Carlos observaba su casa y fijó la vista en la fotografía de su mujer. Hacía
varios años que lo había abandonado. Su esposa, su compañera, su amiga. Lo
había sido todo para él, y ahora se sentía solo y perdido a pesar de los años
que hacía que se había ido. Habían tenido varios hijos, y ahora tenían varios nietos
y un bisnieto. Se podía considerar un hombre feliz. Su vida había
transcurrido sin muchos altibajos y hasta la muerte de su mujer, ninguna
desgracia los había acechado. Todas las noches hacía repaso de su vida, todas
las noches recordaba...con cuanto esmero habían criado a sus hijos, cuándo se
habían llegado a querer él y su mujer. Recordaba los esfuerzos tan grandes que
habían tenido que hacer para que sus hijos estudiaran una carrera. Se habían sacrificado
hasta el infinito, para que sus hijos vivieran mejor que ellos. Recordaba esos
días haciendo horas extras para que ellos estudiaran. El buscaba otros trabajos
extras y su mujer esos años se dedicó a coser en casa para poder sacar adelante
a toda la familia como ellos querían. Habían sido años muy duros, pero los
recordaba ahora con añoranza y con cierta tristeza.
Ya era Navidad. Era cuándo más la echaba de menos. Añoraba esos días en los que
ella, canturreaba por la casa, atareada, preparando las fiestas. Esos días navideños,
en los que los niños pedían sus platos preferidos para navidades y ella cumplía
con todos sus antojos. El más pequeño siempre quería que se pusiera el
nacimiento, y eso era tarea de él. Ponía un nacimiento grande en el hall de su
casa. Entretenía a los niños varias tardes, iban en busca del musgo para
hacerlo más real. Con el papel plata hacían el río, y buscaban la paja para
tenerla en el pesebre. Y cuándo se terminaba el belén, comenzaba el árbol de
Navidad. La mayor quería árbol. Le gustaba tenerlo encendido a todas horas y
ver las luces encenderse y apagarse. Colocaban todo con esmero y la
estrella arriba de todo." Era la estrella que nos guiaba hacia la
felicidad", decía siempre la madre. Sus hijos habían sido sus luces, sus
amores, los habían criado con amor y dedicación. Añoraba esas etapas de
su vida.
Y ahora...ya era navidad. Se levantó y colocó los turrones en las bandejas
como hacía su mujer, y los bombones... unas copas…unas botellas de champán.
Sabía que nadie cenaría con él. Todos tenían obligaciones y él ya era un
estorbo. Lo tenía asumido. Pero aun así, esperaba a toda su familia con
ansiedad, y con un nudo en la garganta. Echaba de menos cuándo él era
imprescindible, echaba de menos que se juntaban todos a cenar. Echaba de menos las
discusiones diarias, sobre todo estos días que se hacían siempre tan
importantes para su familia. En los que todos se sentaban a la mesa, y daban
gracias por estar todos juntos, por la armonía que reinaba siempre en la casa…por
las risas de su mujer y la suya…cómplices de lo que habían conseguido. Una
familia unida, una familia perfecta.
Ahora...vendrían después de comer todos, le darían un beso apresurado,
cuatro toques en la espalda diciendo "que bien estás papá"...siempre
faltaría alguno...y en media hora su casa estaría ya vacía.
En la cocina se preparaba su pollo cocido para la cena, con una zanahoria y
una patata. Lo dejaría todo preparado para poder dedicarles tiempo a sus hijos
y sus nietos. La casa olía a tristeza y soledad, a pollo cocido y a ausencias.
Y este relato no terminará bien ni mal. Sencillamente, el señor Carlos,
tenía razón. Sus hijos llegaron apresuradamente y llenaron la casa de barullo y
risas, de conversaciones olvidadas y llantos de bebes. El observaba mientras
todos hablaban entre ellos. El...era invisible, parecía que nadie se percataba
de que estaba allí...con su traje y su corbata...recién peinado...se había
puesto su mejor colonia, y observaba a su familia con cierta tristeza.
A la media hora exacta, Don Carlos estaba solo, observando en la cocina,
como su cena de Nochebuena se preparaba lentamente. Las lágrimas corrían por
sus mejillas mientras observaba su pollo. La casa se había quedado muda, vacía,
lúgubre y triste. Igual que su alma.
Midala os desea a todos una Feliz Navidad. No nos miremos tanto el ombligo,
seamos más generosos con los demás. No es un relato cualquiera, es una historia
que todas las navidades se repite en muchas casas, por desgracia. Nuestra
comodidad y egoísmo hace que olvidemos que todas las personas, necesitamos
cariño.Te quiero papá y te echo de menos.
Te deseo que disfrutes de una muy Feliz Navidad, y que reine cada día de tu vida el Amor, la Paz y la Felicidad, no solo en Navidad.
ResponderEliminarBesos.
Gracias María.Te deseo lo mismo para tí y los tuyos. Besitos
EliminarFelices Fiestas ...
ResponderEliminarFelices fiestas queridisimo amigo. Siempre estás ahí...y se agradece tanto...
EliminarTe deseo unas felices fiestas, Mídala. Y que te sigamos leyendo en el 2018.
ResponderEliminarTu relato nos recuerda que debemos disfrutar cada momento que compartamos con nuestros seres queridos, lamentablemente ese parece ser el destino. Te felicito muy bien logrado tu relato
ResponderEliminarTu relato nos recuerda que cada momento que compartamos con nuestros hijos, debemos disfrutarlo al maximo.Tal vez Don Carlos olvidó que así fue con sus padres.
ResponderEliminarTu relato nos recuerda que cada momento que compartamos con nuestros hijos, debemos disfrutarlo al maximo.Tal vez Don Carlos olvidó que así fue con sus padres.
ResponderEliminarTu relato nos recuerda que cada momento que compartamos con nuestros hijos, debemos disfrutarlo al maximo.Tal vez Don Carlos olvidó que así fue con sus padres.
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