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domingo, 11 de noviembre de 2012

La infiel (I parte)




"Lo tenía todo y jugué a juegos de adolescentes...a volver a vivir una segunda juventud. Quise vivir de nuevo las mariposas en el estomago y los nervios de una cita....quise sentir las vivencias de una aventura. Y jugué. Moví ficha.

Mi nombre es Adela y trabajo en una empresa de mi pueblo. Mi trabajo consiste en limpiar bien el marisco para que esté impecable cuándo entre en las latas. Yo suelo hacer los mejillones, aunque hay diferentes tipos de mariscos, Ana está con las navajas...Carlos con el bonito...etc...Es una empresa muy grande que da trabajo a todo el pueblo y gracias a ellos vivimos bien. Mi marido, Carlos, también trabaja en la misma empresa, es Carlos, el que se dedica a quitarle las espinas al bonito y escoger las mejores partes para enlatar. Nos conocimos con 12 años, quizás cosa de los pueblos...nos juntábamos todos en la plaza y yo cuándo lo vi pensé que era el niño más bonito que nunca había visto. Rubio y alto, dicharachero y juguetón...y ahí comenzamos a salir. Éramos dos niños pero eso solo fue el comienzo. Nos casamos con 19 años, los dos ya trabajábamos en la empresa y podíamos llevar nuestra vida, independiente de la de nuestros padres, no necesitábamos de su ayuda...Y nos casamos felices...jurándonos amor eterno...en las alegrías y en las penas...y así fue..Hasta que yo perdí la cabeza.

Un día yo salí de trabajar y esperé a Carlos en la cafetería de siempre, tomaba un café, sentada en la barra, esperando a que Carlos saliera, unas veces estaba con mis compañeras y otras veces sola, como ese día. Alguien entró en la cafetería, hacía frío y al abrirse la puerta entro una ráfaga de aire helado. Pensé que era Carlos y giré la vista. Pero me encontré con un chico, de mi edad, alto, moreno, bien vestido, atractivo. Se sentó en la barra a mi lado y pidió un café doble. Dijo que hacía mucho frío en este pueblo y ese fue el detonante para que comenzáramos a hablar. Se llamaba Alberto, y venía a trabajar a la fábrica, no con nosotros, iba a las oficinas. Me fijé en sus manos. Tenía unos dedos largos y unas manos cuidadas, las uñas estaban bien cortadas y eran blancas como sus dientes, resplandecían. Inconscientemente yo escondí mis manos, porque sabía que no eran bonitas. Mis uñas eran cortitas y las llevaba sin pintar, y mis manos estaban estropeadas. Hablamos hasta que llegó Carlos y se lo presenté. Iba a ser compañero nuestro y venía de la ciudad, no conocía a nadie. Nos quedamos con él enseñándole el pueblo...le mostramos los mejores restaurantes para comer....las mejores cervecerías para la tarde...donde estaba la farmacia...y él nos mostró donde había cogido una pequeña casita alquilada. Era la casa de Leocadia. Estaba en las afueras del pueblo y era una casita preciosa. Tenía un jardín muy bien cuidado y por adentro estaba muy acogedora. Cuándo Leocadia murió se la dejó a una sobrina, y ella la arregló y le dio un cambio a la casa. Cuándo ya iba a entrar a vivir en ella, le salió un trabajo en la ciudad y por eso la alquilaba. Y Alberto se iba a quedar allí a vivir mientras le durará el trabajo.

Pronto comenzamos a coquetear, fue sin darme cuenta, no me disculpo...digo la verdad. Yo había perdido todo el arte del coqueteo y ni cuenta me daba que lo estaba haciendo con Alberto. El comenzó a decirme que era hermosa y atractiva, cosa que hacía mucho tiempo que nadie me decía. Quedábamos al salir del trabajo los tres, para tomar unas cervezas. Nos fuimos conociendo y aunque Carlos no se daba cuenta las miradas traspasaban todo lo lícito. Nuestras miradas estaban cargadas de pasión y desenfreno. Hasta que llegó la ocasión. A Carlos le ofrecieron horas extras en las navidades, y a mi no. Y el primer día de las horas extras de Carlos, fue el primer día que me pude poner la etiqueta de infiel. Fueron muchos meses en los que viví una historia de adulterio y pasión. Lo llevamos con mucha prudencia y sigilo. Nadie sospechaba nada, porque los tres éramos muy amigos, lo normal era vernos juntos y Carlos jamás sospecho nada. Yo en cuánto tenía unas horas libres, me marchaba para casa de Alberto y vivíamos allí nuestra historia particular, llena de pasión...Alberto era cariñoso y atrevido, le gustaba jugar y me enseño muchos juegos, nuestra vida sexual era muy activa cosa que con Carlos era monótona y muchas veces aburrida. Aprendí muchas cosas que ni sabía lo que eran. Las posturas nunca eran las mismas y nunca hacíamos el amor en la cama. Estaba prohibido. Alberto era un libro abierto en cuanto al sexo y yo una mojigata. Me enseñó muchas cosas y disfrutamos mucho. Me fui enamorando de él poco a poco y creo que él de mi también. Lo único que nos preocupaba era no hacerle daño a Carlos. Por lo que teníamos mucho cuidado de que esta historia quedara solamente en nosotros dos. Fueron pasando los meses...y los años...y seguíamos juntos, como él primer día. Yo seguía haciendo escapadas, incluso por la noche, que Carlos dormía a pierna suelta...yo me escapaba a casa de Alberto....y entre risas y jolgorio celebrábamos otro día más que habíamos podido robarle al calendario para estar unidos.

