Paula, pensaba que cada cual tenía su vida y que las
circunstancias de la vida, la habían ido separando de sus hermanos. Habían sido
muy importantes para ella cuándo vivían juntos, pero ahora, cada uno seguía su
camino y se veían muy poco. Era una pena pero la vida es lo que tiene, que es
complicada y compleja y los caminos se separan. Paula recordaba con pena las
noches en las que vivía con sus padres y veía la televisión con sus hermanos.
Todo eran gritos y chillidos para hacerse con la televisión y ver su programa
preferido. Pero al final, todos terminaban acoplándose al ganador y veían el
programa todos juntos. Otras veces era imposible llegar a un acuerdo, y era
cuándo aparecía uno de sus padres para poner orden. Pero la sangre nunca había
llegado al río y al final sus hermanos eran sus hermanos.
Eran tres
hermanos, Paula era la mayor, le seguía Sergio y después la pequeña Alejandra.
Mientras vivían en casa de papá y mamá todo había ido como la seda, pero el
problema surgió al irse casando todos e ir llegando familia nueva, hijos,
cuñadas y cuñados. Si ya es complicada la relación entre dos personas, con
tanta gente había momentos en que se hacía insoportable. La mujer de Sergio,
Adriana, era una persona insoportable y prepotente y se había encargado de
alejar a su hermano de toda su familia. Y no hablemos del marido de Alejandra.
Llevaba en el paro dos años y sus ansias de trabajar eran las mismas que las
mías de meterme monja. Ese era el panorama de mi familia en la actualidad. Nos veíamos
en las navidades, en casa de mamá, todo eran risas hipócritas y miradas
cargadas de rabia. Todos ansiábamos que terminaran pronto esas fechas para no
volver a vernos hasta el siguiente año. Todos nos dábamos cuenta del gran
sufrimiento de mi madre, pero era imposible remediarlo. Todos tirábamos por
nuestra propia familia y nos íbamos alejando poco a poco, sin darnos cuenta, de
que éramos hermanos, de que formábamos una familia enorme alrededor de mamá,
con nuestros maridos y nuestros hijos.
Y tubo que ocurrir
lo peor para que nos diéramos cuenta de la tontería que estábamos haciendo. Una
noche, me llamo el marido de Alejandra, muy angustiado, para decirme que lo
habían llamado del hospital, que mi hermana había tenido un accidente de tráfico
y que no sabía como estaba. En en principio pensé que seguramente no sería
nada, y aunque avisé a mi hermano y a mi madre, los avisé tranquilizándolos, diciéndoles
que si hubiera sido algo malo se lo habrían dicho a Manolo.
Pero no fue así,
Alejandra estaba en coma y murió a los cuatro días. Fue un mazazo tremendo para
todos nosotros y la desolación y la culpabilidad comenzaron a ocupar nuestros
corazones. Todos nos reprochábamos el no haber aprovechado el tiempo, en no
haber estado más unidos....el no haber disfrutado más tiempo de mi hermana.
Pero ahora era tarde para lamentarse. Alejandra había partido y nos había
abandonado a todos, dejando con un cargo de conciencia que nos sacaba el sueño.
Mamá siempre decía
que las desgracias ocurren por algo, y que Alejandra se había tenido que ir
para que algo bueno ocurriera. ¡Pobre madre nuestra! se hundió en una inmensa
pena. No quería levantarse de la cama y solo decía que ya quería irse de este
mundo, que enterrar a un hijo es lo peor que le pueden pasar a unos
padres...Todos nos volcamos en ella para sacarla de su inmensa tristeza, aunque
nosotros arrastrábamos un lastre igual de pesado. La casa de mamá siempre
estaba llena de gente, si no eran unos sobrinos eran los otros, sino Manolo con
los niños o las vecinas del piso superior, mamá nunca estaba sola. Una tarde en
la que todos estábamos comiendo con ella, mamá sacó un álbum de fotos y comenzó
a recordar a mi hermana. Todos lloramos y nos abrazamos y prometimos que jamás
viviríamos separados, que teníamos que permanecer siempre juntos y no
desperdiciar el tiempo con rencores tontos.
La muerte de mi
hermana fue lo que nos unió de nuevo. Hoy somos una gran familia y ella desde
el cielo...es la que se encarga de que permanezcamos unidos.
