Iniciaron su relación de una forma un tanto peculiar. A escondidas
de los hijos de Carlos. Parecían dos adolescentes, escondiendo su amor. Pero
aún así les resultaba bonito y placentero. Joanna seguía trabajando para Elena
y el domingo que tenía libre era cuándo se reunía con su nuevo amor. Cada día
quería más a ese hombre, tierno y elegante, cada día tenía más ganas de
comenzar una vida con él. El tiempo apremiaba y lo único que deseaba era
aprovecharlo. Por su parte Carlos no quería decirles nada a sus hijos. Sabía lo
que le iban a decir perfectamente. “A esas edades nadie se enamora, va detrás
de tú dinero, perdiste la cordura....”. Conocía a sus hijas porque era su
padre, sabía que Ana sería la que peor se lo tomaría, ya que estaba muy unida a
su madre. Pero Adela y Meli no iban a consentir bajo ningún concepto esa unión.
Lucharían con uñas y dientes para que el patrimonio de los padres no pasara a
"esa" mujer y más siendo de color y llevándole el padre 46 años. Todo
iba a ser inconvenientes. Por ese mismo motivo, vivían su amor oculto y en
silencio, disfrutando de cada segundo juntos...de cada conversación...de cada
paseo...de ir juntos de la mano por el jardín. Por fin Carlos tenía su vida
llena, tenía a la mujer que quería y adoraba a su lado y no iba a consentir que
nadie estropeara eso.
Pero en la vida nadie es libre de hacer lo
que le quiere...la libertad es una utopía. Una tarde lluviosa de un domingo,
aparecieron sin avisar sus hijas en casa. Allí estaban Carlos y Joanna, que
habían comido juntos y ahora estaban sentados jugando a las cartas. Las hijas
entraron con sus llaves como hacían normalmente, pero cuando entraron y vieron
a Joanna la cara se les desfiguró. Era como si hubieran visto un elefante en el
salón. Con mucha educación saludaron y le preguntaron a su padre si la enfermedad
que tenía era jugar a las cartas, ya que no había ido con ellas a comer. El se
disculpó diciendo que realmente no se encontraba bien. Y Meli, de sopetón le
pregunto que "quién es esa". Carlos se levanto lentamente y muy
pausado le respondió, "esa, es mi novia. Y esta es mi casa. Te ruego
tengas un respeto hacia ella". Les cayó como un jarro de agua fría, pero
acto seguido comenzaron a reírse con sorna y burla. "Papá, esa, ¿está
contigo por tú dinero...porque otra cosa sino va a estar? Eres un viejo y aún
encima eres bobo que es lo peor." le espetaron en sus narices. Carlos, muy
alterado, las mandó salir de su casa y les pidió las llaves. Adela se las tiró
con fuerza al suelo. Joanna permanecía en silencio y cuándo la casa quedó vacía
intentó razonar con Carlos y decirle que era normal que las hijas pensaran de
esa forma. Que les diera una segunda oportunidad, que ellas verían que para
nada quería su capital ni nada de lo que el poseía, que solo le interesaba
pasar con él el mayor tiempo posible. Carlos estaba muy alterado y nervioso. Y,
lo que él no sabía es que eso solo era el comienzo de su pesadilla.
Sus hijas se unieron como una piña para
amargarle le vida. Eran incapaces de comprender que su padre se había enamorado
de "una negra 46 años menor que él". Iban a poner todo su empeño en
romper esa relación. Veían peligrar el patrimonio de sus padres. Tenían un piso
en la ciudad, un chalet en el Sur, y una cuenta corriente muy jugosa. Y esa
"negra" no les iba a dejar sin nada, estaba muy claro. Durante seis
meses macharon a su padre hasta la extenuación. Lo llamaban a todas horas diciéndole
si estaba loco...si su madre levantara la cabeza...que ellas eran sus hijas y
tenía que mirar por ellas...Carlos sabía que ellas nunca iban a parar hasta que
dejara a Joanna. Mientras el tiempo iba pasando y él cada día estaba más
enamorado de esa mujer, que le daba alegría y vitalidad. Parecía un hombre más
joven desde que estaba con ella. Retomó sus clases de pintura y sus clases de
natación, a pesar de sus hijas los ratos que estaba con ella compensaban los
malos momentos que sus hijas le hacían pasar. Cada día que pasaba la relación
con sus hijas iba de mal en peor. Ya no se conformaban con llamarlo a todas
horas y reírse de él, ahora lo perseguían por la calle, para que cuándo se
encontrara con ella, hacerlos quedar en ridículo delante de todo el mundo.
Carlos estaba mentalmente agotado. Sus
hijas lo habían decepcionado. Podía entender que no comprendieran la relación,
pero no podía entender esa cruzada diaria. Por lo que decidió ir a un notario.
Y cambió su testamento. Todos sus bienes serian donados a una institución benéfica.
A Joanna, le dejaba el piso donde estaba él ahora y el dinero de una de las
cuentas corrientes. A sus hijas, les dejaba lo que por ley les correspondía, la
legítima. Y nada más. Este era su último testamento. Sus hijas no se merecían
nada, y no tendrían nada.
Pero la cruzada seguía y cada vez era
peor. Por las noches sus hijas lo timbraban en el portal para saber si estaba
solo o con "ella". El teléfono no para de sonar, si no era una, era la
otra, ridicularizandolo, riéndose de él. Carlos era un hombre cansado y agotado
por culpa de sus hijas.
Una noche en la que Joanna entró en la
casa, lo encontró tirado en el suelo, con él teléfono en la mano. Su mirada se
había apagado. Su gran amor se había muerto. Lo que tenían entre los dos, era
amor verdadero y la crueldad de sus hijas lo habían ido agotando. A Carlos le
había dado un infarto, en una de las innumerables conversaciones con sus hijas. Quería vivir los últimos años con la mujer que quería y la avaricia de sus hijas se lo impidió. Joanna nunca más se volvió a enamorar. Vivió el resto de sus días reviviendo sus días con Carlos.
Cuándo la cólera y la venganza se casan,
su hija es la crueldad. Proverbio ruso
Excelente relato, una verdadera trama de amor muy bien escrita...
ResponderEliminarSaludos
Mark de Zabaleta
Más menos lo que casi le sucede a la Cayetana de Alba, pero a la inversa.
ResponderEliminarMira, Midalita, siempre he pensado que las mulleres de más de 40 años sois malosas, malosas. Y tú sabes que es cierto.
Buen relato el de hoy.
Un bello y gran amor. Un saludo y feliz fin de semana
ResponderEliminarNo siempre se escapa hacia el infinito. Saludos
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