"Era un día de verano y el calor era intenso. Los árboles agitaban
levemente sus hojas y se oía como un ligero chasquido muy suave...khas...khas...las
hojas mecían los árboles y parecían entonar una nana. Era un sonido envolvente
y delicado. Yo estaba sentada en la hierba mirando hacia la nada y el todo,
contemplando la vida. Mas allá del ruido de los árboles se oía a los pájaros
cantar y a los grillos entonar su canto celestial...cri...cri...que unido al khas...khas...componían
una de las mejores composiciones musicales jamás escuchada. Era un día perfecto
lleno de tranquilidad y sosiego, un día campestre como hacia años que no tenía.
Había ido al pueblo de vacaciones, a reponerme de la muerte de mi marido .Había
muerto ese invierno y mi desasosiego e intranquilidad eran a veces alarmantes,
ya que alteraban todo mi ser. Eduardo había caído por las escaleras y se había
dado un mal golpe en la cabeza, falleciendo unos días después .El día que lo
enterré me parecía verlo por la casa, dando vueltas, con su pitillo en la boca
y con las zapatillas haciendo ese ruido tan particular que hacía él arrastrando
los pies .A los dos días ya me había acostumbrado a estar sola...a la paz y a
la quietud del hogar, al silencio y a la tranquilidad pero sobre todo....me iba
acostumbrando a no tener miedo .El era un hombre rudo y vasto, mediocre, y parecía
que jamás había aprendido modales. Así empecé a darme cuenta de quien era mi
marido. Pero poco a poco llegaron los empujones y los golpes, la sangre y los
arañazos, el ocultarme y el silencio. Esperaba cada paliza con miedoso me creía
merecedora de ese trato ni mucho menos me canse de palizas y de abusos. Y un
noche que intento forzarme lo empujé por las escaleras, con tan buena suerte
para mi que se desnucó. Fue mi salvación y mi renacer.
Hasta que ese día de verano...que gozaba yo de la tranquilidad campestre,
algo calló sobre mí .No vi lo que caía, solo se que vi a Eduardo. Se reía escupiéndome,
con sus dientes ennegrecidos y su piel mal oliente. Se reía a carcajadas y me
miraba con ojos inyectados en sangre .Extendió sus manos callosas para
agarrar mi cuello y abrí los ojos asustada. Unos crios que jugaban a tirarse
piedras me habían dado con una en la cabeza y habían salido asustados gritando.
Cuando abrí los ojos estaba gente a mi alrededor, pero yo buscaba a Eduardo
desesperadamente con la mirada.Me fui tranquilizando cuándo vi que no estaba,
que me había desmayado y había creído ver a Eduardo.
A partir de ese día, mi marido se presentaba en mis sueños todas las noches.
Yo lo había matado y la muerte tenía su rostro y me lo mostraba todas las
noches, para demostrarme que el que la hace la paga. No pensaba dejarme en paz
nunca. No me dejaría vivir. Eduardo había machacado mi vida mientras vivía, y
una vez muerto pensaba llevarme a la tumba con él. Estaba convencida de
ello."
Maria contemplo a Carmen, postrada en la cama. No había noche en la que sus
gritos desgarradores rompieran la calma y la paz del asilo. La anciana la
miraba con ojos asustados y sudorosa le decía que la muerte tenía un rostro, el
de Eduardo
.
El remordimiento es el único dolor del alma, que el tiempo y la reflexión,
no logran calmar jamás.
Madame Stael.
Esa señora nunca olvido a Eduardo y recreaba su muerte y esa fue la causa de su desdicha y ¡claro la conciencia! eso que nos han inculcado desde niños nuestros padres, maestros y curas.
ResponderEliminarCuando uno olvida completamente no hay conciencia que lo moleste.
Porque la conciencia no existe.
Saludos
Excelente relato breve....
ResponderEliminarEl rostro del dolor y del arrepentimiento o qiuzá del terror del recuerdo. Besicos.
ResponderEliminarRelato que atrapa
ResponderEliminarNos hace pensar lo importante de tomar decisiones a su debido tiempo
Un solo golpe alcanza para decir hasta aca y basta!!!
Cariños y buen fin de semana