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domingo, 24 de mayo de 2015

BONDAD Y AMOR

Pablo o Pablito como lo llamaban muchas veces, era un crack. Parecía un pulpo con 100 brazos. Tenía su horario estipulado desde muy pequeño. Sabía ya a su temprana edad, que la vida para nada es fácil, y él , la tenía más complicada. Su madre estaba en cama desde que él tenía uso de razón. Y su padre había decidido que esta vida era demasiado complicada para él, que no valía la pena seguír peleando. Una mujer enferma y un niño pequeño se le hicieron demasiado trabajo. Pablito no pensaba, no juzgaba. Solo le llevaba flores los domingos al cementerio y le contaba como había pasado la semana. También le contaba que le hubiera gustado tenerlo a su lado y compartir algunos momentos buenos que tenían, y que lo echaba mucho de menos.El se había acostumbrado a ser el hombrecito de la casa. Vivían en una aldea remota de un pais perdido en el mundo, donde Pablito practicamente ni existía. El se levantaba a las 8 de la mañana y le daba de comer a los cerdos y a las gallinas. Tampoco es que tuvieran un ciento. Eran seis gallinas y dos cerdos. Pero él había visto a su padre como lo hacía y había aprendido. Limpiaba la cuadra...y a veces...¡jugaba con las gallinas a cogerlas!. Despues aseaba a su madre, la vestía y le daba el desayuno. Le hablaba y le contaba cosas. Ella lo miraba con ojos perdidos y a veces parecía comprenderlo y lloraba, pero él creía que su madre estaba en otro mundo. Em el mismo mundo que su padre, solo que aún no se había ido. Se había quedado así cuándo descubrió a papá colgado del cuello en el gallinero. Nunca más volvió a ser ella y él asumió el mando de toda la casa a pesar de su corta edad.

A media mañana iba en su bicicleta al pueblo y siempre había alguna vecina que le ayudaba a quedarse con mamá mientras él hacía la compra. La realidad, es que él iba a la tienda y siempre tenía allí su bolsa preparada. Solidaridad del pueblo le dijeron al principio, cosa que él no entendió. Ahora creía que comenzaba a entender lo que eso quería decír. Allí tenían comida para toda la semana. Verduras, carne, pescado y fruta. El sabía que algún día...con su esfuerzo, podría pagarles a todos sus vecinos lo que estaban haciendo por él y su madre. Su vida era demasiado dura para sus 6 años, pero también era muy maduro para entender muchas cosas que otros niños ni con 20 lo entenderían.

Los años fueron pasando y Pablito se preocupaba de tener su rato para estudiar y aprender. Cuándo su madre dormía él procuraba ir a la escuela e intentaba hacer lo que los demás niños hacían en una semana él lo hacía en dos días. Era muy espabilado y tenaz. Tenía las ideas muy claras.Sabía muy bien lo que quería. Quería poder ayudar a su madre y al pueblo entero agradecerle sus años de dedicación y ayuda. Quería ser médico. Y con la ayuda de todos Pablo lo consiguió.Tenacidad y tesón, pero sobre todo, ganas de ser util a su madre y a sus amigos, ganas de devolver tantos años de ayudas desinteresadas.

Pablo se hizo médico. Y fue uno de los mejores médicos que los lugareños recuerdan. Atendió a la gente del pueblo sin cobrar en ningún momento nada. Las vecinas le llevaban huevos, o tortas de pan, pero el ya no admitía nada. Decía que ya habían echo demasiado por él.Era paciente, bueno y cariñoso. Jamás puso una mala cara aunque tuviera que salir a altas horas de la madrugada, con frio y nieve. El montaba en su caballo y siempre llegaba con la sonrisa en los labios. Había conseguido lo que se había propuesto. Agradecer lo que tanto había echo por él. Y había conseguido curar a su madre. Su madre tenía una depresión desde que vió morir a su marido. Y Pablo, pacientemente y con medicinas, había logrado recuperarla. Ahora era la mujer más felíz del mundo viendo a su hijo, la bondad que le salía por todos los poros de cuerpo, y esa alegría que contagiaba hasta a las mismisimas gallinas.Su hijo la había sacado de un letargo de muchos años, de los cuales ella se culpabilizaba. Pablo era el mejor hijo que podría haber deseado. Y sú marido se lo había dado. Algo muy bueno le había dejado antes de poner fín a su vida, y en eso le tenía que estar muy agradecida.

Vivir no es sólo existir,
sino existir y crear,
saber gozar y sufrir
y no dormir sin soñar.
Descansar, es empezar a morir.
Gregorio Marañón (1887-1960) Médico y escritor español.

2 comentarios:

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