Ningún amigo
como un hermano; ningún enemigo como un hermano.
Proverbio Indio
Es cierto, a veces no valoras lo que tienes hasta que lo pierdes. Tendríamos que darnos cuenta que hay pocas cosas que verdaderamente importan.
ResponderEliminarTe voy a recomendar un libro con una historia preciosa de hermanos "La sal de la vida", ya me contarás.
Un beso
Ciertamente son los sucesos trágicos los que reunen de nuevo a las familias...
ResponderEliminarMark de Zabaleta
Buen relato, Midala. Pero es más dificil que hermanos normales se lleven bien que enemigos hacerse regalos.
ResponderEliminarEs triste pero real, que rabia que tenga que morir alguien para pensar. besos
ResponderEliminarPor suerte siempre me he llevado bien con mis hermanos, nos lo inculcaron con éxito desde pequeñitos. Debe ser muy triste una situación diferente, podemos alejarnos pero siempre estaremos ahí, para ellos.
ResponderEliminarBesitos;)
Querida Midalaaaaaaaaaaaaaaaa, aparecí!!!!! Y vuelvo a encontrarme con tu inmensa sensibilidad con la que siempre nos cuentas tus historias y nos dejas reflexionando. Creo que a veces las cosas pasan para sacudirnos de la inercia en la que nos recostamos -por los motivos que sean- y para hacernos reaccionar. Esta fue una muy triste manera de recomponer la familia pero nada es gratis en esta vida...
ResponderEliminarTe dejo un beso y un abrazo GIGANTE!!!!!!!!!!! Es un gusto inmenso leerte...
Por desgracia mis padres enterraron un hijo, a mi hermano mayor, y es lo peor que hay para unos padres. No sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos. Imagino que el género humano es así. Besos
ResponderEliminarPor desgracia, ocurre más a menudo de lo que pensamos, y no te cuento cuando las distancias son grandes y sólo se tiene contacto con ellos a través de los padres...como dice el refran: El casado, casa quiere. y ahí empieza todo...un besote.
ResponderEliminarLamentablemente nos tienen que pasar esas desgracias para razonar
ResponderEliminarUn abrazo
Hola, amiga. Como siempre una de tus hermosas, y esta vez triste, historias que nos descubren tu enorme corazón. Que tenga que suceder una tragedia para darnos cuenta de como a menudo dejamos de lado lo más importante sólo demuestra lo estúpidos que nos volvemos en esta sociedad en la que vivimos.
ResponderEliminarUn beso muy fuerte.
Este relato aborda una de las grandes verdades universales, Midala, el alejamiento y posterior reunión de una familia debido a una tragedia que -la mayoría de las veces- despierta grandes arrepentimientos.
ResponderEliminarDesde el punto de vista técnico, te haré un comentario sobre el relato que me ha llamado la atención. Comienzas con un narrador en tercera persona para saltar a uno en primera a mitad del segundo párrafo que puede despistar a algún lector.
Un abrazo,
Querida Midala, no he leído esta entrada, (solo el provervio, y creo que se porque lo has puesto), un montón de cambios en mi vida en los últimos meses, me impiden seguir todos los blog que me gustan como se merecen, pero para el mes que viene espero tener un poco más de tiempo...
ResponderEliminarUn beso y un abrazo, para ti y para todos los que te siguen.
Yo he vivido una situación parecida en casa de una amiga, hermanas que no se hablaban y que tras una desgracia, en la que por suerte el chico se salvó, unió de nuevo a toda la familia. Es triste que tenga que ocurrir algo así para darse cuenta de lo que de verdad importa.
ResponderEliminarPara mí la familia es el pilar que sostiene una casa, la familia que formas y también la de origen, y creo que la educación es fundamental para que sea así. Besos Midala :)
Así, tal como lo has contado suceden las cosas en las familias, encuentros y desencuentros. Pero llama la atención que para provocar un profundo desencuentro a veces basta con muy poco y en cambio para las reconciliaciones a veces es necesario que algo muy importante ocurra...
ResponderEliminarBesos Midala!!!
No sé si durará esa reconciliación un par de navidades...
ResponderEliminarBesos.