Aurelia, llevaba tiempo pensándolo. Recordaba que cuando fue de
viaje a Méjico, la gente, sacaba a sus garajes las cosas que no utilizaba y las
vendía, los vecinos se intercambiaban cosas y te ibas deshaciendo de lo que no
te servía a ti...quizás a tu vecino le venía bien tu batidora y a ti su robot
de cocina...Le pareció una idea fantástica y quiso imitarla. Fue pegando
carteles por la calle, por su calle. Los hizo ella en el ordenador y los
imprimió, nada, 30 cartelitos solamente para que la gente se enterara y lo público
en un periódico de tirada local, que le salió absolutamente gratis.
Fue metiendo en
cajas las cosas que realmente no utilizaba, tenía edredones de cuándo los niños
eran pequeños...ropitas de bebe...el cochecito guardado lo desempolvó y lo
limpio, también lo pondría a la venta, y las mantas que ya no utilizaba,
también las pondría...y aquellos zapatos de tacón imposibles de poner...y
aquellos bolsos pasados de moda que guardaba como recuerdo de una época...las
batas de casa de las niñas...los albornoces de los niños...todo eso estaba
metido en cajas y no les servían, los guardaba porque le daba pena deshacerse
de ellos, y como decía su padre,! tenía la casa llena de penas! no lo doy
porque me da pena...esto tampoco porque me da pena...eran todas penas guardadas
en cajones y cajas de cartón. Había llegado el día en que vendería todo y a ver
como resultaba esa iniciativa nueva aquí en su ciudad y en su país.
Llegado el día muy
ilusionada, empezó a primera hora de la mañana a poner todo en el jardín de su
casa. Cada cosa tenía su precio y todo estaba lavado y doblado. En un lado puso
los utensilios de cocina, en otro adornos de la casa, en otro ropa de cama y
toallas y por último ropa de sus hijos-as y de ellos mismos. Le quedó un puesto
muy bonito, todo colocado por orden y con sus precios encima. Estaba contenta
de su nueva iniciativa y ahora solo le quedaba esperar a ver la reacción de la
gente.
No se hizo esperar
mucho la reacción del vecindario. Pronto empezaron a llegar parejas, jóvenes y
mayores, con niños y sin ellos. Miraban sus cosas y hacían sus cálculos. Y
pronto comenzaron las conversaciones. La idea les había parecido fenomenal a
todo el mundo, venían hasta de barrios distintos al suyo y de bastante lejos.
La mayoría de la gente estaba encantada con su iniciativa. Además la ropa
estaba casi nueva y el precio era económico.
- Porqué.... ¿sabe
usted? la vida está muy achuchada y hay que vestir a los niños...y darles de
comer. El paro no llega a nada y el hambre no pregunta si hay dinero y los
niños crecen y tampoco saben de dinero para poder vestirse
Aurelia,
quería hablar con la gente que le venía a comprar. Al final ya era curiosidad
por saber si realmente la gente que acudía estaba en el paro. Y llegó a la
conclusión de que había más parados de los que ella podía imaginarse...se
sentía mal por su iniciativa...por querer vender sus cosas...cuando realmente
lo que a esa gente le hacía falta es que se lo dieran. Con 400 miserables euros
tenían que vivir y a ella, esas cosas le sobraban, eran sus penas guardadas en
el armario.
Comenzó a quitar
los carteles con el precio. Le daba hasta vergüenza pensar en que en algún
momento había pensado en venderlo. Aurelia, regaló todo y comenzó una nueva
andadura por el barrio: motivar a la gente a que regala sus cosas, a que las
donará... no quedarse con sus penas en casa...a otras personas podían
solucionarle mucho. Fue una buena iniciativa. Aurelia aprendió a abrir su
corazón y a la vez, enseño a sus vecinas a abrirlo, a ayudar a los demás.
caramba tienes razon las cajasde penas pueden hacer felices a mucha gente. mil besos
ResponderEliminarEsas penas almacenadas se convirtieron en alegrías de solidaridad.
ResponderEliminarPrecioso Relato, Midala.
Buenísima idea y gran corazón el tuyo, Midalita. Lo de Aurelia es para enmarcarlo pero no creo que haya muchas porque desconfío de la bondad de la gente en general. Domina siempre más la codicia que el pensar en el bien del prójimo.
ResponderEliminarOjalá la sociedad fuera así, como Aurelia y sus "cajas de penas".
Te felicito.
Un millón de besos que no te he dado en mi contestación de mi blog por estar abstraído en lo que trataba de explicarte.
Esas cajas de penas, esas cajas de recuerdos inútiles que tanta falta hacen a otros en una situación tan terrible como esta. Ojalá todos siguiésemos ese ejemplo.
ResponderEliminarSaludos.
Hermoso ejemplo de Aurelia; ojala pronto empiecen las personas a seguirlo. Si uno se pone a pensar en todas las cosas que están en su vida y no tienen uso, realmente da vergüenza todo lo que se tiene ociosamente.
ResponderEliminarun fuerte abrazo; y ojala pronto también compartamos lo que no nos sobra.
Midala, son materialismos absurdos, cogemos cariño a objetos y además usamos la frase "valor sentimental" como si deverdad fuese un valor. En mi familia, los niños van muy seguidos, aprovechamos toda la ropa posible (alguna queda destrozada, claro), y luego si queda algo, lo recogen de vez en cuando, no lo pueden poner más fácil, la ropa es cara y la vida está muy... jodida, paso de suavizarlo, y perdón por la expresión.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pocas Aurelias, por no decir ninguna, he visto en mi vida.
ResponderEliminarAurelios tampoco.
Codiciosos a montones.
Besos.
Qué felicidad poder ayudar a los demás desinteresadamente. Quiero creer que hay muchas personas así.
ResponderEliminarLo que siembras recoges.
Besotesss!!!
Moraleja de Aurelia:
ResponderEliminar"Dad y recibiréis"
"Quien siembra virtud, cosecha dichas"
"Quien se desprende a tiempo de lo superfluo alcanza compensación de lo necesario"
¡Que cunda el ejemplo de 'las aurelias'!
Un abrazo, Midala
Y lo gratificante que es regalar...mucha solidaridad nos va a hacer falta con los tiempos que corren.
ResponderEliminarUn beso
Esta vez espero que me digas que SÍ está basado en hechos reales...!
ResponderEliminarUn beso y feliz domingo!
Oh mi niña...
ResponderEliminarLa verdad es que este relato me parece muy bonito.
Una iniciativa genial, y muy humana, lo que pasa es que a mi me da que luego siempre se acoplarian los listos de turno, que en estas cosas ya sabes que siempre pagan justos por pecadores y siempre los hay de aprovechados.
Si la gente fuera con la verdad en los ojos, todos nos ayudaríamos y la vida seria un poquito más hermosa y justa.
En cualquier caso, me gustó el relato, ella aprendió que siempre hay gente más necesitada de uno, y a la que se le puede ayudar.
Besitos mediterráneos.
Suelo tener lo mínimo, porque todo me sobra.
ResponderEliminarY nos sobran tantas cosas, y hay tanta gente necesitada de ellas...
Besos, Midala.