hola por casualidad he llegado a tu blog y leído tu relato. Una llamada de atención hacia los atentados que se comenten contra la naturaleza. Aunque cada vez mas voces denuncien casos como este.
ResponderEliminarSaludos.
Una vez más pones tus letras allí donde duele, Midala, y duele porque nos limitamos a mirar en vez de hacer, a callar en vez de denunciar, a observar cómo sufre el otro tan solo esperando que no nos toque.
ResponderEliminarExclente crítica social.
Un abrazo,
Así pasa que hablamos mucho pero denunciamos poco.
ResponderEliminarMe ha gustado tu relato.
Un beso guapa, espero que sigas bien.
Es como los caracoles... primero los que se supone que se dedican al mantenimiento de las carreteras, sulfatan las cunetas para que no salga la hierba con 10 veces la dosis necesaria (una vez les pregunté, y les llamé exagerados), luego en primavera, la gente cogiendo caracoles a la vera de dicha cuneta, y luego a venderles en los mercados... y luego "mira que alergia... será del polen, me he llenado de granos"
ResponderEliminarY lo peor de todo es que esta historia es tan real como la vida misma.
ResponderEliminarCuando ya nos lo hayamos cargado todo... entonces tal vez, hasta lloremos.
Besos, Midala.