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sábado, 23 de diciembre de 2017

¡Y LLEGÓ LA NAVIDAD!

Carlos observaba su casa y fijó la vista en la fotografía de su mujer. Hacía varios años que lo había abandonado. Su esposa, su compañera, su amiga. Lo había sido todo para él, y ahora se sentía solo y perdido a pesar de los años que hacía que se había ido. Habían tenido varios hijos, y ahora tenían varios nietos y un bisnieto. Se podía considerar un  hombre feliz. Su vida había transcurrido sin muchos altibajos y hasta la muerte de su mujer, ninguna desgracia los había acechado. Todas las noches hacía repaso de su vida, todas las noches recordaba...con cuanto esmero habían criado a sus hijos, cuándo se habían llegado a querer él y su mujer. Recordaba los esfuerzos tan grandes que habían tenido que hacer para que sus hijos estudiaran una carrera. Se habían sacrificado hasta el infinito, para que sus hijos vivieran mejor que ellos. Recordaba esos días haciendo horas extras para que ellos estudiaran. El buscaba otros trabajos extras y su mujer esos años se dedicó a coser en casa para poder sacar adelante a toda la familia como ellos querían. Habían sido años muy duros, pero los recordaba ahora con añoranza y con cierta tristeza.

Ya era Navidad. Era cuándo más la echaba de menos. Añoraba esos días en los que ella,  canturreaba por la casa, atareada,  preparando las fiestas. Esos días navideños, en los que los niños pedían sus platos preferidos para navidades y ella cumplía con todos sus antojos. El más pequeño siempre quería que se pusiera el nacimiento, y eso era tarea de él. Ponía un nacimiento grande en el hall de su casa. Entretenía a los niños varias tardes, iban en busca del musgo para hacerlo más real. Con el papel plata hacían el río, y buscaban la paja para tenerla en el pesebre. Y cuándo se terminaba el belén, comenzaba el árbol de Navidad. La mayor quería árbol. Le gustaba tenerlo encendido a todas horas y ver las luces encenderse y apagarse. Colocaban todo con esmero y la estrella arriba de todo." Era la estrella que nos guiaba hacia la felicidad", decía siempre la madre. Sus hijos habían sido sus luces, sus amores, los habían criado con amor y dedicación. Añoraba esas etapas de su vida.

Y ahora...ya era navidad. Se levantó y colocó los turrones en las bandejas como hacía su mujer, y los bombones... unas copas…unas botellas de champán. Sabía que nadie cenaría con él. Todos tenían obligaciones y él ya era un estorbo. Lo tenía asumido. Pero aun así, esperaba a toda su familia con ansiedad, y con un nudo en la garganta. Echaba de menos cuándo él era imprescindible, echaba de menos que se juntaban todos a cenar. Echaba de menos las discusiones diarias, sobre todo estos días que se hacían siempre tan importantes para su familia. En los que todos se sentaban a la mesa, y daban gracias por estar todos juntos, por la armonía que reinaba siempre en la casa…por las risas de su mujer y la suya…cómplices de lo que habían conseguido. Una familia unida, una familia perfecta.

Ahora...vendrían después de comer todos, le darían un beso apresurado, cuatro toques en la espalda diciendo "que bien estás papá"...siempre faltaría alguno...y en media hora su casa estaría ya vacía.
En la cocina se preparaba su pollo cocido para la cena, con una zanahoria y una patata. Lo dejaría todo preparado para poder dedicarles tiempo a sus hijos y sus nietos. La casa olía a tristeza y soledad, a pollo cocido y a ausencias.

Y este relato no terminará bien ni mal. Sencillamente, el señor Carlos, tenía razón. Sus hijos llegaron apresuradamente y llenaron la casa de barullo y risas, de conversaciones olvidadas y llantos de bebes. El observaba mientras todos hablaban entre ellos. El...era invisible, parecía que nadie se percataba de que estaba allí...con su traje y su corbata...recién peinado...se había puesto su mejor colonia, y observaba a su familia con cierta tristeza.

A la media hora exacta, Don Carlos estaba solo, observando en la cocina, como su cena de Nochebuena se preparaba lentamente. Las lágrimas corrían por sus mejillas mientras observaba su pollo. La casa se había quedado muda, vacía, lúgubre y triste. Igual que su alma.

Midala os desea a todos una Feliz Navidad. No nos miremos tanto el ombligo, seamos más generosos con los demás. No es un relato cualquiera, es una historia que todas las navidades se repite en muchas casas, por desgracia. Nuestra comodidad y egoísmo hace que olvidemos que todas las personas, necesitamos cariño.Te quiero papá y te echo de menos.

9 comentarios:

  1. Te deseo que disfrutes de una muy Feliz Navidad, y que reine cada día de tu vida el Amor, la Paz y la Felicidad, no solo en Navidad.

    Besos.

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    1. Gracias María.Te deseo lo mismo para tí y los tuyos. Besitos

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  2. Respuestas
    1. Felices fiestas queridisimo amigo. Siempre estás ahí...y se agradece tanto...

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  3. Te deseo unas felices fiestas, Mídala. Y que te sigamos leyendo en el 2018.

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  4. Tu relato nos recuerda que debemos disfrutar cada momento que compartamos con nuestros seres queridos, lamentablemente ese parece ser el destino. Te felicito muy bien logrado tu relato

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  5. Tu relato nos recuerda que cada momento que compartamos con nuestros hijos, debemos disfrutarlo al maximo.Tal vez Don Carlos olvidó que así fue con sus padres.

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  6. Tu relato nos recuerda que cada momento que compartamos con nuestros hijos, debemos disfrutarlo al maximo.Tal vez Don Carlos olvidó que así fue con sus padres.

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  7. Tu relato nos recuerda que cada momento que compartamos con nuestros hijos, debemos disfrutarlo al maximo.Tal vez Don Carlos olvidó que así fue con sus padres.

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