Carlos no sospechó jamás nada. Adoraba a Alberto. El decía que era su mejor amigo, y aunque a mi me rompía el corazón...no podía pensar nada...yo era tan culpable como él. Las cosas surgieron así...no buscábamos nada...y el tiempo fue pasando.

Hasta que me quedé embarazada. Carlos estaba radiante de felicidad. La alegría lo llevó a hacer locuras...anunció a todo el mundo mi embarazo con megáfono en mano...nuestros compañeros de trabajo nos dieron la enhorabuena y nos felicitaban a todas horas. Pero yo no estaba tan radiante. No sabía de quién era el niño y Alberto estaba disgustado ante la idea de que no fuera de él. Tomó la peor decisión para los dos. Marcharse del pueblo. Y así me dejó. Embarazada sin saber quién era el padre....y sin amante. Carlos sufrió mucho también, era su mejor amigo y se había acostumbrado a sus risas y sus bromas...no entendía el porque se había tenido que marchar cuándo tenía un trabajo fijo en el pueblo. El le dijo que quería volver a la ciudad, que el pueblo se le quedaba pequeño.

 Pasé unos meses muy malos en los que se los achaqué al embarazo. Lo echaba mucho de menos y el me había abandonado. Nunca más volvería a saber de él. Yo casi estaba segura de que el niño era de mi marido, pero justo ese mes, el preservativo se había roto y...quedaba la duda de que fuera de Alberto.

Nació una niña, preciosa, morena y de ojos vivos. Vino a alegrar la vida de nuestra casa. Yo adoraba a mi marido, aunque suene a mentira, y esa niña nos unió aún más. Era el centro de atención y de nuestra vida, todo giraba en torno a ella. Los meses fueron pasando y Lola, como así se llamaba nuestra hija, tenía un fuerte parecido a mí, pero...todo el mundo decía que no se parecía en nada a su padre. Carlos sonreía y decía que ya se parecería, que con el tiempo las caras cambian y Lola era su hija.

- ¿A que sí? Me preguntaba siempre entre la duda y la admiración.














18 comentarios:

  1. !!Hola,midala!!

    Una historia entrañable,magníficamente narrada.

    En cualquier caso,el hijo fue fruto del amor,de ambos amores,y siempre es una bendición.Le sirvió para hacer mas fuerte la relación q tenia con su marido.
    Me ha gustado mucho.Muchísimos besitos,midala

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  2. Una historia que suele pasar aunque no muy a menudo. Me gusta como planteas tus relato.
    Un saludo.

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  3. Una vida de mentira no puede mantenerse siempre.

    Besos

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  4. La mentira tiene las patas muy cortas.

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  5. Una más de las infidelidades que corren por doquier...hace no mucho, leí una estadistica bastante abrumadora sobre la paternidad del padre...y resulta que una gran mayoria no lo eran...el porqué, no lo sé.

    Me ha gustado como plasmas este relato...lo que me extraña es el tiempo que duraron sin que se dieran cuenta.

    Un besote preciosa

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  6. La mentira tiene las patas cortas,suele decirse...
    Ya se verá :)
    Besos.

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  7. Una relación solo basada en el sexo no puede acabar bien y más cuando se hace daño a la persona a la que estás unida. Me da que el marido lo sabía todo y se hacía el tonto por amor a su mujer, por no perderla.

    Besotessss!!!

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  8. Espero con ansia la segunda parte,
    besos

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  9. A ver cómo continúa Midala, me gusta mucho!!

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  10. Impaciente, espero el desenlace... ¡Estupendamente escrito!...

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  11. Ups!
    Mira que te gusta dejarnos con la duda eh?? ya estoy ansiosa por leer la segunda parte.
    La verdad es que estas historias suelen tener estos finales.
    Es una pena pero tres son multitud, uno u otro tiene que alejarse por el bien de todos los demás.
    La cuestion es, era Alberto el que tenia que hacerlo??
    Hay, si yo fuera esa mujer estaría en un sin vivir de por vida.
    Sin saber si la niña es de su marido o del amante. Que angustia por favor!!
    A ver la segunda parte...

    Besos mediterráneos.

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  12. son cosas que suele suceder aunque todo lo empieza tyiene que terminar a que uno no quisiera suerte amiga

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  13. Tú lo has dicho, lo tenías todo y...
    Yo no me quisiera ver en la piel de Adela, tampoco podría seguir al lado de mi marido queriendo a otro, no sé fingir, amo con pasión y no entiendo de términos medios.
    Esa niña le recordará por siempre a Alberto. Me gustaría seguir leyendo, me dejas con la intriga.
    Lo has hecho fenomenal, es un placer entrar a leerte.
    Abrazos y mis cariños.
    Kasioles

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  14. Es una historia, rara, bonita, pero uffff que problema en la cabeza de ella pricipalmente, su marido no se dio cuenta con una amitad no sincera. Bueno haber como acaba. besos

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  15. Como decía Alexander Pope:
    "El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera".
    Muy buen Relato...Ahora voy con el siguiente.
    Hasta ahora.
    Un abrazo.

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  16. Uf, que gran duda, pero ella tendrìa que haberle dicho algo a su marido, de esa aventura, y quizás de alguna forma, hablando, reparar el daño...mejor voy al siguiente capitulo. Muy bueno.

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  17. He comenzado al revés, para entender mejor el II capítulo he llegado a leer el 1º: excelente.


    mariarosa

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  18. Trilogía de amor, una trois a menaje, pero de cuerpos separados, con embarazo.Pinta bien esta historia. Un abrazo desde acá de Colombia. Carlos

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