Seguidores

martes, 8 de marzo de 2016

LOCA

Mi locura no es tal, es desasosiego, es ansiedad. No tengo por qué demostrarle al mundo que no estoy loca, que los locos son los demás. Creen en  lo que ven ¡ciegos ellos! cuán necios demuestran al no saber mirar más allá de lo que ven. Miran de frente... con la cabeza elevada, estirados, rectos, pulcros, y no ven más allá.

Los hechos acontecieron al finalizar un invierno crudo y duro. Las cosechas se habían arruinado y poco les quedaba a los pobres que llevarse a la boca. Los críos se agarraban a los vestidos de las damas implorando unas migajas de pan, llorando de pura desesperación. Aquel día iba yo camino de la Iglesia, temerosa de todo lo que me rodeaba e implorando al Señor que mis cuitas no fueran reales.
Con paso firme entré en la Iglesia y rodeé las hermosas columnas de estilo románico. Llevaba varios días haciendo el mismo recorrido y repitiendo los mismos pasos, para comprobar si mis ojos me habían engañado o no. La Misa había terminado hacía pocos segundos, por lo que Don Isauro, se había retirado con los niños del coro. La gente salía de la Iglesia pero yo era la única que había entrado, me iba escondiendo detrás de las columnas y camuflándome en medio de la oscuridad. Me quedé detrás de una última columna y ahí esperé a que todo el mundo saliera. Doña Carmela pasó a mi lado sin verme, mientras mi corazón se aceleraba y comenzaba a sollozar pensando en que esta vez me habían visto. Pero siguió de largo y miró a ambos lados,cerró la enorme puerta con una llave inmensa y el silencio y el frío recorrieron mi cuerpo. Esperé a que Doña Carmela pasara a sus habitáculos, y me fui acercando lentemente a la sacristía donde se encontraba Don Isauro. Sabía que se encontraba allí con los niños porque oía sus risas. Subí las escaleras sin hacer ruido y me acerqué a la puerta que estaba entornada y con gran ansiedad miré lo que acontecía dentro. Don Isauro repartía cariños y besos a sus niños. Podría ser de forma fraternal, pero no lo era. Era de una forma indecorosa. Los niños se reían de cuando en cuando, pero cuando los besos y abrazos iban dirigidos hacia ellos, la sonrisa se evaporaba de sus caras, a pesar de sus edades. Observé largo rato la escena, hasta que las cosas se fueron complicando y no pude dejar de lanzar un grito y abrir la puerta. A don Isauro se le transfiguró el rostro, los ojos le salían de las cuencas. Había sido cazado en su ruín perversión. Los pequeños sollozaban y yo me acerqué a él. Le grité que iría a denunciarlo, que no consentiría que volviera a tocar a un solo niño. Y la mente se me nubló."

Doña Carmela, sabedora de lo que estaba aconteciendo, sigilosamente se acercó a la dama y le propinó un golpe en la cabeza. Los críos salieron despavoridos de la habitación, bajando las escaleras de dos en dos. Cuándo la habitación quedó en silencio y vacía, doña Carmela bajó corriendo a abrirle a los niños el portalón de la Iglesia para que salieran, amenazándolos antes de que si contaban una sola palabra de los acontecido, les sucedería lo mismo a sus hermanas y a sus padres. Los niños corrieron por las callejuelas como alma que perseguía el diablo.

Ahora tenían que pensar que hacer con esa mujer, audaz y atrevida, que había osado traspasar las puertas de la sacristía y acabar con sus vidas tranquilas. La mujer mayor fue la que comenzó a planear lo que iban a hacer. Entre los dos, la acercaron a la escalera y la empujaron. La dama, rodó por las escaleras desnucándose y quedando tirada en el frío suelo de la Iglesia.

Siempre se la conoció como la loca. Don Isauro proclamo a los siete vientos que entró una noche en sus habitáculos con intenciones lujuriosas y doña Carmela apoyaba su tesis. Corrieron ríos de tinta sobre esta historia. La gran Dama, al fin y al cabo, era una mujer desquiciada, loca, enamorada de un hombre del cuál sabía que nunca obtendría nada. La loca. La pobre loca que se había desnucado cuándo quería ejercer su maldad. Los habitantes de la ciudad comenzaron  a llamarla La Loca, y contaban su historia, que fue pasando de padres a hijos y a nietos. La loca, de nombre Aurora, que vivía en soledad, enamorada locamente de quién no debía. Ni tan siquiera los pequeños...podían imaginar la realidad, sus mentes infantiles eran incapaces de imaginar lo ocurrido. Tan solo en su lecho de muerte, de cura a cura, hubo una confesión. Se intentó por todos los medios limpiar el nombre de Aurora, demasiado tarde para ella. Ya habían corrido ríos de tinta sobre su vida e historia. Su nombre nunca quedaría limpio e impoluto. Y jamás recuperaría su vida perdida.

.
El diablo es optimista si cree que puede hacer más malo al hombre.
Karl Kraus (1874-1936) Poeta, autor satírico y crítico austriaco.

4 comentarios:

Deja tú opinión, me ayudarás a mejorar. Habla ahora...es tú momento y tú espacio. Te estaré muy agradecida sea cual sea tu opinión. Adelante!!!Atrévete!!!