El reloj del salón marca las 12 de la noche.
Tic...tac...tic...tac...silencio...por fin silencio. Entra en su habitación
lentamente, calladamente...no quiere perturbar el sueño de la fiera. Ese
es el apodo que le pone apesadumbrada. Pero es como una fiera en un corral,
atrapada y sin salida. Grita y chilla, escupe y le pega, la insulta y la
humilla. Y ella...a ratos la aborrece. Le duele el corazón de reconocerlo pero
no puede evitarlo. Esa mezcla de miedo y terror cuándo la ve entrar...y cuándo
comienzan sus gritos... golpes... y cuando pasa a la acción, ya es una fiera.
La furia se apodera de ella y no sabe lo que hace ni lo que dice. O eso piensa
ella para tranquilizarse. Se mete despacio en la cama y reposa sus lentes en la
mesilla, que tropiezan contra la lámpara de aluminio y se oye un....clommmmm en
la habitación. Escucha aterrada y se mete en la cama encogida. Se
acurruca debajo de las mantas esperando que el ruido no la despertara.
Silencio. Josefa se duerme con el corazón hecho añicos y su ojo amoratado.
Antes de que amanezca Josefa está vestida. A la espera de un nuevo
día y con esperanzas de que hoy sea distinto a ayer. Prepara el desayuno y el
de ella. Todo en orden. Observa que todo esté como ella quiere, le retira las
servilletas de papel que están encima de la mesa y le coloca una servilleta de
tela. Los cereales y la fruta, la leche templada. Todo en orden. Y se retira al
salón. No quiere hacer nada hasta que ella se vaya, si la despierta tendrá una
buena bronca. Permanece sentada leyendo una revista, sabe que no muy tarde se
despertará. A la media hora se abre una de las puertas y sale Rosa. Está
ojerosa y despeinada. Josefa la mira de reojo deambular por el pasillo. Parece
que hoy será igual que ayer. Lo presiente. Los días ya son todos iguales. Da igual
lo que haga o lo que diga. Su hija desata su furia contra ella. Y ella como
madre tiene que aguantar. No puede hacer nada. Es su hija. Josefa se separó de
su marido porque le pegaba y Rosa se lo echa en cara todos los días. Le dice
que viven mal por su culpa...que es una inútil...un bicho asqueroso...al que su
marido tenía que pegar a diario para enseñarla y ahora...como no está él, lo
hace ella. Es por su bien, para que aprenda y sea una mujer de provecho.
Entonces es cuándo se calienta y nace de lo más profundo de su ser una furia
hacia su madre que no tiene límites. Le escupe y le llama zorra, puta
asquerosa...y ella se traga sus lágrimas y su llanto pensando que a lo mejor su
hija tiene razón.
Al pasar Rosa por el salón y ver a su madre leyendo, le recriminó
el no estar haciendo las cosas de casa. Josefa se levantó corriendo y le pidió
disculpas diciendo que era para no despertarla.
- Zorra que eres una vaga, pasa para aquíiiiiiii, ¿tú viste como
está el baño sucio? Cerda asquerosa que vivimos en un antro de mierda por tú
culpa. Levántatele levántatele yaaaa.- le gritó Rosa arrastrándola de los
pelos. La tiró en el suelo del baño y le dio un estropajo para que limpiara y
para que aprendiera a ser limpia le tiró la lejía por su cuerpo. Juana cerró
los ojos, y gimió diciéndole a su hija que la dejara. Lejos de calmarse, Rosa
la emprendió a patadas con ella. Ya estaba fuera de sí. Le gritaba su hija que
la culpa era suya que se merecía los golpes.
- Todo el mundo te pega cabrona ¿no lo ves? Papá me enseño como
mucho más el tiempo que estuvo con nosotras que tú. Tú no me enseñas nada
desgraciada. El me enseño que para que aprendas tengo que pegarte como hacía
él. Puta que eres una puta. No mereces ni vivir.
Josefa ya callaba y ni tan siquiera pensaba. Solo tapaba su cabeza
para no recibir más patadas en ella. Rosa no era una mala niña, ni mucho menos,
solo que se había criado con un padre maltratador. Y ahora a ella, como madre,
le tocaba enseñarle poco a poco que así no se enseña. Los golpes solo sirven
para humillar. Pero ella tenía que aguantar. Cuándo la niña se marchara ya
quedaría tranquila y podría descansar. Le dolía todo el cuerpo. Pobre
Rosa...pobre hija mía...en que se había convertido...era igual que su padre.
Gritar y pegar...y así transcurrían sus días.
Rosa tiró la mesa de la entrada y gritándole le dijo que al volver
quería ver todo limpio y recogido y Josefa asintió.
- Tendrás la comida en el plato y la casa limpia.
De despedida, su hija tiró el desayuno al suelo diciéndole que hoy
no quería desayunar, que ya la había puesto de mal humor. Y salió dando un
portazo.
Josefa se quedó sola en el silencio de la casa y lloró
amargamente. No sabía cómo parar a su hija. Ya ni le podía hablar, tan solo su
presencia la convertía en un monstruo. Miró el teléfono y pensó por un momento
en denunciarla. Se sintió vacía...se sentía basura, como le decía su hija...no
podía denunciar una madre a una hija... ¿y...si un día llegaba a matarla?
entonces sí que ya no podría enseñarle nada...ya no podría darle su cariño...ni
decirle que le perdonaba todo...que sentía una pena enorme por ver en que se
había convertido...por copiar lo malo de su padre y ella por consentirlo. Nunca
debió de consentir que su padre le levantara la mano, y ahora no debía de consentir
que lo hiciera su hija. Ella nunca se la había levantado a su madre y en su
casa nunca había visto estas conductas. Necesitaba recuperar a su hija,
necesitaba decirle que la quería, que nunca dejaría de quererla...
Josefa se acercó lentamente al teléfono, sabía que era la única
solución para recuperar a su hija.
Alguien que ama no insulta ni maltrata.
Una historia que se repite por todo el país, parece que no, pero cada vez hay más casos. Siento decir, que lo mejor es no pensar en que tiene arreglo, denunciar y que pase lo que tenga que pasar, no se puede vivir indefinidamente bajo el miedo... eso no es vida, y no es justo sacrificar tu vida por muy hija que sea... ¡ojalá no me pase! toco madera.
ResponderEliminarPienso igual que ruben, denunciala sera mejor para ella
ResponderEliminarUff a mi me ha impactado. Si era la intención, enorabuena.
ResponderEliminarTe invito humildemente a mi blog. Si le interesa un intercambio de links no dude en contactar.
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Un saludo.
Me ha impactado tu relato amiga es espeluznante. Felices fiestas.
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