Contemplo
con ansiedad como se van resolviendo las cosas...como se habla de nosotros sin ningún
pudor. Necesito justicia para poder seguir mi camino. Estoy anclada entre dos
aguas, entre dos mundos...imposible de tocar ninguno de los dos. Solo veo
tinieblas...oscuridad...pido ayuda pero nadie parece oírme... ¿en qué parte me
encuentro que nadie escucha?
Mi
inteligencia siempre fue superior a la de las demás personas. No presumo de
ello. Sencillamente lo expongo. Y quizás por ello sabía que algo estaba
ocurriendo, pero la verdad era tan terrible que era imposible de asimilar. Éramos
una familia como cualquier otra. Papá trabajaba en una zapatería y mamá era ama
de casa. Éramos tres hermanos conmigo. La pequeña murió poco después de nacer.
Mamá siempre decía que de complicaciones del parto. Yo no la recuerdo. A veces
quiero ver su carita pero no soy capaz. Las imágenes se distorsionan y no
alcanzo a ver nada más que a papá y mamá entrando en casa con un serón. Mi siguiente
hermano, enfermó un día de fuertes dolores de estómago. Papá y mamá acudían al
médico, pero después de múltiples pruebas nunca sabían lo que le ocurría a mi
hermanito. Papá y mamá estaban desesperados sin encontrar una solución para él.
Pasaban los meses y mi hermanito en vez de mejorar empeoraba. Hasta que un día
nos dejó. Y quedé yo sola con papá y mamá.
Yo
temía que a mí me ocurriera lo mismo...tenía miedo de que me pasara lo mismo
que a mis hermanos. La gente del pueblo decía que teníamos una maldición
encima. Yo sin embargo comenzaba a pensar que algo muy malo estaba ocurriendo
en mi casa.
Fue
pasando el tiempo y me convertí en una niña asustada. Sabía que la maldición
caería también sobre mí y no sabía cómo evitarla. El día que me comenzó a doler
el estómago me sentí llena de ira y rabia por no haber sabido luchar contra el
maleficio. Pasaban los días y no mejoraba, todo lo contrario, al igual que mi
hermanito...empeoraba.
Me llevaban al médico y ocurría lo mismo que con mi hermano. Por más que me miraban, no sabían lo que tenía.
Me llevaban al médico y ocurría lo mismo que con mi hermano. Por más que me miraban, no sabían lo que tenía.
Yo ya
me encontraba muy mal. Estaba todo el día acostada en cama y no acudía al
colegio. Los dolores eran terribles e imposibles de curar. Sabía que me quedaba
poco tiempo para irme con mis hermanos. Una de esas tardes de primavera en la
que hacía un calor tremendo y oía el canto de los pájaros con los ojos
entornados...vi a mamá como me preparaba un vaso de agua en la que introducía
unos polvos. Siempre insistía en que tomara el vaso de agua a esas horas. Le
dije que no tenía sed y me ordenó tomarla. Le dije que la tomaría después, que
la dejara ahí que no me olvidaría. Me quedé dormida, y cuándo me desperté, papá
estaba a mi lado, dándome la mano. Se había bebido mi vaso de agua. Lo miré con
ojos despavoridos. Creía que todas las piezas del puzle comenzaban a encajar.
Al día
siguiente papá comenzó a encontrarse también mal. Mamá nos cuidaba a los dos
con plena dedicación y abnegación. La gente del pueblo la ayudaba en todo lo
que podían y la compadecían a todas horas. Ella decía que era el castigo divino
que Dios les había mandado. Un día que mamá nos dejó solos en casa, fui hasta
la habitación de papá y le dije que nunca bebiera el agua que le daba mamá a
media tarde. Papá me miro asombrado y me llevó a mi cama. Al día siguiente le
oí decir a papá que no quería beber, que no tenía sed. Y oí a mamá enfurecerse.
Creo que fue lo último que yo oí. Dejé este mundo sabiendo lo que estaba
ocurriendo y habiendo avisado a papá.
El se
encargó de buscar justicia para nosotros. Papá dejó de beber el agua y comenzó
a mejorar pero con secuelas importantes. Dijeron que mamá tenía una enfermedad,
que no es que fuera una persona mala, sencillamente enferma. La ingresaron en
un hospital psiquiátrico sin posibilidad de salir nunca.
Yo,
hoy, continúo mi camino hacia donde están mis hermanos. Papá encontró la paz
que yo necesitaba para seguir mi camino.
La
crueldad, como cualquier otro vicio, no requiere ningún motivo para ser
practicada, apenas oportunidad.
Vaya con la mamá. Menudo genio del homicidio. Que esas enfermedades mentales no proliferen que ya tenemos bastante con los que asesinan a niños como la mamá de Andrea y a la que denominan "Porto".
ResponderEliminarEl parelelismo es muy bueno.
Realmente bueno...
ResponderEliminarSaludos
La crueldad es dolorosamente gratuita...
ResponderEliminarUn beso.
Fuertisimo
ResponderEliminarCariños
Excelente muy, buena historia
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